Infografía del El mundo today
Esperó con ansiedad el día del lanzamiento. Había seguido todos los rumores y filtraciones. Estaba realmente entusiasmado. Aquella tarde conectó el ordenador a una de sus páginas web favoritas cuyos periodistas iban dando cuenta de la célebre conferencia que en California había convocado la marca de la manzana reuniendo a lo más granado del mundo tecnológico. La retransmisión de vídeo no paraba de dar fallos por la sobrecarga, cientos de miles de ojos estaban pendiente de lo que allí se estaba cocinando.
Cuando terminó todo no pudo evitar una punzada de tristeza. El nuevo aparato era una verdadera maravilla por su procesador, sistema operativo, cámara, calidad de pantalla... incluía lector de huellas dactilares, barómetro, aplicaciones médicas, monedero electrónico y un sin fin de herramientas. Desgraciadamente no venía la que él más necesitaba, aquella aplicación que le permitiese conectar... consigo mismo.
Estaba ya cansado de conectarse al mundo, de mandar sus fotografías vacacionales o el plato de arroz con curry del restaurante chino de la noche anterior. Estaba harto de ver esas mismas fotografías que le mandaban los demás. No podía más con tanta información basura, tanto mensajito, tanta interrupción.
En Cupertino seguían sin contemplar la posibilidad de facilitar que la gente se conectara consigo misma. Claro, eso precisamente les hundiría el negocio, para qué iba a querer alguien con una buena conexión personal un teléfono de 900 pavos.
Seguiría esperando, tal vez a los de Samsung ó a los de Google se les ocurra.