De nuevo vuelve el recuerdo,
en un sentir obstinado. Amarrado como fiel barcaa un viejo noray oxidado,
dueño eterno de mi reino.
Son gotas de diluvios arrasados,
llueve a voluntad y constancia,
vistiendo de fragilidad creciente,
esta fingida arrogancia.
Sus ojos verdes gatunos,
sus encendidos labios cereza,
siguen jugando conmigo,
con esta vida, que es suya,
cual inútil naipe marcado.
Tú, eres guerrero sin duelos,
Yo, tu floreado jacarandá.
Mi alma sigue tocada
por esta distancia mordiente
que nos separa por siempre
de una felicidad olvidada.
©Samarcanda Cuentos-Ángeles.