¿Qué me está pasando? –Se pregunta, mirándose frente al televisor, al oscuro reflejo que ilustra cuando se encuentra apagado-. No puedo seguir así, esta abstinencia me va a enloquecer, no puedo volver al hospital, allí es horrible, hice muchas cosas buenas para hacerles creer que estoy bien –su rostro reflejó una sonrisa de campeón, inclinada a la locura-, no soy así, lo bueno no va conmigo, me gusta la carne humana, es exquisita, esa sensación de sentir el aroma de un buen trozo de pierna azada.
¡Ya basta, eres un humano y ellos no se comen entre sí, eso es canibalismo! Pero… ¿Por qué los animales si lo pueden hacer? es tan normal verlos como se alimentan por su instinto de naturaleza; en gran parte, nosotros también somos animales. Giro lentamente su cabeza hacia el sillón en donde Rosell estaba, la miró de pies a cabeza, con la oscuridad de la sala se podía ver su piel casi pálida. ¡Oh, debo llevarla al hospital, se está quedando con poca sangre, quién habrá sido el imbécil que la corto de esa manera, si me entero o descubro a la persona que lo hizo, va a pagar con cada parte de su cuerpo y deseara no haber nacido; ja, ja –Risa psicópata-. Sus ojos regresaron la mirada al reflejo del televisor, se arrodilló y le preguntó: ¿fuiste tú, señor Fedeer? Eso no se hace, sabes que primero debes consultarlo conmigo. -¡cállate! –Le respondió el reflejo-, tu cuerpo tenía hambre, mira cómo estás, eres un estúpido si crees que con solo comer sus miembros te vas a alimentar bien, necesitas más que eso, ¡Necesitas de mí!, -le gritó, un paso atrás logro dar Steven.
*Que estúpido nombre ¿no creen?
¡Ring!, sonó el timbre a la puerta…
¡Ring!, por segunda vez sonó el timbre a la puerta. Steven solo observó el reflejo de la sombra, la cual se alcanzaba a ver por debajo de la puerta.
-Ve y averigua quien toca la puerta, que todavía tengo antojos de saborear otros senos, si es una morena, hazla pasar, quiero saber a qué sabe el chocolate –dijo Fedeer, con una voz delgada y ligera, con toque perverso.
Steven se dirigió a la puerta, pero antes, se peinó primero su pelo largo y alborotado parándose frente a Rosell. Sus lentes son los suficientemente oscuros para usarse como espejo.
-Le Preguntó a Rosell sonriendo-: ¿Te gusta mi cabello? Es lindo ¿no crees? Ya vuelvo, no vayan a empezar sin mí –Les dijo, señalándolos a los dos, sabía que entre ellos se traían algo, su mira los delataba.
¡Ring!, por tercera vez vuelve a sonar el timbre a la puerta.
Steven gira la perilla y solo accedió abrir la puerta unos 30 grados de ángulo.
-Hola señor Max, es extraño verlo por aquí tocando a mi despacho a estas horas –le dijo, con una observación dada a su reloj, apuntando las 10:30 pm.
Max es el esposo de Rosell.
-Qué pena molestarlo a esta hora señor Steven, pero mi esposa no ha llegado del trabajo y hace una hora debió haber estado ya en casa y estoy preocupado.
-Sí, te entiendo, y ¿yo en este caso en que te puedo ayudar?
-Mi hijo no ha querido irse a dormir esperando a su mamá y está en la sala viendo tv. Quisiera saber si usted me podía hacerme el favor de cuidarlo; solo por un momento mientras voy por mi esposa.
-Le preguntó con una felicidad en su rostro-: ¿Qué te cuide a Carlitos?
-Sí.
Fue excitante para Steven al saber que quedaría a solas con Carlitos en la casa de ellos.
-Alguien virgen, creo que adelantare mi desayuno del nuevo mes -en su mente así lo planeó.
-¿Si puedes?
-S-s-sí. –Tartamudeó por la felicidad de la que su miembro estaba sintiendo.
-Le diré entonces a Carlitos que tú lo vas a cuidar hasta que yo llegue.
-Sí, ya en momento voy a tu apartamento.
Steven cerró la puerta introduciéndose nuevamente a su apartamento.
-¡Señor Fedeer, sé que te va a gustar lo que acaba de pasar!
Al girar, Rosell estaba completamente desnuda y solo se podía ver la sombra del señor Fedeer por un costado al cuerpo de ella.
La sombra expresaba claramente como él, la penetraba con envestidas salvajes, pero su cuerpo no estaba allí, solo se podía ver, el acto sexual de los cuerpos por el reflejo del televisor; carnal para Steven pero excitante para el señor Fedeer y Rosell. Sí que lo disfrutaban.
-Ahora Carlitos sentirá a este salvaje que hay dentro de mí –dijo en voz baja, poco audible para ellos dos.
Dió paso a su habitación, no quería interrumpirlos.
-¿Dónde estará ese cuchillo? –Se preguntó, rebuscando entre sus cosas-. ¡Sí!, hoy tú me vas a ser mi aliado para disgustar mis deseos –dijo, hablándole a Morti, lo había encontrado, así era como él lo llamaba.
Salió de la habitación. El señor Fedeer y Rosell todavía seguían disfrutando de su frenética escena bestial. Steven siguió con su recorrido hasta llegar a la puerta.
Que salvaje eres señor Fedeer –volvió a pensar libremente, hasta la voz de su cabeza hablaba con picardía y sibarítico.
-Carlitos, el señor Steven te va a cuidar, yo vuelvo ahora, voy a recoger a tu mami. Te portas bien, y le haces caso a todo lo que él te diga ¿oíste?
Carlitos acentuó con su pequeña cabeza.
Steven sólo reflejó una sonrisa en su rostro, tan natural que cualquier persona lo consideraría un ser de paz.
-Steven, si se queda dormido en el sillón, déjalo ahí, cuando yo llegue, lo llevare para la cama. Evita que coma cualquier cosa, a esta hora le no le cae muy bien, y puede que tenga una mala digestión y termine vomitando.
-Ve y busca a tu esposa, yo cuidare bien de tu hijo, no te preocupes.
-Gracias, te lo pagaré cuando pueda.
Max salió sin dejar rastro. Steven no se preocupó por el tiempo en que fuera a demorarse en llegar, iba a ser eterno, tanto así, que el reencuentro para él y para Carlitos nunca llegaría.
-Bien Carlitos, entremos. Eres lindo –dijo, mirándolo lujuriosamente.
