De los rincones obscuros de este cuarto
En la sombra poseída por la decadencia
Alimañas con voces agudas repiten una sola Cosa:
Demencia
Demencia
Demencia
– escuchas eso
– que cosa
– ese ruido
-¿cuál ruido? No molestes y déjame dormir
– son susurros !no paran¡
-debes de estar cansado por el viaje, mejor duerme y veras que pasara
– no, iré a tomar algo
Titubando aun por la experiencia extraña baje las escaleras, todo estaba obscuro y solo por una pequeña ventana en el techo entraba un rayo de luna suficiente para poder guiarme, era muy tarde o muy temprano, en realidad no sabía con exactitud la hora y hacia mucho frió, las lámparas y bombillas no funcionaban por lo cual la casa tenía una imagen espectral, buscando entre las repisas de la cocina encontré varias velas y así estuve mucho tiempo mirando la luz de ellas. Recostado esperando el crepúsculo ya me adormecía, pero de nuevo escucho de entre la nada aquellas voces, un eco incesante rodeaba mis oídos, estremecido tenia aquel presentimiento tétrico, inmovilizado por el miedo me decía a mi mismo “ son tonterías, imaginaciones de niño nada más” pero las voces parecían acercarse cada vez mas, hasta que los susurros poseyeron toda la sala y algo espeluznante invadía todos los sentidos, las velas se apagaron de un soplido, fue en ese instante cuando la escuche claramente a mi lado, una voz femenina susurrándome al oído, los nervios a filo de espada, los pies congelados, el pecho apretado y el corazón a punto de estallar, me hicieron saltar y correr como loco, llegue casi muerto al cuarto donde estaba Boris y al instante así sin más, me quede profundamente dormido.
“Los sueños son más seguros que la realidad”
Desperté al anochecer, no podía creer todo el tiempo que había dormido, pensé “ de vez en cuando un susto puede ser bueno” y reí como ríen los desahuciados, al recobrar la razón note que Boris ya había reparado algunas ventanas y lámparas, la casa había estado abandonada y nada servía bien, sus dueños tíos de Boris vivían hace mucho tiempo en el extranjero y nos la prestaron con la condición de que la arreglásemos, está ubicada en una zona elegante y calmada de esta ciudad fría, que era nueva para mí, pues habíamos decidido junto con mi amigo concentrarnos enteramente a viajar y esta era nuestra segunda parada.
— ¿que paso anoche? Te oí correr como loco.
– nada un pequeño susto.
— no me digas, el primer día y ya te asustaron.
– no me creerías lo que me paso.
— no te preocupes, cuando era niño visitaba mucho a mis tíos y al principio asusta un poco la forma anticuada de la casa, pero ya te acostumbraras.
Después de haber arreglado algunas cosas y ordenado otras, la noche me invitaba a salir, era muy tarde pero que importaba ¿quién querría ir a la cama después de dormir todo el día? Las calles nocturnas, solitarias y taciturnas daban una sensación de soledad tan hermosa, la belleza de la noche iluminada por las lámparas amarillas y los caminos vacíos, solo yo y el tiempo, solo yo y el frió daban una sensación de ficción en lo real. Me deje llevar por mis pies hacia un Coffeshop oculto bajo dos grande árboles que guardaban el lugar, entre y estaba casi vació, perfecto para mi pues odiaba los lugares con mucha gente.
— Buenas noches, aquí está la carta.
— gracias. Dame por ahora un expreso
— OK, enseguida.
La mesera de aspecto gótico me sonrió amablemente y aun así se demoró con mi expreso, pero yo no tenía prisa, el sitio me era placentero, con luces suaves y adornos antiguos, algunas lámparas, ventanales y la música perfecta, lo más atractivo era lo secreto que parecía el lugar. Al fin mi café llego para calentarme, mientras lo bebía meditando en pérdidas ideas, sentía que me observaban “ese presentimiento nunca es vano”, una mujer tres mesas frente a mi lo hacía, la ignore por un rato pero luego sus incesantes ojos negros no me fueron indiferentes, de pronto se puso de pie y se dirigió hacia mí, ella era de piel canela, rostro hermoso, cabello suelto y aspecto gitano, se sentó frente a mi como si estuviera todo destinado.
–Hace tiempo te estaba esperando, sabes a pesar de todo siempre recordaba algo de ti, aún tengo algunas de tus notas y cartas siempre las leo.
— eh ¿Acaso nos conocemos?
–no has cambiado nada, sigues olvidándote de las personas como si no fueran importantes, pero aun así mira, estamos en el mismo sitio donde estuvimos por última vez.
En ese instante no dije nada y busque entre los archivos memoriales algún recuerdo, sin embargo aunque era hermosa no sabía quién era, por lo cual sin saber que responder me quede en callado. La noche se hizo más fría y por momentos parecía que caería una tormenta, ella mirando por la ventana sonreía y dijo
— va a llover, me encanta la lluvia, tu siempre me decías que esta era tu hora favorita.
–si es verdad, donde vivía antes casi no llovía y si lo hacía, yo estaba siempre muy ocupado, creo que ese pensamiento se me había olvidado.
Callamos durante varios minutos, yo tomaba mi café y juntos mirábamos a través del ventanal, la lluvia se hacía como una sinfonía que tocaba una melodía triste y hermosa, era un teatro mágico frente a nosotros, una ocasión como pocas, por momentos me quedaba mirando a mi extraña acompañante que llevaba unos aretes rojizos con cierta forma tribal que relucían perfectamente con sus labios rojos, su ojos suaves y precisos denotaban cierta tristeza y misterio que me intrigo y sonreí.
— eres muy bella pero en realidad creo que me estas confundiendo, no te he visto sino hasta ahora.
Ella me respondió inmediatamente
— quizás es verdad eso de que no me hayas visto hasta ahora, y ahora yo me doy cuenta de que aún no eres, pero esperare y ya te darás cuenta.
Ella se levantó se acercó me beso la frente y luego me guiño el ojo, esto en realidad me dejo una sensación de embriaguez indescriptible, me pareció entonces recordar en ese instante aquel susurro espeluznante del día anterior.