Se puede renacer. Quizás sea mejor hablar de redescubrir.
Con la pasada Semana Santa tuve una experiencia del estilo. Hay épocas de nuestra vida en las que las palabras resuenan en nuestro interior con otra tonalidad. Así ocurrió con Espíritu Santo, Divina Misericordia y la misma Semana Santa…
Si uno se para en seco y degusta esas palabras lentamente, descubre algo nuevo en ellas. No me refiero sólo a aquéllas tres sino a cualquiera que antes no nos haya impactado y, tiempo después, haya provocado que cambiásemos nuestra forma de afrontar la vida, entablar una conversación o de decidirnos por un camino u otro.
Quizás la actitud abierta es un factor determinante para poder renacer. No se puede ver de nuevo con claridad si no se está por la labor de querer ver y ser sorprendidos. Al igual que no se puede descubrir el significado de varios sucesos ajenos, con un punto en común, si no se cree en que todo ocurre por un por qué. La capacidad de admirarse se ha ido perdiendo con el tiempo; ya nada nos parece nuevo porque nos creemos que ya lo hemos vivido y experimentado todo. Nos engañamos si pensamos así.
Quien busca la verdad de las cosas, su belleza y el valor de sí mismas en la vida de cada uno, siempre está con los ojos bien abiertos, los oídos limpios y la boca cerrada para contemplar sin ningún tipo de interrupción. Se necesita silencio, aunque también se puede descubrir en mitad de una conversación al intercambiar palabras (en ese caso deberemos respetar el turno de palabra y no atropellar a la otra persona con nuestros comentarios). También es necesario ser humilde y reconocer que no lo sabemos todo y que aún nos queda mucho camino que recorrer en la vida. Nuestra experiencia no ha hecho más que comenzar.
Es bonita la experiencia del zarpazo interior cuando se descubre el significado de algún suceso de la vida, de aquel encuentro con tal persona o de las palabras escuchadas en una reunión familiar, con amigos o en una convivencia. Es bonito pensar que todavía nos esperan sorpresas en nuestro caminar, nuevos comienzos y renacimientos. Es bonito saber que la vida empieza cada día y que podemos mirar con ojos nuevos a las personas, a los hechos y a nuestra propia existencia. Es bonito admirarse, descubrir y renacer.