Un nuevo relato en el que escribo basándome en lo que sacaron los dados...
Un modo de localizarla
Había pasado una gran tarde con Elise. Sus manos no se habían soltado ni por un segundo, y ella parecía muy interesada en lo que le decía. Así pues, después de acompañarla a su casa y de hacer un largo camino de vuelta hasta la estación de tren, que solo logró localizar gracias al navegador gps del teléfono, se puso a dibujar la tarde que habían pasado juntos, soñador.
Tan concentrado estaba que no se percató de que le estaban robando su maletín, donde llevaba sus dibujos y, lo más importante, su teléfono.
El aparato no estaba localizable, pero decidió no borrar en remoto sus datos con la esperanza de que el ladrón lo encendiera en una zona wifi y se sincronizaran los datos con su nube; así podría recuperar el número de teléfono de Elise. Poco le importaba todo lo demás, salvo la forma de contactar con ella: se habían conocido en una exposición de una zona de la ciudad que ninguno solía frecuentar y no era probable que volviera a encontrarse con ella para pedírselo de nuevo.
No hubo suerte, pero luego cayó en que sí que sabía una cosa: dónde vivía. Así que lo primero que hizo a la mañana siguiente fue tomar el tren e intentar localizarla en su casa.
Se perdió varias veces; ya era difícil llegar con la ayuda del smartphone, pero esta vez no lo tenía y tampoco había estado especialmente pendiente del camino el día anterior. No obstante, horas después, agotado y hambriento, llegó hasta la casa y llamó al timbre.
Le abrió una señora entrada en años, que le comunicó que allí no vivía ninguna Elise. Seguro de que esa era la casa, insistió, desesperado, hasta que la anciana le dio con la puerta en las narices y gritó que llamaría a la policía cuando siguió en el umbral, suplicando.
Se alejó de la casa, desconcertado. Era una fachada inconfundible, pero por si acaso dio vueltas por el vecindario, no fuera que encontrara otra igual, e incluso llamó a varias puertas para preguntar. No se rindió hasta bien entrada la tarde, pero finalmente tuvo que aceptar que no volvería a localizar a esa chica tan especial.
Cuando por fin se largó del pueblo, Elise, escondida en el segundo piso de la casa de su abuela, la misma mujer que había negado conocerla, suspiró aliviada.
Había pasado una tarde estupenda con él, pero esa misma mañana, había empezado a mandarle mensajes obscenos y luego se presentaba en su casa, desarreglado y comportándose como un desquiciado. Definitivamente, no volvería a dar su número de teléfono a alguien al que conociera tan poco, y mucho menos dejaría que la acompañara a casa, por mucho que sintiera de nuevo esa conexión tan especial.
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