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Relato: El misterio del sapo Zamora

Por Déborah F. Muñoz @DeborahFMu

Hoy tocaba lanzar los dados y esto es lo que salió:

El misterio del sapo Zamora

Relato: El misterio del sapo Zamora

El mundo mágico quedó conmocionado cuando uno de sus miembros más eminentes, el Comisario Zamora, fue convertido en sapo. Los hechizos de transformación eran complejos y muy complicados, además de irreversibles salvo que lo deseara el lanzador del hechizo. Además, casi nadie era capaz de hacerlos, y los pocos que sí podían tenían coartada para ese día. Así pues, había un mago desconocido convirtiendo a la gente en sapo y la comunidad estaba al borde del pánico.

El despacho donde estaba el Comisario Zamora, o más bien el sapo Zamora, se había precintado. El lugar de trabajo de un hombre tan poderoso sin duda estaba plagado de trampas mágicas, así que solo hubo un voluntario para entrar y desactivar las trampas antes de que entrara el resto del equipo.

El valiente era Valle, que entró en el despacho armado solo con un maletín, una lupa y su habilidad mágica. Sus compañeros cerraron la puerta a cal y canto y se dispusieron a esperar con paciencia las dos horas de rigor que habían pactado. Si no salía antes de ese tiempo, tenían que dar por hecho que Valle había caído en una de las trampas mágicas y las cosas se complicarían todavía más.

No tuvieron que esperar tanto, sin embargo. Valle salió apenas quince minutos después.

-Despacho despejado, muchachos. Aunque tampoco hay mucho que hacer: nada más entrar, he tenido claro lo que ha pasado -les dijo.

Los demás también lo tuvieron claro nada más entrar. Sobre la mesa del escritorio, estaba el sapo Zamora junto a una serie de papeles que explicaban cómo hacer el hechizo en cuestión y cómo ligarlo a una trampa mágica. Frente al escritorio, apoyado en la pared, un espejo reluciente con la marca de un hechizo que había rebotado en él.

-El muy idiota intentó que el espejo contuviera la trampa, pero el hechizo para montarla le salió mal y, en vez de absorber el conjuro cambiaformas, rebotó en él -dedujeron en voz alta los investigadores.

Valle asintió y el caso se cerró rápidamente, para tranquilidad de la población, que acabó por premiar al valiente investigador, impresionada por su habilidad al haber desactivado las trampas tan rápido. ¿Y qué mejor premio que el puesto vacante de comisario?

En cuanto ocupó su nuevo despacho, donde puso un terrarium para alojar al sapo Zamora, Valle volvió a colocar todas las trampas y sonrió al anfibio.

-Espero que estés cómodo, porque ahí pasarás el resto de tu vida -le dijo al excomisario. Pero no porque el hechizo fuera irreversible al haberlo lanzado la misma persona que lo recibió, como todos pensaban, sino porque Valle, el verdadero lanzador, que lo había aprendido a escondidas, no estaba dispuesto a hacerlo.


Y es que, cuando entró en el despacho para desactivar las trampas, no tuvo que hacer eso; ya se había dedicado a eliminarlas, poco a poco, durante los meses previos. Lo que hizo en ese cuarto de hora había sido preparar el escenario para confundir a todo el mundo: solo había tenido que sacar de su maletín con doble fondo extraplanar un espejo en el que había rebotado un hechizo inofensivo y los papeles con los apuntes del supuesto hechizo fallido.

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