Revista Humor

Relato romántico: Artimañas

Por Déborah F. Muñoz @DeborahFMu

Hoy tocaba hacer un relato que contuviera la frase "¿Me estás espiando?" y la palabra "peregrino"

Artimañas

Lolo estaba muy agobiado: cada vez tenía más trabajo en la oficina y, para colmo, tenía que hacerle todos los recados a su madre, Maripaz, que se había roto una cadera. Además, no paraba de cruzarse con esa mujer preciosa e irritante que parecía querer llevarse los mismos artículos que él allá donde fuese.
El colmo de los colmos fue cuando ella se encaró con él frente a toda la tienda de mascotas, donde había tenido que ir a comprar una marca muy específica de golosinas para el gato de su madre, y le dijo en voz alta:
- ¿Me estás espiando?
Un pensamiento peregrino cruzó su mente: "Quizás la que me espía es ella. Pero no", se corrigió, "una mujer así no necesita recurrir a artimañas para llamar la atención de nadie"
-Como si no tuviera otra cosa que hacer -respondió, a la defensiva. Ella parecía tener ganas de guerra y Lolo no tenía tiempo para esas cosas, así que se dio media vuelta, dejándola plantada en medio del pasillo, y se marchó tras pagar las dichosas chucherías del gato.
Un rato después, en el hospital, cuando ya casi estaba a punto de acabar el horario de visitas, Lolo se desplomó en el sillón del acompañante y le comentó a Maripaz la escena que había estado a punto de montarle esa loca. Justo cuando su madre comenzaba a decir que seguramente era un malentendido, la loca irrumpió en la habitación.
-¡Me he olvidado las llaves de tu apartamento y tengo que dar de comer a tu gato! -le dijo a su madre, la anciana de la cama de al lado de Maripaz-. No te vas a creer el día que llevo, hay un loco que parece seguirme a todas partes y... ¡tú! -exclamó, tensa, cuando vio a Lolo.
Él también se puso en tensión, pero apenas unos segundos después la verdad pasó por la mente de ambos, que se giraron airados hacia sus respectivas madres.
-¡No me lo puedo creer! -exclamaron al unísono.
-Ay, hijo -dijo Maripaz-, es que siempre veníais a vernos en horarios distintos y nunca coincidíais, pero sois tal para cual y pensamos...
Esta vez, los hijos hicieron frente común contra sus madres, cansados de que intervinieran en sus vidas para buscarles parejas que no necesitaban, pero fueron interrumpidos por una enfermera que les avisó de que el horario de visitas había acabado. Abandonaron juntos la habitación y, una vez en el ascensor, ambos suspiraron, agotados, al unísono.
-Esta hay que devolvérsela -dijo la mujer entonces-. Por cierto, soy Ana -añadió, y le tendió la mano.
-Lolo -respondió él, estrechándosela-. ¿Tienes algo pensado?
-Nada de momento... ¿Has cenado? ¿Tomamos algo en el bar que hay ahí enfrente y le damos una vuelta?
Lolo, aunque estaba agotado, aceptó y no tardó en descubrir que Ana y él eran, de verdad, tal para cual. Ella pensó lo mismo y ambos empezaron a salir, eso sí, sin contárselo a sus madres, que siguieron sufriendo, durante meses, por la soltería de sus hijos. Al menos, hasta que decidieron irse a vivir juntos y ya no pudieron ocultarlo más, lo que hizo que las conspiradoras no sintieran que habían recibido ninguna lección. Más bien al contrario: después de todo, habían logrado su objetivo, así que se sentían casi obligadas a seguir interviniendo en las vidas de sus hijos. Próximo objetivo: nietos.

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Todos los relatos cortos y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia


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