Si para la izquierda la política significa estar o tocar poder, me pregunto si el precio que tiene que pagar es renunciar a la organización, a la ética y a la utopía.
En nuestras sociedades actuales han surgido nuevos condicionantes no contemplados hace cien años a los que la izquierda tiene que dar respuestas ante un sistema cada vez más codicioso, que desprecia la solidaridad internacional transformándola en dádivas caritativas así como las consecuencias del cambio climático y su afectación a la raza humana, sin olvidar el peligro del auge, de nuevo, de reclamos nacionalistas, populistas y ultraderechistas haciéndose el juego en el desprecio a la razón.
Puedo llegar a entender si me fuerzan a ello y en un momento de enajenación, que me digan que en el momento actual la necesidad imperiosa es anteponer posturas electoralistas a la reconstrucción de un espacio organizado de desarrollo para las ideas de la izquierda, o bien que ambas van de la mano; pero lo que no llegaré a entender, nunca, ni por más que me lo cuenten una y cien mil veces, es que en esa postura se lancen a una carrera alocada de búsqueda de aliados de dudosa credibilidad política para conseguir unas migajas de cuota de poder. Eso se mire por donde se mire, siempre en la izquierda lo hemos llamado oportunismo y electoralismo.
Soy de los que considera que ahora toca reconstruir todo lo que destrozaron los de las manos arriba, los de las asambleas interminables, los de las primarias, los que hablan del régimen del 78, de castas, de arriba y abajo, los del verbo fácil y chaqueta reversible, los del discurso simplón y radical. Y en ese camino, es preciso hablar de prioridades pero también de ética, principios y utopías. De errores y aciertos, y sobre todo de no volver a repetir el cúmulo de desaciertos que se han cometido en los últimos diez años.
No voy a ser yo el que desprecie una opción electoral si esta respeta acuerdos, programas y da visibilidad a un proyecto, el problema que veo es que cuando se ha dado el paso de llegar a acuerdos con esas organizaciones de dudosa credibilidad despreciando otras posturas que desde la izquierda ponían el dedo en otro objetivo, cualquier otra cosa que se afirme no deja de ser papel mojado.
La lealtad, el compromiso, la información recíproca, el tratamiento como iguales a otras organizaciones son pilares básicos para la confianza, de otra manera se estará prolongando en el tiempo una reconstrucción en y de la izquierda tan necesaria para el conjunto de la sociedad española.
Es preciso mostrar firmeza y altura de miras para que las ideas de transformación social y de consecución de una democracia avanzada sigan siendo objetivos alcanzables.
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