Revista Humor

Relato: La fobia del superhéroe

Por Déborah F. Muñoz @DeborahFMu

Hoy tocaba hacer un relato cuyo protagonista sufriera de aracnofobia.

La fobia del superhéroe

-Eres un superhéroe, por lo que más quieras. ¡No pueden darte miedo esas dichosas arañas! -se dijo a sí mismo Bart, alias Superleón. Pero nada, no había manera. Le repugnaban tanto que tuvo que llamar a Leia, la vecina de al lado, para que la matara por él.

Ella acudió en su ayuda, como hacía siempre, con la desilusión pintada en el rostro. Dadas sus idas y venidas, y lo cachas que estaba, había sospechado que era Superleón. Hasta que la plaga de arañas sacó lo peor de él y se convirtió en su matabichos particular para no tener que soportar sus chillidos histéricos a través de la pared. Suerte que habían contratado a un exterminador y que ya iban quedando pocas, porque estaba un poco harta de tener que acudir en su ayuda cada vez que una araña diminuta se cruzaba con él en el pasillo y no se atrevía a pasar cerca de ella.

-Hala, ya está -exclamó Leia tras pegarle un pisotón al bicho y tirarlo a la basura.

-Mil gracias -dijo Bart, avergonzado.

-Nada, hombre. Pero deberías consultar a un especialista, o algo -respondió ella con brusquedad, tras lo cual volvió a su casa y le dejó solo.

Aunque no estaba solo del todo. Su mayor enemigo, el Doctor Pesadilla, había plagado su casa de minicámaras. Cuando descubrió la verdadera identidad de Superleón, se planteó la posibilidad de revelarla al mundo para hacerle la vida imposible. No obstante, decidió guardarse la exclusiva y buscar sus puntos débiles en su vida cotidiana. Había esperado una novia a la que raptar -la preciosa vecina era prometedora- o algún trapo sucio, pero lo de las arañas era simplemente delicioso.

Una semana después, el Doctor Pesadilla dio su último golpe rodeado de media docena de robots arácnidos bastante realistas. Para sorpresa de todos, Superleón no dio señales de vida y le dejó robar el banco. En la otra parte de la ciudad, Bart, que ya había hecho las gestiones en la liga de superhéroes para intercambiar su ciudad con otro héroe, fue a despedirse de Leia.

-Oh, por favor, solo son robots con forma de araña y a Doctor Pesadilla no se le ha perdido nada en esta parte de la ciudad -gruñó ella, poniendo los ojos en blanco. Había tenido demasiados vecinos y este, a pesar de su aracnofobia, era bastante normal. No quería que se fuera; a saber qué tarado ocupaba la casa después-. No lanzan telas de araña, ni son venenosos, ni muerden. Si un robot gigante los pisara, ni siquiera harían ese crujidito tan asqueroso al ser destruidos, sonaría más bien como un accidente de tren.

-Tienes razón -dijo Bart, que ni siquiera había pensado en ello. Había sido ver la forma arácnida y perder toda perspectiva. Así que volvió a casa, se puso su disfraz y fue a por Doctor Pesadilla que, confiado, volvía a su guarida con el botín y la escolta de arañas. Superleón se lanzó contra una de ellas y, al comprobar que era como Leia decía, no tardó en convertirla en chatarra. Luego, dio su merecido a su archienemigo, al que inmovilizó, y se ensañó con el resto de los robots.

Cumplido su deber, y detenido por fin el supervillano, volvió a casa, donde encontró una arañita de verdad en el descansillo. Su grito de terror hizo venir a Leia.

-Pero, ¿tú no te ibas? -le preguntó.

-Superleón ha acabado con las arañas -respondió Bart con un toque de satisfacción en su voz.


-Ya. Pues a ver si aprendemos algo de los héroes -gruñó ella y, tras un pisotón que acabó con la araña que atormentaba a su vecino, volvió a su casa con un portazo. No obstante, una vez dentro, sonrió. Le alegraba que no se fuera, a pesar de todo.

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