—¡Ala, qué buena pinta tiene ese helado!La niña, que era muy pequeñita y tenía grandes ojos castaños, me miró y me tendió su cono. Yo reí y le di unas palmaditas en la cabeza.—Muchas gracias —le dije rápidamente—, pero es tuyo, así que para ti. Cómetelo antes de que se derrita, ¿vale?—Vae.Le di otra palmadita y luego correteé de vuelta a la cola, más o menos por la mitad, donde mi hermana Arabella y su novio Ían estaban esperando a que nos tocara para subir a la super montaña rusa.—Eres un trasto —resopló ella, pero sonreía cuando me revolvió el pelo, así que yo reí y traté de sentarme en el cordón que hacía de barrera—. ¡Denis, no hagas eso!—Ay, vale, perdón, perdón.Aguanté un total de cuarenta y cinco segundos quieto. Luego no pude más y volví a salir de la cola, corriendo hacia la máquina de atrapar muñequitos. Un chico mayor estaba jugando.—¿Qué intentas coger? —le pregunté con desparpajo.—El mono —masculló él, moviendo la palanca muy concentrado.—Ala, es muy mono. Es para tu novia, ¿no?Se le pusieron rojas las orejas y miró de reojo a otro lado, donde había un grupo de personas.—O quizá no es tu novia pero quieres que lo sea —razoné—. Los regalos son muy buenos para ligar, ¿verdad?—Pero qué dices, si eres un crío —se quejó él.Dio al botón de captura, la mano mecánica bajó… y falló.—¡Mierda! —exclamó el chico, y luego se tapó la boca, asegurándose de que no se hubiera enterado nadie en su grupo de amigos.—Intenta ponerlo un poco más a la izquierda —le recomendé.—¿Eres un experto? —resopló él, pero puso otra moneda.—Qué va —me reí.No obstante me hizo caso y dejó caer la mano mecánica un poco más a la izquierda. Y se llevó el monito.—¡Hostia puta! —exclamó con sorpresa al recoger el premio—. ¡Eres bueno, tío! ¿Cómo te llamas?—Denis.—Pues Denis, me acabas de salvar el culo. El gilipollas de Mark le ha conseguido un llavero. Esto lo va a eclipsar.—¿Estáis luchando por una chica?—Sí.—¡Qué guay! ¿Cuál de ellas es?El chico, que se llamaba Thomas, me llevó con su grupo de amigos y me presentó a todo el mundo. Estuve un total de dieciocho minutos hablando con ellos, hasta que me acordé de que mi hermana estaba en la cola y me despedí, no sin antes decirle a Hannah, la chica por la que todos suspiraban, que Thomas se había gastado nada menos que ocho monedas para conseguirle el monito.Exageré un poco, ¿pero a quién le importa? Porque cuando me fui, le ponía ojitos.Volví con Arabella y traté de quedarme con ellos hasta el final, pero la cola era inmensísima. Aguanté dos aburridos y angustiosos minutos antes de salir disparado hacia el tiovivo, donde me puse a charlar con un niño que hacía cola de la mano de su madre.Después corrí hacia una abuela que llevaba a sus tres nietos y parecía un poco estresada. Distraje a los pequeñajos para darle un respiro a la pobre mujer, y jugamos al pillapilla durante unos minutos. Me regaló un caramelo como agradecimiento. Era de café y no me gustaba, pero no importaba.—¡Denis, haz el favor de dejar de molestar a todo el mundo! —resopló Arabella cuando pasé cerca.—¡Vale, vale! —reí, sin dejar de correr, y fui a la salida de la casa del terror, de donde la gente salía gritando—. Jo, tío, yo quiero entrar.Pero a los menores de doce años no nos dejaban entrar en la casa del terror. En cambio, había un tren de la bruja al que entraba todo el mundo y era muy aburrido.Le di el caramelo de café a una chica que salió muy pálida, como si fuera a vomitar, y charlé con ella hasta que se sintió mejor. Luego corrí a los baños, donde hice pis y me eché agua en la cara. Me sentía un poco mareado, pero no le di mucha importancia en ese momento. Estaba en el parque de atracciones e iba a subir por primera vez a la super montaña rusa.A la cola todavía le faltaba, así que volví con Arabella y le supliqué teatralmente que me comprara un chicle. Me dio una moneda para la máquina y corrí hacia ella. Me cayó una bola de chicle color azul turquesa.No me lo metí en la boca, lo cual, ahora que lo pienso, está mejor. Podría haberme asfixiado después. No, lo moví con la mano en alto y corrí hacia la cola, hacia mi hermana y su novio, que ya casi estaban en la entrada.A medio camino me fallaron las piernas. Me tambaleé, sintiendo que la cabeza me daba vueltas. El chicle se deslizó entre mis dedos al mismo tiempo que las rodillas se me doblaban. Apenas noté cómo caía sentado al suelo.De pronto, no podía respirar. Eso fue lo último que noté antes de que todo se volviera negro.