Piense en la primera cita romántica que tuvo con esa mujer que le gustó o con aquel tipo que le fascinaba. Todo era perfecto: la conversación fluía, la comida estaba deliciosa, a su pareja se le ocurrieron chistes muy ingeniosos y ninguno de los dos se quería despedir cuando la noche se acabó. Ahora imagine que al día siguiente todo se repite exactamente igual: las palabras, el menú, el restaurante. Pero quien está al frente suyo es otra persona. Parecida pero otra. Eso es un remake. Aquella palabrita gringa con la que se nombran los films que están basados en otra película o en una serie de televisión.
Es casi obvio entonces por qué los remakes casi nunca funcionan bien. Y digo casi nunca porque en el cine, como en la vida, no hay verdades absolutas. ¿Recuerdan los más adultos o los que sintonizan canales como MGM y TCM esa genial película de gángsters de 1982 que es Scarface, en la que Al Pacino se fajaba una actuación antológica? Pues esa película era un remake de la original Scarface, que ninguno de nosotros vio, porque estuvo en cines en 1932. Incluso, en contadas ocasiones, el remake es mejor que el original, como The departed, que superaba por mucho a la película hongkonesa en la que se basaba: Infernal affairs. No era sólo que se cambiaba a los protagonistas de ojos rasgados por Matt Damon y Leo DiCaprio. Era que detrás del asunto estaba un maestro como Martin Scorsese, que supo tomar el material original y volverlo una película con su firma narrativa.
Pero esas son excepciones. La dura realidad es que los remakes se hacen porque el cine es un negocio y como en todo negocio, alguien quiere minimizar los riesgos, haciendo de estas cintas un remedio fácil para la salud de la economía cinematográfica. La lógica de los productores es ¿para qué buscar una idea original si hay pilas de ideas que ya demostraron que funcionaron? Es decir, ¿para qué tomarse la molestia de usar el cerebro? Y es allí donde radica el problema: pareciera que a los guionistas de remakes los sacaran del pabellón de lobotomías de un hospital. Por eso surgieron cosas tan terribles como Godzilla, que convertía al antiguo y respetable monstruo japonés en una lagartija con gigantismo perseguida por idiotas o esas versiones descafeinadas de El aro que protagonizaba Naomi Watts? ¿Cómo no enojarse cuando aquellos dibujos animados como el Inspector Gadget o Mr. Magoo que tanto nos divertían cuando niños, perdían su gracia desde que a alguien se le ocurría volverlos de carne y hueso?
Pero la tragedia no parará. La crisis económica ha hecho que en el mundo entero y especialmente en Hollywood haya menos espacio para el riesgo (y más espacio para los muertos resucitados que son los remakes). En los próximos meses tendremos que soportar las nuevas versiones de Evil dead, de Dirty dancing, de Robocop. Y cuando salgamos, inevitablemente tristes por la comparación con las historias y las imágenes que teníamos en nuestros recuerdos, menos perfectas pero tal vez por eso más ingeniosas, pensaremos que lo bueno de que la industria cinematográfica colombiana esté en pañales es que todavía no tenemos remakes y no hay que ver a Sebastián Martínez reemplazando al Gordo Benjumea, en la nueva versión de El taxista millonario. Por ahora.
Remakes: películas remedio, remedos de historias originalmente publicado en www.ochoymedio.info/blog en Feb 7, 2013.