Relato de un náufrago: entre la desolación y la esperanza

Por Davidsaparicio @Psyciencia

En plena Segunda Guerra Mundial, J.F. Kennedy naufragó junto con nueve marineros (dos murieron). Un destructor japonés envistió la lancha torpedera donde navegaban; sortearon las inclemencias del mar para sobrevivir. Steve Conway y cinco regatistas padecieron la ruptura de la quilla que inundó y volteó el velero. Permanecieron dos días suspendidos (con el riesgo de morir por hipotermia) en el agua gracias a sus flotadores de emergencia; fueron rescatados por helicópteros de búsqueda.

El 20 de septiembre del 2016, una balsa cubana con 23 pasajeros con rumbo a los EEUU zozobró; sobrevivieron tres personas. Duraron varios días fijados a una parte pequeña de la embarcación; el trío fue hallado inconsciente en una costa de la Florida. Por su parte, Salvador Alvarenga, salvadoreño, subsistió 14 meses en un bote cuando se averió el motor. Iba con Ezequiel Córdoba a pescar tiburones, pero la corriente marina los llevo a la deriva. Su compañero falleció y Salvador apareció vivo en una isla del Archipiélago de Salomón. Colombia no es la excepción: sucedió un caso de naufragio y supervivencia muy particular que conmovió al público. La crónica quedó plasmada en una obra de Gabriel García Márquez.

Relato de un náufrago es la historia de Luis Alejandro Velasco, un marinero veinteañero, quien el 9 de marzo de 1955 apareció a gatas, exhausto y hambriento, en una playa colombiana. Desde hace dos días creía la posibilidad de divisar costa; sin embargo, consciente de sus alucinaciones, su intuición podría tratarse de una más. Al tercer día del naufragio consideró atracar en una isla de “caníbales caribeños”. Empezó a padecer los retorcijones del hambre y al sexto trató de comerse la suela del zapato y el cinto de cuero.

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Una ola, al séptimo día, volteó la balsa, perdió los remos y casi pierde también su ropa. Los aviones de búsqueda sobrevolaron el océano buscando a Velasco. Asimismo, los tiburones aguardaban con paciencia: era más probable la segunda realidad que la primera. Toda esta odisea fue el producto desdichado del ACR Caldas (un buque de guerra colombiano) cuando fue volteado por una gran ola el 28 de febrero de 1955, dos horas antes de llegar a Cartagena. Luis Velasco, el único sobreviviente de ocho navegantes, fue considerado héroe nacional, después pasó al olvido como si hubiese sucumbido a la muerte en el mar.

Terapéuticamente es un escrito con el que se puede orientar sobre el manejo de la frustración, el sentido de la vida, la resiliencia e intervenir el duelo

Tanto a Luis Alejandro Velasco como a Gabriel García Márquez el episodio aciago les generó admiración y bonanza, aunque también disputas y olvido.  De Gabo es bien conocido que sus historias están basadas en acontecimientos reales; no obstante, la primicia de la tragedia fue la “corazonada” de Guillermo Cano (Director de El Espectador, un diario muy reconocido en Colombia donde trabajaba Gabriel). Así como el presentimiento trágico de Luis (con la sensación de que algo malo iba a pasar antes del volcamiento) la revelación de los detalles del naufragio produjo el hundimiento del marinero y del escritor.

La hazaña de Velasco fue ensalzada por la prensa, el gobierno, los empresarios y el vulgo: se le otorgó el estatus de héroe nacional. El gobierno apoyaba la tesis de la tormenta como culpable del hundimiento del ACR Caldas, pero se descubrió cómo la carga de contrabando (electrodomésticos traídos a Colombia por los marineros desde los Estados Unidos, sin el consentimiento de la Armada) desestabilizó al destructor, lanzando todo al mar. Los mandatarios, furiosos por el descrédito, exigieron la cabeza del entrevistador y del entrevistado. Toda una situación tratada con inocencia, nadie deparaba consecuencias funestas; sin embargo, el tratamiento del naufragio y su noticia fue la mejor conducta posible con la mejor voluntad.

Relatos de un náufrago es la historia de un héroe con un título ganado al no morir. Luis Velasco obtuvo la simpatía del pueblo colombiano, porque sobrevivió a lo que nadie contempla como posible en sus vidas: una tragedia. Salir casi indemne del sufrimiento genera respeto en las personas, como una alabanza a la vida. En la situación de Luis, estando a la deriva, le fue más fácil salvarse de la infausta naturaleza cuando no percibía posibilidades de amparo. Al contrario, si vislumbraba alguna oportunidad de salvación o bienestar se excitaba, reestablecía esperanzas para luchar, pero gastaba energía física y la frustración imperaba. Es un ciclo donde el desgraciado, atento a cualquier señal, se aferra a la vida; estrategia inteligente que retroalimenta al sujeto para sobrevivir.

El problema radica cuando la frustración mal orientada resigna a la persona y surge la pasividad en desmedro del ímpetu. Verbigracia: Imaginemos que Velasco, desilusionado por su suerte, se hubiera tendido en la balsa a deshidratarse al sol y a morir de inanición.  Por consiguiente, la raza humana tiene facultades innatas para resolver los problemas de la existencia y resurgir de la desgracia. La resignación es una grave amenaza, si sobrevivimos a cualquier infortunio, la mejor recompensa es la vida.

Una pregunta para los psicólogos, ¿cómo podríamos intervenir a una persona o grupo que haya sufrido un evento traumático? Para Víctor Frankl (Mariñez, 2003), psiquiatra sobreviviente a los campos de concentración nazi, el sujeto experimenta un choque emocional negativo cuando se enfrenta a la adversidad. Si el panorama es negro surge la resignación y apatía por las situaciones cotidianas. Para subsistir se deben buscar alternativas que incentiven la supervivencia: aferrarse a un ser querido, creer en un dios, entre otras. Entonces, ¿Cuál es la solución? Según la Organización Mundial de la Salud (2012) una atención oportuna y rápida ayuda a mitigar el malestar o a evitar trastornos de estrés. Garantizar la seguridad y bienestar físico del afectado donde no se replique el evento traumático, ofrecer un trato digno y confidencial, orientar en la toma de decisiones, cohesionar a los miembros familiares o de la comunidad y permitir una ventilación emocional adecuada. Por otra parte, una intervención psicoterapéutica prolongada depende del criterio del profesional y del sujeto afectado o la comunidad.

Del libro me atrevo a decir: ¡sí se trata de un episodio acontecido años atrás, la realidad interpretada como ficción es fantástica y absurdamente factible en la actualidad! La forma como Gabo narra la historia nos introduce en el realismo mágico de la vida real. Al estar escrito en un tiempo presente, el lector vive el relato de inicio a fin; por ende, se puede evaluar la conducta del personaje y reflexionar el sorteo del naufragio en un contexto y ambiente adverso. Un texto contado con un lenguaje sencillo, fácil y corto de leer, donde las anécdotas permiten identificarnos con Luis Velasco. Terapéuticamente es un escrito con el que se puede orientar sobre el manejo de la frustración, el sentido de la vida, la resiliencia e intervenir el duelo. En lo personal me queda una reflexión: hay tantas alternativas en nuestras acciones como interacciones con los medios; siempre y cuando haya vida todo se puede.

Referencias bibliográficas:

García, M. G. (2012). Relato de un náufrago. Bogotá, Colombia: Grupo Editorial

Norma.

Mariñez, D. A. (2003). El sentido de la vida en la obra de Víctor Frankl. Madrid,

España: Entrelíneas Editores.

Organización Mundial de la Salud. (2012). Primera ayuda psicológica: guía para

Trabajadores de campo. Recuperado de http://apps.who.int/iris/bitstream/10665/44837/1/9789243548203_spa.pdf