Revista Cultura y Ocio

Reparar a los vivos - Maylis de Kerangal

Publicado el 23 octubre 2015 por Elpajaroverde
En tercero de BUP teníamos una profesora de Ciencias Naturales cuyo método pedagógico consistía en permanecer sentada en su silla y leernos literalmente lo que estaba escrito en el libro de texto. Qué pérdida de tiempo asistir a sus clases, como si no pudiera leer yo misma el libro en cuestión en mi casa. Un día se levantó, se dirigió hacia el encerado, tomó una tiza en su mano y de su propia voz comenzó a explicarnos la lección que tocaba ese día. El tema: la duplicación del ADN. Sucedió entonces lo que para todo maestro debe ser el culmen de su carrera, el leitmotiv que le ha llevado a dedicarse a la enseñanza (suponiendo que su profesión sea vocacional): toda una clase de adolescentes sumidos en un mutismo colectivo, absortos en sus palabras, sustraídos por la magia de lo que se estaba exponiendo en aquel momento y en aquel lugar. O yo lo sentí así, tal vez mi estado de ensimismamiento era tal que no atinaba a percibir más allá de lo que se me estaba revelando: el misterio de la vida descifrado, la hermosura subyacente a las reacciones químicas y moleculares, el milagro inexplicable, que no por entendido y haber sido descubierto su truco, deja de ser menos milagro y menos inexplicable. Esa profesora nunca lo supo, pero esa única vez que durante ese curso escolar ejerció su labor, selló en parte mi destino. Mis pasos ya estaban bastante orientados hacia los estudios que proseguiría al terminar el instituto pero esa clase fue una afirmación, un ya no hay marcha atrás. Y aunque de esos estudios posteriores sólo quedan un título guardado y cuatro años de buenos recuerdos, si me hubiera decantado por otra opción mi vida, no sé si mejor o peor, sería otra. Hoy, más de veinte años después, no me arrepiento de mi decisión, aunque mucha gente no lo entienda, aunque esta socieda conciba un formación académica que no se traduce en un puesto laboral como un fracaso, y a pesar de que poco queda de aquella muchacha que una vez, sentada en una silla de pupitre, acarició el milagro de la vida. El libro que hoy os traigo me ha hecho reencontrarme con esa chica y con la universitaria que fui después. Ha conseguido ese encuentro porque me ha vuelto a procurar un momento milagroso, me ha vuelto a mostrar la vida en estado puro, de diferente manera a hace veinte años, pero igual de implacable y de hermosa. Me ha alegrado volver a ver a esa niña. Hay cosas de ella que no me gustan, pero hay otras que ha sido una grata sorpresa descubrir que siguen en mí. Aunque mucha gente no lo entienda. No importa. Me entiendo yo.
"Alice retrocede progresivamente y todo cuanto ve se petrifica y se ilumina como en un diorama. De repente ya no es una materia absoluta lo que ve en lugar del cuerpo yacente, un material que se puede usar y que se reparte entre varios, ya no es un mecanismo detenido que se analiza para reservar las piezas buenas, sino una sustancia de una potencialidad inmensa: un cuerpo humano, su potencia y su fin, su fin humano, y esa emoción, más que una fuente de sangre vertida en un recipiente de plástico, es la que podría hacerla desmayarse."

Reparar a los vivos -  Maylis de Kerangal

Portada de Reparar a los vivos

Una madrugada de olas prometedoras el joven Simon Limbres de veinte años queda con dos de sus amigos para hacer lo que más le gusta en el mundo, surfear. Cuando regresan a sus casas la camioneta en la que viajan choca contra un árbol. Simon viaja en el asiento de en medio y, al no llevar cinturón de seguridad que lo sujete, su cuerpo sale despedido. Llega al hospital con apenas un hilo de vida pero los médicos no pueden hacer nada por él y al poco certifican su muerte cerebral. Comienza entonces una marcha atrás. La marcha atrás para avisar a sus padres, hacerles comprender y aceptar, e intentar que den su consentimiento para donar los órganos de su hijo. La marcha atrás para mantener esos órganos hasta que el cuerpo del receptor les insufle nuevamente vida. La marcha atrás para que todo el engranaje médico se ponga en funcionamiento. La marcha atrás para localizar al receptor más idóneo e intentar garantizar el éxito. "Reparar a los vivos" es la historia de la despedida de Simon Limbres de la vida; es la conmovedora y generosa historia de unos padres a los que se les ha parado el tiempo y no encuentran la manera de dar cuerda nuevamente a su reloj; es la historia de los equipos médicos implicados en la consecución de un milagro; es la historia de quien espera ese milagro; es la historia de unos órganos que esquivaron el golpe de la guadaña de la muerte y es, fundamentalmente, la historia de un corazón que contra todo pronóstico no dejó de latir. "Reparar a los vivos" es la historia de ese corazón, con toda la simbología que ello implica.
"Sin embargo, por más que esos tres seres compartan el mismo espacio, participen del mismo tiempo, nada tan alejado en este planeta como esas dos personas sumidas en el dolor y ese joven que se ha colocado ante ellos con el objetivo -sí, con el objetivo- de obtener su consentimiento para la extracción de los órganos de su hijo. Allí están un hombre y una mujer atrapados en una onda de choque, a un tiempo proyectados fuera del suelo y arrollados en una temporalidad dislocada -una continuidad quebrada por la muerte de Simon pero una continuidad que, cual pato sin cabeza corriendo por el corral de una granja, continuaba, una locura-, una temporalidad cuyo dolor tejía la materia, un hombre y una mujer que concentraban sobre sus cabezas la tragedia plena del mundo, y ahí está ese joven con bata blanca, involucrado y cauto, preparado para sostener esa entrevista sin quemar etapas, pero que ha abierto una cuenta atrás en un rincón de su cerebro, consciente de que un cuerpo en estado de muerte encefálica se degrada, y de que hay que actuar con rapidez: atrapado en esa torsión."
Tengo dicho por activa y por pasiva a todo el que me quiera escuchar, que cuando me muera, si es posible, quiero que se donen mis órganos. Todo lo que se pueda. Si no pueden ser utilizados para el trasplante que se donen a la ciencia. Si no queda nada para enterrar o incinerar, mejor. No lo considero generosidad, al fin y al cabo yo ya no necesito de mi cuerpo. Pero claro, yo veo la muerte lejana, y en esa lejanía la miro desde la distancia. Y en mi egocentrismo (ya veis otra vez que no se trata de generosidad) no se me ocurre pensar que la situación pueda invertirse. ¿Y si es a mí a la que le toca decidir sobre el cuerpo difunto de un ser querido? La decisión siempre he pensado que la tendría clara, uno tiende erróneamente a extender sus convicciones hacia los demás. Pero nuevamente vuelvo a mirar la muerte desde la distancia. Cuando uno está implicado, cuando está en el centro del huracán, cuando se le para el reloj como se les paró a los padres de Simon, ocurre a veces que la vida te hace tragarte tus convicciones. No, tragártelas no, atragantarte con ellas.
"...el pasado se ha agrandado de golpe, ogro engullidor de vida, y el presente es un simple y delgadísimo umbral, una línea más allá de la cual no existe ya nada conocido."

Reparar a los vivos -  Maylis de Kerangal

pasillos onkologikoa. Fotografía de Onkologikoa San Sebastián

No es que este sea el caso de los padres de Simon, es sólo que, al acompañarlos en su dolor, me ha sido imposible sustraerme a pasar por mi propio vía crucis. Os he dicho que este libro es la historia de un corazón pero también todas las historias que van unidas a él, pero si hay alguna entre todas ellas que merece una mención a parte, es la historia de Marianne y Sean, los padres de Simon. Por su entrega, por su conmoción, por lo que dejan en este libro, por lo que se les ha quitado y nos han dado y a la vez nos han agarrado y tirado de nosotros y despojado... Hay que hacer un inciso también, o un homenaje, a todos los profesionales implicados en un trasplante. A todo el equipo humano que está detrás de esa tiránica tarea. Con todo lo que el término humano implica. Y hay que hacerle una ovación, y enorme, a Maylis de Kerangal, la autora de esta novela. Porque esto es una novela, por si no os lo había dicho, se trata de ficción, por muy real que nos parezca todo lo que sucede en ella. Todo es ficción y todo es verdad, más verdad que si lo que nos contasen en sus páginas fuese una historia real. La escritora francesa me desarma desde la primera frase. Y continúa así, implacable e impecable. Escribe y escenifica como a cámara lenta, pum, pum, pum, como al ritmo de los latidos de un corazón, del corazón de Simon Limbres. Y acomoda nuestros latidos al suyo. Nos lo encoge, lo detiene, lo acelera, juega con hacérnoslo parar y... venga, otra propulsión de sangre, otra vuelta a la vida. Maylis de Kerangal disecciona, cercena, desmenuza lo vivo y a la vez da vida a lo inerte.
"Porque ese cuerpo que la vida ha reventado recobra su unidad bajo la mano que lo lava, en el hálito de voz que canta; ese cuerpo que ha sufrido fuera de lo común accede ahora a la muerte común, a la compañía de los hombres. Pasa a ser objeto de alabanzas, lo están embelleciendo."
Pero no nos olvidemos del corazón, el protagonista de esta historia. El corazón, despojado recientemente de su supremacía sobre la vida por el cerebro, y sin embargo, en cuestión de simbolismo, no hay quien le haga abdicar de su reinado. El corazón es algo físico, fisiológico, mecánico. Dicho así parece algo frío, pero la excelente prosa de esta autora es la sangre que le insufla vida y le da calor, y es también, la que ha hecho que vuelva a acariciar maravillada tantos años después el milagro de la vida.
El cuerpo de Simon necesitará ser reparado tras la extracción para presentarlo a sus padres. Hay que reparar a los muertos. Pero quienes más necesitamos reparación somos los que nos quedamos aquí, los vivos. El corazón de Simon reparará el cuerpo de la mujer que lo recibirá. Marianne y Sean también necesitarán reparar los destrozos que ocasionó en sus vidas esa camioneta incrustada en ese árbol. Todos necesitamos ser reparados en algún modo. Al leer este libro he encontrado una emoción en mí que creía perdida, una emoción además que aunque sabía que existía no conocía en nadie más. Y al reconocerla en la autora y pensar además que alguien más que pudiera leerlo alcanzara a sentirla me he sentido comprendida y me he sentido menos sola. Maylis de Kerangal me ha reparado con este libro y eso me ha hecho sentirme viva. A pesar de todo lo dejado por el camino.
"...y por primera vez recobran la respiración desde el anuncio de la catástrofe, por vez primera vez se construyen un nido de recogimiento dentro de su quebranto, y basta acercarse, basta hacerlo suave y quedamente, para oír sus corazones que bombean juntos la vida que sigue, y percuten, tumultuosos, como si hubiese finos sensores colocados sobre las válvulas que emitieran líneas infrasonoras, esas líneas que desfilaban por el espacio, enlazando Japón, el mar Seto, una isla, una playa salvaje y esa cabaña de madera donde se archivan los latidos de los corazones humanos, esas huellas cardíacas recogidas en el mundo entero, depositadas o registradas allí por quienes hayan realizado todo el viaje,..."

Reparar a los vivos -  Maylis de Kerangal

A beautiful heart can bring things into your life that all the money in the world couldn't obtain. Fotografía de Kate Ter Haar

Ficha del libro: 
Título: Reparar a los vivos
Autor: Maylis de Kerangal
Editorial: Anagrama
Año de publicación: 2015
Nº de páginas: 248
Comienza a leer aquí 
Esta novela está ambientada en Francia pero el tema que trata es o más bien debería ser universal (los países más pobres como siempre se quedan fuera). Por ello creo que no importa demasiado que el vídeo que os dejo a continuación sea de la Organización Nacional de Trasplantes española, más teniendo en cuenta que es un referente a nivel mundial. Bien merece también un homenaje y un lugar en esta reseña. Los donantes y sus familias, por supuesto, también.

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