Tras mucho tiempo sin pasarme por aquí, he decido dar un leve remozado al blog y tratar de reflotarlo... Y para eso (o para terminar de hundirlo), qué mejor que publicar algo de literatura, aunque sea literatura que emana de la mente de un neófito en este caso: la mía.
" Una masa de cuerpos entrelazados palpitaba y se removía, de forma leve, pero con cierta frecuencia en la fría oscuridad. Una masa compuesta casi en su totalidad de pelo, patas, uñas y dientes; pero también de algunos retales de cartón, entre los cuales apenas alcanzaban a discernirse partes sobresalientes de un cuerpo humano. Tomás se despertó, tiritando y con sus dientes castañeteando de forma furiosa e involuntaria. Entre los agujeros de su ajado anorak, que pobremente le guarecía, se filtraba sin compasión alguna un helor que calaba hondamente en sus huesos. Miró a su alrededor, al ovillo que conformaban los cinco perros con los que compartía sus severas condiciones de vida, gracias a los citados cartones pero especialmente al calor de sus perros podía cerrar los ojos en las noches de invierno y volver a abrirlos una vez más al amanecer. Habría sido difícil hacer distinción entre los cánidos y el ser humano respecto a quién estaba más sucio y presentaba un aspecto más andrajoso, e incluso a quién se veía más aquejado por las pulgas y otros insectos. Y pese a ello, pese al amigo indeseado que suponía el dolor de articulaciones que matutinamente se presentaba y le acompañaría prácticamente todo el día, pese al frío y el hambre, se sentía reconfortado al ver salir el sol. Su vida no conocía plazos más allá del día a día para sus animales y él, ni más meta que alcanzar ese preciso instante. Él era un animal de manada. "Si queréis seguir leyendo este cuento, únicamente debéis pinchar en el enlace: EL-SENOR-DE-LAS-BESTIAS
Un saludo.