Renovarse o morir
El águila es el ave de mayor longevidad de la especie: llega a vivir 70 años. Pero para llegar a esa edad, a los 40 deberá tomar una seria y difícil decisión.
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A los 40 años, sus uñas están apretadas y flexibles, sin conseguir tomar a sus presas, de las cuales se alimenta. Su pico, largo y puntiagudo, se curva apuntando contra el pecho. Sus alas están envejecidas y pesadas, y sus plumas, gruesas. ¡¡Volar se hace tan difícil!
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Entonces, el águila tiene solamente dos alternativas: morir o enfrentar un dolorido proceso de renovación, que dura 150 días. Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y quedarse ahí en un nido cercano a un paredón, donde no tenga la necesidad de volar.
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Después de encontrar ese lugar, el águila comienza a golpear con su pico en la pared hasta conseguir arrancarlo. Después de arrancarlo, espera el crecimiento de uno nuevo con el que desprenderá una a una sus uñas.
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Cuando las nuevas uñas comienzan a nacer, comenzará a desplumar sus plumas viejas.
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Después de cinco meses, sale para el famoso vuelo de renovación y para vivir 30 años más.
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En nuestra vida, muchas veces tenemos que resguardarnos por algún tiempo y comenzar un proceso de renovación. Para continuar un vuelo de victoria, debemos desprendernos de hechos, costumbres, tradiciones y recuerdos que nos causaron dolor. Solamente libres del peso del pasado podremos aprovechar el resultado valioso que una renovación siempre trae.
Fuente: Metáforas y cuentos en Be More.
Renovarse o morir: la verdadera crisis de los 40
La Torre
Hace un tiempo descubrí que mi arcano mayor del Tarot (aquel definido por mi propia esencia) es La Torre (o La Casa de Dios, La Maison-Dieu en el original Tarot de Marsella). Cuando lo descubrí me quedé realmente atónito. Allí habían demasiadas casualidades. Y, como ya sabrán los lectores de este blog, yo no creo en las casualidades.
La Casa de Dios es una carta que contiene en su esencia, en su corazón, la renovación. Es decir, destruir los fundamentos de tu propia casa (los valores y creencias de tu existencia) para volver a reconstruirlos. Así, de forma continuada, una y otra vez, hasta alcanzar la verdad: mi verdad, en este caso. Porque todas las verdades son relativas.
Por eso, al leer este texto (gracias a Rabya por su apunte a esta página tan interesante) me volví a sentir identificado. Pese a que yo ya no tenga 40 años (sino 46 añitos…) como el águila del cuento. Porque todos, llegado un momento, tenemos que decidir que hacer con nuestra vida: si renovarnos o comenzar a morir, si madurar o envejecer, si convertirnos en un buen vino o agriarnos.
Hace un par de años decidí comenzar a derruir todo aquello que me mantenía ligado a falsas creencias. Me aparté literalmente de una vida que no me satisfacía e inicié un proceso de renovación que todavía no ha cesado. A la espera de vivir 30 años más de una forma plena, vital. A la espera de acercarme algo más a la perfección de una verdad que ya comienza a vislumbrarse en el horizonte.
El perfeccionamiento es incesante renovación. (José Ingenieros)