Tocaba hacer un relato sobre un grupo de supervivientes a un apocalipsis causado por los dioses hindúes. Pero no hay que tirar mucho de documentación para averiguar que el apocalipsis hindú es un poquito especial. Es cíclico, empezando por una etapa en la que todo el mundo es bueno y no hay maldad, pero que no dura mucho y, conforme los humanos van decayendo y sacando su parte oscura y sus más bajos instintos, se avanza en el ciclo hasta que llega Kalki montado en su caballo blanco y los mata a todos (por lo menos, a todos aquellos que estén degradados, que son la mayoría). Así que he tenido que ajustar un poco...
La semilla de la maldad
La secta había conseguido su objetivo: que Kalki llegara antes de tiempo y exterminara a los malvados antes de que la degradación de la humanidad fuera total. Su objetivo había sido que esa purga adelantada evitara el colapso de la civilización, pero aun así habían sido tantos los que no habían superado el rasero del dios que el mundo era un caos.
Ahora, el pequeño grupo de sectarios que seguía en la Tierra (buena parte de sus hermanos no habían sido lo bastante buenos para que Kalki les perdonara) recorría su país en busca de otros supervivientes. Cada día que pasaba, se arrepentían más de haber adelantado el apocalipsis sin estar más preparados. Encontraron restos de niños que habían sido perdonados por Kalki solo para morir de hambre al haber perdido a sus cuidadores. Otros, que se las habían arreglado para sobrevivir por su cuenta, estaban medio asalvajados. Y, en buena parte de los adultos buenos que se habían salvado, enloquecidos por el miedo, la muerte y la pérdida, había crecido la semilla de la maldad con la excusa de proteger lo poco que les quedaba.
Los sectarios, sin embargo, no perdieron el optimismo y siguieron esforzándose por crear una nueva Tierra. Comenzaron a reunir a todos los que pudieron para volver a levantar la civilización de forma organizada y pronto empezó a formarse una comunidad a su alrededor.
No llegaron a saber si esa comunidad llegaba a prosperar, sin embargo. Alguien les oyó cuando hablaban de que habían sido los que llamaron a Kalki y pronto todos lo supieron. Los sectarios no pasaron de esa noche y murieron de forma cruel. En la vieja Tierra, lo hubieran llamado linchamiento; los pocos que habían logrado que la situación no les desbordara y que la maldad no amenazara su pureza así lo pensaron. Sin embargo, la gran mayoría de los supervivientes estuvo de acuerdo en que era un acto de justicia y nadie se atrevió a cuestionarlo. Kalki no tardaría en volver, y esta vez no lo haría por la llamada de una secta.