Hacia una noche calurosa, las luces de las casas relucían entre los arboles a uno y otro lado de la calle. Era tarde en la noche, el repiquetear de sus apurados pasos cortaba el silencio.
El ruido de un avión distrajo su atención, alzo la mirada y siguió por un momento las luces de la aeronave a través del tapiz de estrellas. El hombre reemprendió la marcha.
El primer golpe le dio en la nuca. Quiso llevar su mano al punto dolorido, pero el brazo se le quedo paralizado. Intento volverse, pero sus piernas cedieron ante su peso. Cayo de rodillas.
El segundo golpe se estrello en su oído. Se desplomo de costado. Murmuro algo ininteligible. El tercer golpe fue a caer sobre la tapa del cráneo. Noto que se le desgarraba la piel. Hubiera deseado tener una fuerza sobre humana.
Sentía correr la sangre sobre su cuello, una mano palpaba su cuerpo. Vio inclinarse una sombra sobre el. La mano se introdujo en sus bolsillos, le arrebato la billetera. Al instante ceso todo contacto.
Un haz finísimo de luz cegó sus ojos. Tuvo que hacer acopio de todas su voluntad para cerrar los parpados insensibles.
El ultimo golpe fue suave, casi como la palmada de un amigo al despedirse. Su frente latia terriblemente. Logro reunir fuerzas suficientes para pedir auxilio.
Habían transcurrido unos minutos cuando su cuerpo fue descubierto por un vecino que salio de su casa armado y con una potente linterna.
Una ambulancia llego al sitio y atendió al herido. Lo metio en la parte trasera y arranco. Un par de kilómetros adelante se detuvo. El paramedico bajo y se introdujo en la cabina de auxilio de la ambulancia.
Se inclino sobre la camilla y puso un arma en el costado del herido. Sentía el aliento del hombre sobre su cara. Intento hablar pero la cabeza le daba vueltas. Todo era confuso.
El enfermero apretó el arma sobre la columna vertebral y disparo dos veces. Bajo, entro a la cabina del conductor, quito el freno de mano y dejo que la ambulancia bajara por el barranco que tenia al frente...