Revista Humor

Relato: Una oferta para Bigfoot

Por Déborah F. Muñoz @DeborahFMu

Hoy tocaba hacer un relato que combinara Bigfoot, el Hada de los Dientes y un cabrero. Lo mezclo con otras consignas de otro reto en el que había que meter las palabras planeta, lágrima y camaleón.

Una oferta para Bigfoot

Bigfoot estaba harto de no poder pasear por sus montañas para evitar a esos estúpidos humanos obsesionados con encontrarle. Por eso, cada vez que iba a las reuniones de criaturas ocultas, no paraba de quejarse.

-Oh, por favor, déjalo ya, todas las décadas con la misma monserga -se quejó el Hada de los Dientes.

-Qué fácil para ti decirlo. Te puedes pasear por cualquier lugar del planeta, tan chiquitita y con tus poderes de camaleón.

-No te quejes tanto, tú al menos no pierdes tu fortuna a cambio de los dientes de unos humanos desagradecidos -suspiró el hada. Una lágrima solitaria rodó por su mejilla.

-Fuiste tú quien empezó a dar su dinero a cambio de dientes, ¿a santo de qué te quejas ahora?

-Quería construir un palacio con ellos, son un estupendo cemento y el esmalte le daba un brillo especial. Pero hace años que acabé de construir mi residencia, y mi casita de verano, y ya no sé qué hacer con tanto diente. Hasta mis muebles están hechos con dientes, ¡estoy harta! Es una sangría.

-No te gastas menos de lo que ganas con los derechos de imagen de todas las películas y cuentos que hacen sobre ti, ¡no te quejes! -Bigfoot empezaba a enfadarse, ¿qué derecho tenía ella de quejarse, si tenía total libertad para ir donde quisiera?

-¡Tú también ganas mucho dinero gracias a derechos de imagen, simio gigante! -le reprochó ella.

-Pero ahí está la clave, yo no quiero dinero ni puedo gastarlo porque, en cuanto hago el intento de salir al exterior, los humanos me persiguen. ¡Cambiaría todo mi dinero por poder dar un paseo tranquilo!

El Hada de los Dientes tuvo entonces una idea genial y maravillosa, con la que recuperaría parte de la fortuna que perdía por culpa de los dientes. Así pues, abandonó la reunión e hizo gestiones con sus abogados para comprar una de esas cientos de islas sin atractivo ni interés que hay por el mundo. Encontró una baratísima, pura roca desnuda con cuatro plantas que rumiaban unas cuantas cabras, con la única compañía de un cabrero. Se deshizo del humano ofreciéndole más dinero del que nunca habría soñado, pero que para ella suponía una ínfima parte de su fortuna, y corrió al escondite de Bigfoot, al que le describió la isla que acababa de comprar.

-¡Es perfecta! ¿Cuánto te ha costado? ¡Te la compro!

-No podrías pagarla ni con toda tu fortuna -dijo ella, con avidez.

-Te daré todo mi dinero y te cederé todo lo que gane a partir de ahora gracias a mis derechos de imagen -le propuso el monstruo.


El hada aceptó el trato y se marchó, muy segura de que había salido ganando. Aunque, en realidad, quien habría ganado era Bigfoot, que ahora era pobre, sí, pero tenía su isla, sus cabras y toda la felicidad que podía desear, mientras que ella nunca tendría suficiente dinero ni posesiones materiales para sentirse feliz.

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