Revista Humor

Relato: Manana

Por Déborah F. Muñoz @DeborahFMu

La consigna de hoy era crear un relato protagonizado por una abuela con superpoderes. Ha salido un cuento muy cuco, la verdad.


Óscar cambiaba de casa a menudo. Cada semana, vivía con una de sus abuelas, la materna, a la que llamaba Manana, y la parterna, a la que llamaba Panana.

Panana hablaba hasta por los codos, le daba dulces y galletas antes de ponerse a hacer sus tareas o ver la tele; como estaba un poco sorda, podía estar a su aire y jugar cuanto quisiera. Pero Manana no solo era huraña y le obligaba a comer sano, encima no se estaba quieta y, lo peor de todo, no le dejaba ni un respiro. Le obligaba a echarle una mano con la limpieza, en la cocina o en el jardín, y siempre le dejaba a él las tareas más penosas y difíciles, por lo que, cuando le dejaba tranquilo, estaba demasiado cansado para jugar. Odiaba las semanas que pasaba con ella.

Por eso, después del incidente en la fiesta de fin de curso, cuando Panana y Manana salieron con él del despacho del director y le comunicaron que pasaría todo el verano con Manana, lloró y suplicó, prometió que no volvería a pasar algo así, y juró que no sabía qué había pasado pero que seguro que no era culpa suya. Pero su adorada Panana fue, por una vez, inflexible, y tuvo que mudarse definitivamente con Manana, con breves visitas de la otra abuela.

Manana, por su parte, se volvió aún más autoritaria. No le quitaba un ojo de encima y le mandaba todo tipo de tareas sin apenas dejarle descansar. Además, no le dejaba salir solo de casa y siempre tenía que ir con ella a todas partes. Óscar no veía el momento de que acabara el verano y pudiera volver al fin con Panana, pero su adorada abuela, cuando fue a hacerle una visita rápida, le dijo que a partir de ahora viviría siempre con Manana.

Así que Óscar decidió fugarse cuando Manana se fuera a dormir, y estaba ya atravesando el jardín cuando aparecieron los hombres y le agarraron. Óscar se puso muy nervioso y el fuego los rodeó, como había ocurrido en el colegio, pero estaban preparados y siguieron tirando de él hacia una furgoneta oscura.

Casi la habían alcanzado cuando Manana apareció de improviso y, agarrando la furgoneta como si no pesara más que la bolsa de la compra, la lanzó por los aires. Luego, se dirigió muy enfadada hacia los hombres, que sacaron unas extrañas pistolas de rayos. Manana alzó una mano y disolvió los rayos, luego, agarró las pistolas una a una y las fundió.

-A mi nieto le crío yo y nadie más que yo. No una estúpida agencia gubernamental. Como volváis a intentarlo, Superlila se volverá a poner la capa, pero para convertirse en supervillana, ¿me he explicado con claridad?

Los hombres asintieron y salieron huyendo. Luego, Manana miró a Óscar, muy enfadada.

-Tú, a casa, ya. Vas a estar castigado el resto de tu vida. Pero bueno, al menos hemos confirmado que tienes afinidad con el fuego y que tus superpoderes no serán variados, como los míos. Así será más fácil, aunque habrá que poner protecciones contra incendios por toda la casa, maldita sea.

Así fue como Óscar averiguó que Manana era la famosa superheroína retirada y que él había heredado parte de sus poderes, pero el resto de detalles no los supo hasta que llegó Panana. Esta, tras descubrir que se había intentado fugar, también se puso furiosa, pero en el fondo entendía a su nieto, porque Manana no era de trato fácil.


Por eso, decidió mudarse con ellos, a pesar de las protestas de Manana, a la que le gustaba la tranquilidad. No obstante, pronto se dio cuenta de que era la mejor solución y Óscar, entrenado por Manana y mimado por Panana, encontró el perfecto equilibrio para convertirse en el perfecto superhéroe. Aunque eso es otra historia.


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