En la sede de Alcobendas del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología se exhiben algunos objetos antiguos singulares como la Copa de Ajaz, un reloj solar en latón de 1547 ejecutado por el relojero y matemático George Hartman de Núremberg.
La inscripción del interior da cuenta de su razón de ser: Hidravlicum Qvod Mirabili Artificio Horlogivm Achas In Qvo Esaias Vmbram Solis Retrorsum Dvxit Decem Gradievs Radiorvm Solis In Aqva. Georgivs Hartman. Noremberge. F. 1547. Polvs GR 41. MI. 41
El gran interés del reloj consiste en mostrar como con la ciencia se da sentido a un fenómeno sin tener que recurrir a los milagros. El reloj puede cambiar la hora según esté vacío o lleno de agua a causa de la refracción de la luz.
La Biblia cuenta la historia de la enfermedad de Ezequías que habiendo sido desahuciado implora su curación. Isaías hace de intermediario ante Dios y consigue que sobreviva. La señal de recuperación será el retroceso del reloj. El Señor declara: He aquí que yo haré retroceder la sombra los diez grados que ya ha descendido con el sol en el reloj de Acaz. Y el sol retrocedió diez grados, por los cuales ya había descendido (Libro de los Reyes).
Hay constancias de que, al menos, otros dos relojes similares fueron construidos por el artífice. Se trata de una curiosidad muy significativa del racionalismo renacentista.
Hartman construyó sus relojes de forma empírica pues hasta un siglo más tarde no se establecerá la ley de Snell/Descartes que determina con precisión la refracción de la luz El fenómeno ya había sido estudiado experimentalmente desde la época clásica. Ptolomeo ya tábuló sus medidas y los árabes continuaron la experimentación hasta el punto de anticipar la futura ley.