Los vasallos estaban nerviosos todos ellos alineados en las almenas del castillo tiesos como palos. No pestañeaban por miedo a lo que decidiera su caprichoso señor que de brazos cruzados estudiaba el modo de proteger a sus leales siervos. Con su astucia les salvaría, esperaban ellos. ¡Qué les den!, pensó de golpe este gran señor, y de un palazo destruyó todo aquello por lo que había estado trabajando la tarde entera, mejor yo que una asquerosa ola, dictaminó. Se fue corriendo obedeciendo la voz de su madre. Era hora de irse de la playa.
INEVITABLEYa estamos todas. Somos más de las que yo esperaba. Comencé tirando de un hilo muy fino que se fue convirtiendo en una soga de tamaño considerable. Un hilo rojo que nos iba uniendo a cada una de nosotras, pero no siendo el amor el precursor, sino el odio. Historias y vidas diferentes pero con un mismo objetivo, dejar de lado nuestras reservas y acabar con el hombre que nos destruyó la vida. Que dé comienzo la diversión.