Revista Opinión

Remordimientos

Publicado el 18 agosto 2013 por Manuel Somavilla
La Vagoneta y el capataz
     Encaramados en ella, sobre el chasis de cualquier vagón de tren desguazado, e impulsados por la pata coja del patriarca, recorrían a grandes velocidades el tramo de vías que separaba la casa familiar del lugar en dónde se encontraba pastando la chata con alguna compañera de cuadra, su otra fuente de ingresos, las vacas lecheras.
     Además de la vaca también tenían un cerdo que alimentaban hasta que le llegaba su San Martín, alguna gallina ponedora y hasta en pepitoria, conejos y unos pares de pollos tomateros, Kikos, que anualmente se renovaban. Estos últimos aunque no tienen la fatalidad de que les llegue su San Martín, son cientos las celebraciones en el calendario que les recuerdan.
    El ferroviario utilitario les acercaba a realizar todas sus ocupaciones más voluminosas y pesadas, desde recoger la hierba para el ganado, hasta traer la madera para alimentar la hornera en dónde curaban los productos de la matanza. Para las otras tareas más leves disponían de una bicicleta de uso familiar que, a uno u otro, les hacían el avío.
    Para mi era una fiesta ir subido en aquél Porche descapotable, versión weekend, sobre el montón de hierba que el abuelo había segado con su dalle.   Recuerdo su espartano cinturón, cuando no una cuerda de esparto, que usaba para amarrarse el amplio pantalón de trabajo azul de tela de mahón, colgaba un cuerno de vaca en el que introducía la pizarra con la que a menudo afilaba aquél símbolo junto al que siempre aparece y se representa a la muerte.
  Recostado en la hierba sobre la su pierna lastimada, con la tranquilidad de quién sabe hacer bien su trabajo, con paciencia y suavidad, como quién con escrupuloso cuidado se afeita; repasaba la negra piedra pizarrosa sobre la, hasta entonces, roma hoja metálica, aun con aflecados restos de hierba húmeda, hasta que su acerado filo, paulatinamente y con cada caricia, incrementaba su metálico brillo, confiriéndole la capacidad de disección de un bisturí.
   Aun era un trabajador en activo de los servicios de mantenimiento de FEVE,  FErrocariles de Vía Estrecha que comunicaban La Robla leonesa con el industrial Bilbao, tiempo atrás había sufrido un accidente del que le quedó esa secuela en forma de cojera que, a decir verdad, y aunque el origen me lo hayan explicado miles de veces, no recuerdo.
   Esta línea de La Robla, aun hoy continúa en funcionamiento, aunque para servicios más ociosos que los iniciales que la originaron, practicamente construida para llevar el carbón de las minas leonesas hasta las siderurgias vascas.
   En recuerdo a su pasado ferroviario, su hijo mayor aun le llamaba "el capataz", apelativo que supongo le haría sentirse orgulloso.
   Ante la catástrofe sucedida el pasado miércoles día 24 de Julio, víspera de Santiago, mi abuelo Julián estaría horrorizado, no solo por el número de fallecidos y las imágenes dantescas del accidente, sino también al saber que el descarrilamiento fue producido por un error humano.
   ¿Cómo puede decir que no sabía por dónde estaba circulando?
    En su relato, que comenzó a las ocho de la tarde del domingo en los juzgados de Santiago, el conductor admitió su responsabilidad en el siniestro. Reconoció que entró a 190 kilómetros por hora en la curva de Angrois, un tramo limitado a 80, por “un despiste”, y que esa fue la razón del descarrilamiento: pensó que se encontraba en otro tramo del recorrido y por eso frenó cuando era demasiado tarde. Garzón evitó quejarse del trazado, las condiciones de la vía o el estado del tren, según fuentes judiciales. En su testimonio, el maquinista también dijo que creyó que no estaba en este punto del recorrido y que cuando quiso frenar, "que llegó a hacerlo", ya era demasiado tarde, informa Efe.    Mi abuelo pasaba de los 80 años y nunca se despistó en ninguna situación, y no es por hacer leña del árbol caído, pero ¿qué puede pensar cualquier persona de la calle de alguien que siendo responsable de cientos de vidas es susceptible a despistarse porque no trabaje con la debida profesionalidad?, ¿y de ahora en adelante?, ¿qué confianza podremos poner en el transporte público o privado?
    Por que si dice que no sabía en que tramo estaba, una persona que habrá circulado por ahí cientos de veces, eso es como decir que estaba dormido o que se había despertado en el momento de salir del túnel.
    Y esa es la única duda, en que lugar despertó o si ni siquiera despertó.
    Pero al fin y al cabo cometer errores es de humanos y nadie está a salvo de cometerlos.
    Mis más sentido pesar por las víctimas, aunque especialmente también lo siento por el maquinista que tendrá que estar sufriendo lo suyo y para toda la vida.
 
   ¡Salud y Suerte!

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