¡Ya hemos elegido los 5 relatos finalistas! Os presentamos Mi viaje a Praga escrito por “Mila”. Esperamos que os guste.
¡Rinng, rinng! “Coño, el despertador, el vuelo, pierdo el vueloooooooooooo.”
Me levanté de un salto, una ducha rápida, calzoncillos limpios, los pantalones, cogí la maleta y la cartera. “Uff que suerte que la preparé anoche”. Abrí la puerta, miré hacia abajo “las zapatillas de Bugs Bunny que me regaló mi sobrina…pero si voy en zapatillas, por Dios…que lo pierdoooo.”
Así empecé una mañana de agosto mi peripecia. ¡Por fin iba a ir a Praga!
Ya estoy en el aeropuerto, destino a mi ciudad soñada, me han hablado tan bien de Praga… Qué emoción.
Ding Dong Ding “señores pasajeros el vuelo fk6799 destino Praga tiene prevista su salida con una demora de 3 horas”. ¡No puede ser! Tanto correr para esperar 3 horas, en fin paciencia, será que no tengo yo paciencia, si aguanto a mis jefes 8 horas diarias. ¿Qué son 3 horas? Cinco horas más tarde, ya en el aeropuerto; al fin, con la maleta en la mano derecha, me monté en el autobús que me llevaría al hotel de cinco estrellas que había contratado. Un baño caliente y a ver mundo. El guía nos citó a las 11 así que aún tenía tiempo.
Cinco estrellas, me dijeron cinco estrellas… ¿dónde verán ellos las estrellas? ¿En Hollywood? El baño relajante se convirtió en una ducha fría, mejor -pensé para mis adentros- así me despejo.
A las 11 montamos en el autobús y mientras observaba al grupo apareció ella, la guía, alta, esbelta, de cabellos dorados y ojos de un verde intenso… vaya pensé, el viaje mejora por momentos.
Praga es una ciudad de ensueño, con sus calles adoquinadas, por las que las calesas dirigidas por impecables cocheros uniformados pasean a los turistas sedientos de empaparse de la ciudad sin dejar rincón por visitar. Seguimos caminando por la ciudad detrás de la guía, quien nos iba explicando la historia de la ciudad, y nos dirigimos a la iglesia de San Nicolás de Mala Strana, sin lugar a duda una de las construcciones barrocas más bonitas de Praga.
Seguimos bordeando el río hasta el puente de Carlos, con sus puestos de venta ambulante, músicos de jazz, y las impresionantes estatuas a ambos lados del mismo, desde el puente mirábamos el río; Judit, la guía, estaba justo a mi lado… ésta era la mía para impresionarla, por algo dicen mis amigos que las conquisto con mi labia, y sin pensarlo dos veces dije: “Qué bonito está el Danubio en esta época del año”. Ella con una sonrisa burlona en la cara contestó: “El Moldava, sí es un río impresionante” y ya me ves allí haciéndome pequeñito por momentos y pensando por qué narices no fui más aplicado cuando estudiaba geografía.Seguimos paseando por la ciudad y cenamos en un barco mientras navegábamos por el Moldava, ese nombre jamás se me olvidará; tenía al lado una señora sexagenaria y Pitagorín, como lo bauticé, pues sabía todos los datos estadísticos de la República Checa, regiones, población, política… y ahí estaba yo compartiendo cena con mis compañeros de viaje y observando de lejos como un grupo de chicos jóvenes y guapos compartían mesa y risas con Judit.
De regreso al hotel, empecé a encontrarme mal, y así se lo comenté a Judit, quizás fuera la oportunidad para acercarme a ella. Media hora más tarde apareció en la habitación con un checo impresionante, debería medir cosa de dos metros, las espaldas anchas y unas manos enormes sosteniendo un maletín, parecía Mazinger Z, el doctor no hablaba inglés, así que Judit que apenas hablaba checo tuvo que asistirse del recepcionista del hotel, un chico bajito y delgadito con el pelo negro, lacio, de un indígena, parecía un casco… así que allí estaba yo, entre Mazinger Z y la hormiga atómica, quienes pedían que me quitara los pantalones delante de Judit; no puede ser, esto no me puede estar pasando a mí… al final accedí a tales pretensiones ante la insistencia de tan peculiares personajes.
Al día siguiente intentando obviar de mi mente lo acaecido en mi habitación la noche anterior me dirigí con ánimos renovados al autobús, sería un viaje interesante pues íbamos a Carlovi Vary, un acogedor pueblo en la montaña a tres horas de Praga, famoso por sus célebres balnearios. Ohh! una fuente de aguas termales…que bien quedaría una foto con la fuente de fondo…así q ni corto ni perezoso me dirigí a Pitagorín ofreciéndole mi cámara para que inmortalizara la instantánea… pero lo que yo no sabía es que Pitagorín no era de los que hacían las cosas de cualquier manera… gira a la derecha… no, no, un poco más a la izquierda… espera… retrocede… sí así… no, no un poco más e inevitablemente pasó lo que el resto del grupo estaba viendo venir expectante…retrocedí, retrocedí y acabé dándome el chapuzón más termal q hubiera imaginado, mi orgullo estaba ya en las últimas.Mientras la guía y el resto del grupo se partía lo que literalmente dicen la caja, allí estaba, apenas si había reparado en ella, discreta, de movimientos elegantes y con una sonrisa apacible que le iluminaba el rostro; me tendió la mano… el resto del viaje no me separé de ella… ¿El final? Pensadlo vosotros mismos.
¡Muchas gracias “Mila” y enhorabuena! Y gracias también por la foto de los caballos.
Gracias por el resto de fotografías a Paul SKG y laura padgett en Flickr.