Revista Opinión

Religión y política. Generar moral y capacidad de arrastre.

Publicado el 06 junio 2017 por Manuhermon @manuhermon
Altos números y proclamar victorias, pretendían generar moral. Izquierda radical y militancia 1965-1982
Todos los partidos y todas las naciones, así como todas las religiones, saben que los sentimientos compartidos son una fuerza de unidad,… La cooperación, la espiritualidad e incluso el amor podrían añadirse a los ‘patriotismo, fidelidad, obediencia, coraje y compasión’ darwinianos como componentes del pegamento social, pero resulta difícil identificarlos. Steve Jones[1]. Cooperación, espiritualidad, amor, patriotismo, fidelidad, obediencia, coraje… son términos ampliamente utilizados dentro del movimiento obrero y las revoluciones. Puede ampliarse el significado de algunos términos religiosos a significados políticos: iglesia, partido, religión, comunismo, sacerdotes, nomenclatura, clero, élite política, etc. Muchos comportamientos religiosos se identifican con prácticas políticas y a la inversa, ambos contienen poderosos agentes de unión y exclusión, la militancia radical utilizaba de estos componentes, soportados por la utopía. Cuando  ésta desapareció, el edificio del compromiso militante se derrumbó. Ambos terrenos de intervención humana, política y religión, quieren edificar un mundo sustitutivo del existente, construir una interpretación particular de la vida con principios ilusionantes y aterradores; ambas militancias requieren actividad social, exigirán proselitismo, agitación y propaganda sometidos a reglas y normas de organización grupal; ambas promueven la certeza en sus principios doctrinales y en su paraíso hasta el enfrentamiento con otras doctrinas que siempre serán falsas; una escisión construirá su identidad no solo a favor de un nuevo paraíso y generando otras normas de comportamiento y organización, además fomentará el odio hacia los otros, -toda identidad se construye con elementos pro y contra-; en ambos casos fomenta la fe en las propias teorías y sus intérpretes, fomenta la adoración a sus obispos, a la élite ejecutiva, acompañada del desprecio a cualquier otra élite. Ambos, el partido y la secta, consideran ser los únicos fieles interpretes de textos sagrados en los que se apoyan, tienen toda la razón; sus integrantes, sus líderes se comportan como elegidos por el destino, dotados de superior calidad al resto de mortales los permite definir nítidamente la finalidad, el paraíso hacia el que caminar y los enemigos a destruir; ambos determinarán los fines a lo que todo queda subordinado, todo es permitido al ir encaminado a lograr el objetivo; las estructuras del grupo premiarán al obediente, asimilarán a quienes defiendan el discurso interno y reprimirán y expulsarán a quienes no se sometan… Los números aquí serán importantes. Las cifras son terreno resbaladizo susceptible de herir, atentarán contra postulados sustentados en ideas tales como las siguientes: ‘’el pueblo haría caer la dictadura; la inmensa mayoría de los españoles en un lado se enfrentaba a la camarilla del Pardo; La gente, todos contra la oligarquía financiera y terrateniente; Los españoles quieren una revolución y están en puertas; no se llegó a ella porque unos pocos, traicionaron a la mayoría revolucionaria del pueblo…’’
Aquella ensoñación escondía la realidad. Éramos muy pocos militantes en la izquierda radical y la inmensa mayoría de españoles no quería revoluciones. Si bien las movilizaciones en el tardo franquismo fueron muy fuertes, lo fueron fundamentalmente por mejorar las condiciones de vida y para defenderse de las agresiones de la patronal y el Estado, despidos, sanciones, topes salariales, inflación, paro… era evidente que la gente no apoyaba las opciones políticas que pretendieran una revolución, un Nuevo Mundo Socialista.
Grandes mayorías de población eligieron una sociedad parecida a la francesa, con mejores de condiciones de vida, más libertades y derechos, formas sociales democráticas europeas eran el objetivo deseado por la inmensa mayoría; la realidad mostraba insistentemente que quienes se incorporaban a la lucha rechazaban sumarse a las opciones de la izquierda radical, en muchas ocasiones identificadas como sectas, buscaban mayor comodidad en la cercanía del revisionismo, o incluso abandonándolo para acercarse a los reformadores, menos exigentes y más laxos en su militancia y con mayor proximidad al objetivo de libertades individuales democrático occidentales.
Esta realidad era apreciada por todas las fuerzas políticas, incluidos los grupos de extrema izquierda, de hecho, supuestamente para lograr mayor inserción entre las masas, muchos de los partidos situados en la izquierda radical, hacia 1977 comenzaron a reflejar en sus publicaciones objetivos concretos bastante distanciados de sus ideas y proclamas originales revolucionarias aceptando y potenciando la legalidad democrático burguesa que se iba configurando.


[1] Jones, Steve, ‘Ciencia y creencia. La promesa de la serpiente.’. Turner. 2015’’

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