El reto para hoy era: Escribe una ucronía. Y yo me he querido imaginar Roma si Julio César no hubiera muerto en los idus de marzo.
Cayo Octavio se colocó en una posición discreta en la procesión fúnebre del anciano César, que comenzaría en breve. Su mente trabajaba a toda velocidad sobre los próximos pasos a dar. Su posición era precaria y se sentía viejo, llevaba demasiados años a la sombra de ese hombre magnífico, que había utilizado su mente brillante y la arrolladora personalidad de Marco Antonio como arma para que se cumpliera su voluntad hasta que dejaron de serle útiles.
Tiempo atrás, quizás si aquellos idus de marzo hubieran acabado de otra forma, Octavio habría sido el heredero del dictador. No obstante, ahora tenía hijos romanos que podían ocupar ese puesto, todos de gran inteligencia y amados por el pueblo romano.
Según iban creciendo, Cayo Octavio se había visto cada vez más aislado y más lejos del poder, ya que César le quería como subalterno, no como amenaza para él y su descendencia. Si se hubiera enfrentado a otro hombre, Cayo Octavio se las habría arreglado para brillar igualmente y oponerse a él, incluso para eclipsarle. Pero César no era un hombre cualquiera y siempre iba varios pasos por delante.
La última jugada de Cayo Octavio, el intento sutil por volver de nuevo la opinión pública contra la reina Cleopatra, había sido descubierta hacía pocos días, y César se había encolerizado. Los resquicios de su cariño en tiempos pasados habían evitado que le mandara asesinar y, por suerte para Octavio, había muerto de viejo antes de tomar las medidas para alejarle de Roma.
No obstante, no estaba olvidado. La mirada que le dirigió el hijo mayor del dictador, Julio, que estaba muy unido al bastardo Cesarión, se lo confirmó. Julio no solo era clavado a su padre en apariencia, también tenía su inteligencia superior y su carisma. Además, sus victorias en tierras germanas y en África y Asia habían contribuido a forjar una leyenda a la altura de su progenitor.
Incluso si Julio no estuviera, Secundo, no tan inteligente pero mucho más taimado, responsable de la desaparición de lo que quedaba de la República y de muchos asesinatos de rivales de la familia, se encargaría de hacérselo pagar.
No, no tenía nada que hacer. Lo mejor era que se retirara discretamente y esperara a que las aguas se calmaran. No quería morir, aunque no le quedara nada. Solo los viejos tiempos donde su mayor rival era el estúpido de Marco Antonio, donde podría haber sido César Augusto, donde podría haber sido incluso más importante que Julio César y haber encaminado Roma en otra dirección. Si esos idus de marzo los senadores hubieran tenido éxito, si Cayo Octavio hubiera ayudado en algún otro de los complots para asesinarle, si no hubieran nacido esos niños, las estatuas tendían su rostro y estaría cubierto de gloria. Si César hubiera sido asesinado en los idus de marzo, él habría sido el más grande.
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