Renunciar es uno de los principales deseos de algunos empleados(as) dentro de una empresa. Luego de vivenciar situaciones que no les parecen favorables; ya sea porque no se sienten satisfechos de su realidad laboral, porque están deseando tener nuevos retos, oportunidades de crecimiento o bien seguir el camino del emprendedurismo. Existen otras razones pudiéramos listar pero nos vamos a eximir de hacerlo. Lo que sí es seguro es que quien quiere presentar su carta de renuncia tiene razones que le mueven a hacerlo, que, no vamos a entrar en juicios de valor respecto si son o no motivaciones correctas.
A todo esto, existe una manera de pensar que se ha arraigado dentro del contexto laboral que comúnmente las personas la asumen, vinculado al tema de la seguridad y esto se traduce a sostenibilidad financiera. Esta idea tiene que ver con algo que se puede resumir de la siguiente manera: "No dejes tu trabajo hasta tener algo seguro".
Tomando esto en consideración nos interesa abordar la disyuntiva de tomar la decisión de renunciar. Y cómo se puede encausar dicha elección, a favor o en contra, hacia un destino que se acople a una elección inteligente.
Antes de determinar si renunciar o no, lo primero que hay que responder es por qué hacerlo. En otras palabras, cuáles son las motivaciones que incitan a que se renuncie de un puesto.
Este cuestionamiento es determinante. Porque dependiendo del fundamento de la elección puede haber éxito o no en la acción que se vaya a tomar. De hecho, es probable que el motivo que mueva a la persona dejar su empleo sea del tipo emocional y no racional, y este tipo de decisiones manejan niveles altos de riesgo. Ya que por inconformidades particulares, no relacionadas necesariamente al empleo o al crecimiento personal, se pudiera asumir que se necesita hacer un cambio de realidad laboral, cuando quizás lo que se requiere es un cambio de mentalidad.
En ese sentido, aunque no estamos tomando posición de validación de razones, si el fundamento de la decisión es meramente emocional, entonces es necesario asumir las consecuencias del mismo. Es decir, ponderar la posibilidad de que esta decisión esté cimentada sobre una base quebradiza y por ende puede resultar fallida.
Es por esto que antes de tomar la decisión de renunciar o mantenerse en el empleo, lo que debe primar es la racionalidad; ya que existe un flujo de efectivo operativo personal que hay que seguir solventando. Y, lamentablemente, las emociones no son monedas de intercambio comercial.
Luego de determinar la racionalidad de la decisión que se va a tomar respecto de permanecer en el empleo o no, es importante tener presente que renunciar, al final de día, es una decisión financiera. ¿Por qué? Porque por lo general lo que frena la acción repentina a la intención de renuncia es ¿Cómo me voy a sostener? Y ese sostenimiento parte de lo financiero. Independientemente de los diferentes factores que pueden incidir, todo se resume a una elección económica. Por lo tanto debe ser tratada como tal.
En ese sentido, hay que tomar en cuenta tres elementos básicos:
La combinación de estos tres elementos tendrá como resultado que la decisión sea sobre la base de una panorámica más acabada, en donde se han medido los elementos cuantificables de la elección. No obstante, es importante hacer notar que aunque estos elementos (Flujo de efectivo, sostenibilidad y retorno) son medibles, inciden otros factores de manera directa en la decisión y que van de la mano de lo personal, y que por ende no son medibles o cuantificables, mas sí son ponderables, en otras palabras, sí se les puede asignar un peso de relevancia dentro de la estructura de decisión.
Por ejemplo, es probable que el tema vivienda sea más importante para una persona que para otra. En ese sentido, a la hora de tomar la decisión el peso que tenga la parte habitacional para uno de los casos puede ser determinante, mientras que para el otro no.
Por lo tanto, es prudente hacer el ejercicio de ponderación en esas áreas no cuantificables para así tener mayores elementos de juicio a la hora de elegir.
Interiorizar que esta decisión, aunque existen elementos emocionales y de conformidad, se reduce a una elección financiera, entonces el análisis que se puede hacer para tomarla es partiendo de los tres elementos básicos: Flujo de efectivo, sostenibilidad y retorno.
Para ello es necesario, en primer lugar, trabajar el flujo de efectivo, elaborando la estructura general de gastos y el desglose de los compromisos financieros (préstamos, tarjetas de crédito, etc) a través del tiempo. Es decir, definir cuándo y cuánto hay que pagarle a qué persona o institución. Hacer esto le presentará una realidad de cuánto es el mínimo económico que se requiere.
Luego de esto se pasa a la sostenibilidad. Esto responde a la pregunta ¿Cómo voy a solventar esos compromisos financieros y la estructura de gastos?
Es aquí en donde se interpone un cuestionamiento que debe vincularse a la pregunta inicial de ¿Por qué hacerlo? Ya que, más allá de la desconformidad que se pudiera tener en un empleo determinado, existe una realidad financiera que hay que solventar. En ese sentido, existen dos opciones: Emprender o buscar un nuevo empleo. Teniendo cada una implicaciones propias como la financiación, en el caso del emprendimiento y la vacante laboral para el tema del empleo, entre otras.
Por último está el retorno. Esto es responder a la pregunta ¿Cómo me beneficia esta decisión? Es decir, cuáles son los ganancias que se extraen de renunciar o de permanecer empleado(a). Aquí entran esos factores no medibles, pero que tienen un peso dentro de la toma de decisión.
Lo importante es tener claro lo que implica dejar de asumir un ingreso fijo, relativamente seguro, y que existen compromisos y obligaciones financieras que hay que solventar. Y con esto no estamos sugiriendo permanecer en un empleo solo por el tema financiero; lo que sucede es que el peso económico dentro de esta decision es alto, por lo tanto, no debe ser una decisión que solo se base en la emoción, sino en un análisis que pondere tanto las variables cuantificables como aquellas que no lo son. De manera que sea una elección racional.
Renunciar es una opción posible, y es cierto que no siempre se tiene todo bajo control a la hora de tomar dicho rumbo. Sin embargo, en la medida de la posibilidad hay que tomar la decisión sobre la base de la razón y no de las emociones, porque al final de día, cuando la realidad está frente a la persona; no son las emociones que la solventan, sino la parte financiera. Por lo tanto, es prudente tomar en consideración el flujo de efectivo, la sostenibilidad y el retorno de la misma.
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