Revista En Femenino
Remembers
Hoy,el cocinero se levantó filósofo ¿o resacoso? ¿O ambas cosas? Lo cierto, es quehoy, el cocinero, no tiene ganas de cocinar.Losabía, sabía que no debía abrir mi vieja caja metálica de Galletas MaríaReverter —por cierto, me pagarían una pasta por ella— allí hay recuerdos, muchosrecuerdos, fotos, algún libro mítico, recortes de prensa, recetas, algunasemilla o especia imposible y sueño, muchas horas de sueño.Abrirla caja, supone leer un libro, La disparatada vida de Elisabeth, de LuisAntonio de Vega, un libro heredado y que me ha acompañado, al igual que elresto de compañeros de la caja de galletas, durante casi toda mi vida. Libro leídocientos de veces, tantas, que incluso recuerdo—mientras la memoria lo permita—frasesenteras, pasajes luminosos.¿Yquién es esa Elisabeth? ¡Uf!... esa Elisabeth. Por no extendernos más, podéisver parte de la vida y milagros de Isabelle Eberhardt, en esta magnífica entrada.Nopuedo remediarlo, cada vez que leo ese libro, aparecen los recuerdos, losremembers. Parece que fue ayer, cuando llegamos por primera vez al Sahara, haceaños, muchos. No era en lo que ahora se ha convertido. Ligeros de equipaje ycon una Minolta de las de la época, con sus carretes en b/n y color, de ahí,nace nuestra afición por la fotografía. Faltaban años para que entrase enescena la foto digital. Un buen amigo, Makhin, vendedor de especias y "encantador de serpientes" en Marrakech, cada vez que despliega sus artes delantede los turistas y explica las propiedades de sus especias, al llegar al Ras elHanut, siempre se marca un chascarrillo, que a los turistas les hace muchagracia, en todos los idiomas, Makhin, habla todo los idiomas. Se refiere a esamezcla de especias, como la ideal para las mujeres que no saben cocinar, refiriéndose,a que tan solo con una cucharadita de eso y algo más, ya tienes un platoperfecto. A mí que me gustan tanto los paralelismos, pienso que con la fotodigital, pasa exactamente lo mismo.Puessí, ahí tenéis a Afsâna, Mawiya, Musherrah, Farhannah, Aswad o Khalîl. Con suelegancia innata, mirando al objetivo de la cámara, de forma natural, con esacuriosidad intrínseca de esas gentes, algunos, ya no están, algunas sonabuelas, los niños hombres, pero… siguen ahí y los lazos, cada día másestrechos.Siguenen su desierto, que tanto ha cambiado, donde hace tan solo unos años, no habíanteléfonos móviles, ni turistas, ni rallys, ni avispados aventureros devacaciones y donde por fortuna, habían muchos y muchas Elisabeth.Y…es que, cuando uno viene de una época en la que no existía Harry Potter, niseñores con anillos, tenía que fantasear con héroes de carne y hueso, alguno imaginario o incluso con el Lazarillo deTormes.Porcierto, el escritor de este libro, editado en 1944, también escribía sobrecocina, sin fotos digitales naturalmente, os sugiero los busquéis, sonautenticas joyas Viaje por la cocina española y Guía gastronómica de España.Bien,se acabó de filosofar o de remembers varios, tengo ahí unos higos y tengo quehacer la receta de mañana, sefardí y muy buena.¿Laresaca? Bien gracias.
“AElisabeth Eberhardt, con el deseo de que este libro pese sobre su tumba lo queella pesó sobre el desierto del Sahara: lo que el pétalo de una Rosa”
Esta,es la dedicatoría que hacía el autor a Elisabeth en su libroNota Copyright:
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