Jugando a las Escondidas.
En la oficina, el lunes pasó, al igual que el martes y el jueves, en todos estos días, Mauro no había visto ni una sola vez a René. Él trabajaba como técnico en sistemas y su principal labor era la de dar mantenimiento a las computadoras de la compañía, o la de arreglar cualquier desperfecto que estas tuvieran, debido a esto ya había recorrido los ocho pisos más de seis veces, claro que no podía hacer una inspección intensiva para dar con René, pero se fijaba en el rostro de cada uno de los hombres con quien se cruzaba. En la hora del almuerzo era cuando más atención prestaba, aún cuando no podía poner el edificio de cabeza para encontrarle seguro que tenía que bajar al comedor cuando tuviera hambre, pero él parecía ser un pez escurridizo, comenzaba a cansarse de este juego de las escondidas que estaba perdiendo.El recuerdo de aquella mañana de sábado, en la que había despertado con resaca en la cama de René, era muy difusa, si él le dio o no algún detalle de lo que hacía en la compañía no lo recordaba, debió habérsela dado porque René habló mucho durante el desayuno, lo único que Mauro recordaba era un zumbido continuo y una horrenda jaqueca. Era ya viernes, Mauro ya daba por hecho que no encontraría a René,trataba de dar una explicación para aquello, podría ser que en realidad, René no trabajara directamente en la empresa, que fuera mensajero o uno de los empleados subcontratados que iban solo unos pocos días al mes a la oficina, también podría ser que el trabajara en una de los pisos más altos, donde estaban los principales de la empresa, pero para estar ahí René tendría que ser un ejecutivo o una de sus secretarias , la casa en la que estuvo no era la de un importante ejecutivo, así que lo descartó, lo que en su cabeza eso significa que debía trabajar como secretaria, por la mente de Mauro pasó la imagen de René en un pequeño y señido uniforme de secretaria, usando unos tacones altos, cabello recogido en un moño y los labios pintados en rojo intenso. -Oye Mauro, Mauro ¡Mauro! -Llamaba con insistencia desde su escritorio el jefe inmediato de Mauro, el ingeniero en sistemas Alfonso Llanes, acababa de recibir una llamada desde el área de publicidad, al parecer todas las computadoras del piso tenían un virus, faltaba algo más de media hora para salir y no iba a ser él el que fuera a quedarse hasta tarde en viernes, para eso estaban sus subalternos- ¡Mauro!-volvió a insistir sin ninguna respuesta, fuera lo que fuera en lo que estuviera pensando Mauro debía ser algo pervertido, eso sabía con solo verle la expresión en la cara, quizá luego le preguntaría en quién pensaba, por ahora había trabajado que hacer, tomó una hoja de papel, la estrujó en su mano hasta que quedó hecho una bola, la cual lanzó al rostro de su asistente, el cual salió de sus pensamientos como si se despertara de un sueño encantador, por un momento no recordaba en donde estaba hasta que oyó la voz de su jefe- ¡Mauro! Deja de estar soñando, ve al tercer piso, tienen un virus en publicidad. -Ingeniero, ya casi es hora de salir, ¿no pueden esperar hasta el lunes? -No, no pueden, dicen que deben entregar un proyecto mañana, muévete ya, no te estoy preguntando si quieres hacerlo o no, entre más rápido acabes más rápido te irás. Tratando de ocultar su mal humor, Mauro agarró su maletín de herramientas, su pen drive y salió de ahí con un amago de sonrisa, procuró no maldecir entre dientes hasta que la puerta del ascensor se cerró. Al volver a pensar de nuevo en René, se dio cuenta de lo ridículo que era pensar en él usando uniforme de secretaria, precisamente porque se trataba de un él, además recordó que le había dicho que no usaba ropa de mujer en la oficina, "él" ese era el otro asunto que le preocupaba, había estado toda la semana buscando obsesivamente a un hombre, un travesti, eso no estaba bien, Mauro sabía que no era gay, así que iba a dejar de buscar a René. Tal vez, pensó Mauro, debería invitar a la recepcionista a salir, ella era bonita y el otro día le había guiñado un ojo de forma coqueta. Al entrar en la oficina de publicidad, vio a tres hombres, dos de ellos daban vueltas de un lado a otro con evidente preocupación, el otro, más calmado estaba sentado escuchando las recriminaciones que se hacían el uno al otro los que estaban de pie. Fue el que estaba sentado quien saludó a Mauro. -Buenas tardes - dijo, y al momento los otros dos callaron y regresaron a ver al técnico que estaba parado en la entrada. No era exactamente la voz que recordaba, porque no la estaba modulando, pero era la voz de René, Mauro no pudo evitar sonreír.