Revista Cultura y Ocio

RELATO: COLOR DIFUMINADO (#Origireto2018 - Noviembre 1)

Publicado el 25 noviembre 2018 por Dentro Del Monolito @dentromonolito
RELATO: COLOR DIFUMINADO (#Origireto2018 - Noviembre 1)
A una semana escasa para concluir el mes, publico mi primer relato de noviembre para el #OrigiReto2018, la iniciativa de escritura creativa ideada por Stiby y Katty. COLOR DIFUMINADO surgió en el taller de escritura creativa que realizo, y básicamente era una propuesta que consistía en trasladar a un relato el formato de una obra de animación. Reto complicado, la verdad. Lo que salió es lo que podéis leer a continuación, con personajes que seguro reconoceréis y con un pequeño giro hacia lo inquietante (deformación profesional, qué le voy a hacer). Como recomendación para comprender mejor el texto, revisad El hombre mosca, obra maestra del cine mudo protagonizada por Harold Lloyd que podéis ver de manera legal en Youtube.
Os dejo con el relato. Espero que os guste.


RELATO: COLOR DIFUMINADO (#Origireto2018 - Noviembre 1)
Cuando Don salió del coche las luces de las cámaras empezaron a estallar por todas partes. Lucía su sempiterno traje azul, e irradiaba un aire de desconfianza hacia todo y hacia todos. Su andar era torpe, y se había concienciado de no hablarle a nadie esa noche. Por algún motivo, su voz aflautada les parecía un trompeteo incomprensible que siempre les hacía reír. Pese a ello, estaba claro que los fotógrafos, el doble de altos y corpulentos que Don, le reconocían como la estrella que era. Un gran FLASH amarillo explotó delante de sus ojos, haciendo que sus pupilas se convirtieran en espirales multicolor que no cesaban de girar. Entonces tropezó y se estampó contra la alfombra roja, de la que emergió un PLOF blanco y azul con forma de nube y que se evaporó unos segundos después. Desde el suelo, Don pudo ver a la multitud desternillarse, como gigantes con cuerpos alargados y cabezas desproporcionadas abalanzándose sobre él. Sacudió su cabeza dejando escapar un par de plumas, y mientras se incorporaba vio a su antiguo amigo Mike, que le señalaba con una mano enguantada, carcajeándose de manera que aquella perpetua e insolente sonrisa que llevaba pintada en el rostro se convertía en un horrible agujero negro capaz de tragarse el universo. Puto Mike, pensó.

De pronto, algo hizo que el cuerpo de Don comenzara a levitar y flotar en posición horizontal. Era una niebla amarillenta y deliciosa, que le arrastraba lentamente a través del interminable pasillo de gente hacia el interior de aquel cine. Notaba su cuerpo más ligero que el aire, enteramente embriagado por aquella fragancia. Se olvidó del bullicio que le rodeaba, sin ser consciente de que iba dejando escapar un reguero de saliva tras de sí. Ya dentro del espacioso hall, llegó hasta el causante de su obnubilación. Era un enorme palomitero de un naranja intenso, en cuyo interior explotaban continuos POP dorados que dejaban escapar ese olor que convertía su estómago en el vibrante motor de un avión. Eligió el cubo supermegaextragiganteplusy pidió que se lo llenaran hasta arriba. Tenía hambre. Apenas podía sujetar aquel barreño de palomitas que era más grande que él, pero se las apañó para entrar en el patio de butacas después de chocar con un perro naranja, un muñeco de madera y un extraño ser alto de interminables pies. La sala estaba muy llena, pero avanzó a una zona de asientos marcados como reservados y se acomodó en uno de ellos, dejando el inmenso contenedor de palomitas en la butaca adyacente. Enseguida empezó a saciar su hambre, alargando sus brazos mucho más allá de lo razonable para alcanzar las bolas de maíz a puñados.

Justo cuando las luces se apagaron y en la pantalla aparecía la habitual cuenta atrás numérica, una rechoncha sombra ocupó la localidad que tenía delante, tapándole la visión completamente. Pero Don era un tipo con recursos, y lejos de preocuparse agarró la pajarita roja que adornaba su camisa sujeta con un alfiler. Ni corto ni perezoso, pinchó el trasero de esa figura planetoide que no le dejaba ver. El elefante salió volando mientras barritaba de dolor, planeando inestablemente con sus dos orejotas desplegadas. El público estalló en una algarabía de risotadas y aplausos, a los que Don no pudo evitar unirse hasta que la música de los títulos de crédito, y unos cuantos SHHHHHHS, acallaron el jolgorio.

La película empezó y el silencio contagió a toda la sala. El título, «El hombre mosca», hacía presagiar algo muy diferente a lo que mostraban las imágenes de un color gris granulado. Todo comenzaba con la llegada de un monstruoso tren oscuro a una estación, secuencia que aterró a la platea provocando la escapada de muchos ojos de sus órbitas. Tras ese primer impacto, comenzaron a desfilar por la pantalla otra serie de escenas pavorosas: dos personas desaparecían dentro de sus abrigos, una ambulancia estaba a punto de atropellar a mucha gente, un individuo aparecía andando a la manera de un insecto… Incluso una marabunta de mujeres furiosas atacaba a un hombre. Don observaba incapaz de apartar los ojos de esas crueles estampas en movimiento, con un creciente caudal de sudor cubriendo su cara. Tan absorto y horrorizado estaba que se olvidó de seguir comiendo palomitas. Tras un buen tramo de otras escenas inquietantes, la película saltaba a la secuencia más importante, en la que el protagonista escalaba un edificio sin más ayuda que sus propias manos. En el trayecto ascendente le acosaba un pájaro demoníaco mientras era perseguido por otro hombre armado, para finalmente quedar colgado de un gran reloj que estaba a punto de descolgarse. El corazón de Don amagaba con huir de su cuerpo en cada latido, gritando con un acelerado doble THUMP durante todo el desenlace.

¿Quién había sido el ingenioso publicista que anunciaba esta película como comedia? Don no era ajeno al surrealismo, al fin y al cabo él mismo había protagonizado historias todavía más delirantes. Pero aquello iba más allá de ser algo extravagante, era directamente grotesco. Lo peor era ese mundo irreal carente de color al que no podía acostumbrarse. Le resultaba tétrico y hacía que su cuerpo fuera recorrido por diferentes temblores. Ni en sus peores pesadillas podía haber imaginado a aquellos extraños y delgados seres de proporciones imposibles, que se movían con una rigidez antinatural que le horripilaba. Para colmo, a Don le parecía que el protagonista, una criatura desfigurada de rasgos angulosos que vestía unos anteojos redondos, le hablaba directamente a él a través de su mudez.

Cuando acabó la proyección, el cine era silencioso como una tumba. Estaba claro que Don no era el único impresionado por lo que acababa de presenciar. Aquella noche le costó conciliar el sueño. Su cerebro seguía habitado por ese ser monstruoso de sombrero plano. No fue capaz de apagar la luz de su habitación verde, temeroso de volver a sumergirse en las tinieblas incoloras. Cuando al fin pudo dormir, soñó con el mundo extraterrestre y gris, y en su pesadilla se vio colgado de un gran reloj redondo del que estaba a punto de caer. Intentaba gritar, pero ningún sonido surgía de su garganta. Solo sus manos impedían que volara hacia el vacío, y en un atisbo fugaz se confirmaron sus peores temores. Cada una de sus manos tenía cinco dedos.




Este relato intenta cumplir el ejercicio 12 del reto de escritura #OrigiReto2018: Usa un personaje conocido y mételo en un lugar, contexto o situación inverosímil.
#OrigiReto2018 es una iniciativa creada por Stiby y Katty. Podéis acceder a las reglas en sus blogs Sólo un capítulo más y La Pluma Azul de Katty.
Esta obra está sujeta a una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional. 
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