Lo que más angustia produce al ser humano es la pérdida. Hay muchos tipos de pérdida, grandes y pequeñas, llevaderas o no. Desde nuestra tierna infancia llevamos padeciendolas de continuo y no nos acostumbramos a ellas por años que tengamos, siempre nos sorprenden y nos rasgan el alma.
Tal vez el común denominador a todas ellas es una cifra inmensa que podríamos llamar la gran pérdida, aquella situación en que perdemos todo.
Cada cual fabula o entiende este quebranto a su manera: muerte propia o ajena, locura, destrucción, torutura, inequidad o sufrimiento eterno. Los iluminados de todos los tiempos descubrieron el truco de esta ecuación infame: no somos nada, no poseemos nada. Cero entre infinito es cero, se acabó el sufrimiento. Lamentablemente el nivel matemático de la humanidad no supera el jardín de infancia tal y como ocurre con otros espacios cotidianos como la ética, la conciencia o la espiritualidad. La cruda realidad es que seguimos sufriendo una barbaridad. Una pendiente resbaladiza... abocada irremisiblemente a perder.