Revista Salud y Bienestar
Se olvidaron de jugar, se olvidaron de sentir. Construyeron enormes ciudades donde todo iba muy rápido, edificaron sociedades cada ves más líquidas, más ruidosas. Conectaron sus mentes a mil prótesis y adminículos, estimulándolas hasta el paroxismo. No dejaban de pensar. Sus cerebros se defendían de la tormenta de información generando ideas y parloteo interior disminuyendo su atención y el nivel y calidad de la conciencia. Terminaron creando un mundo de zombies al modo de las películas que tanto les gustaban donde unos descerebrados con dos dedos de frente se dedicaban a freír a tiros a masas de pobres de solemnidad, tullidos y deformes. Cada vez había menos gente despierta. Y en ese sopor generalizado unos pocos hacían su agosto despojando a los demás de lo más básico. A la gran mayoría le quitaban la merienda unos espabilados en situación de ventaja técnica, dormidos también pero con los elementos necesarios en sus manos. Gustaban de ir de caza mayor a África y robar impunemente todo lo que podían, los demás estaban tan abducidos que se dejaban hacer. Eran capaces de protestar y enfrentarse a los antidisturbios por la vida de un perro injustamente sacrificado pero nadie decía ni mu por los millones de seres que morían de hambre a unos kilómetros de sus fronteras. Esta situación no era nueva, la humanidad siempre fue de alguna manera así, lo que ahora ocurría era que todo se estaba llevando al paroxismo, y la vida no gusta de habitar en los extremos.