Revista Salud y Bienestar
Estamos cansados, fatigados, agotados. Unos dicen que por el ritmo de vida, otros por la cantidad de estímulos. Yo sé que es otra cosa. De pequeña teníamos un hamster en su pequeña jaula. Se pasaba la noche trasteando y gustaba correr sin parar sobre su rueda. Desde mi cama le oía en la habitación de mi hermano mayor, se pasaba horas así. Me doy cuenta de que hago exactamente lo mismo. Con mis parejas cambiantes, con el trabajo, con mi madre y hermanos, con mis amigas. ¿Cómo no voy a estar cansada? Intento aliviar esa desesperación con grandes dosis de ruido, estímulos, sexo y alguna que otra droga. Sé que es en vano, nadie apaga un incendio encendiendo nuevos fuegos. Ayer fui a ver a mi médico de familia. Me escuchó, me pidió una analítica y me despachó preguntándome qué pensaba yo me producía tanto cansancio; el muy mamón. Al final voy a tener que ser yo misma quien me dé una respuesta. Así no hay quien pueda, mierda de recortes.