Revista Humor

Remolino

Por Jerjes Ascanio
Remolino
Hace un par de años trabajaba de Santa en un hospital de niños. Un día estaba en el sótano buscando un lugar tranquilo para almorzar cuando encontré esa extraña sala con todos esos cuerpos adentro.
Lo gracioso es que los cuerpos no tenían cabeza, pero estaban conectados a tubos y aparatitos que los mantenían vivos. Bueno, yo tenía en mi saco todos esos muñecos grandes que se suponía iba a dar a los niños.
Así que tome las cabezas de los muñecos y se las puse a los cuerpos. El resultado fue que se veían tan lindos que terminé almorzando allí con todos ellos todos los días.
Hasta que alguien cerró la puerta con candado…

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