Fue un atasco tremendo: diez horas detenidos en la autopista por un desprendimiento de rocas. Aquello se convirtió en un reflejo de la vida y la muerte. Los pasajeros del autobús y muchos de los que viajaban en los automóviles, organizamos el tiempo, la comida, la bebida y el sueño de los niños, de tal manera que las horas que estuvimos detenidos se nos pasaron sin sentir. Los juegos, cantos, chistes, pasatiempos, y la alegría, hicieron que se creara un vínculo mágico entre nosotros. Hasta surgieron idilios, enamoramientos, y propuestas laborales. Sin embargo, todos sabíamos que la hora de partir llegaría de un momento a otro.
Por eso, cuando nos dijeron que la carretera ya estaba expedita, no nos alegramos, al contrario: todos supimos que jamás volveríamos a vernos, y eso nos entristeció.
Autora: María del Carmen Guzmán Ortega.