Lo de hacer listas se está convirtiendo en una extraña mescolanza entre capricho y deporte de riesgo. Capricho porque, con casi 4000 novedades que seguramente habremos tenido este año, cualquier lista debe interpretarse como una guía de lectura y no como una rimbombante selección canónica. Este año creo que leído sobre los 500 cómics, más o menos, por lo que hacer una selección de “lo mejor” debe entenderse como una selección de “mis mejores lecturas”. Es cierto que cualquier selección, cualquier crítica, no deja de ser la expresión de un criterio subjetivo, pero con la avalancha de novedades, la tarea de seleccionar no solo es todavía más sesgada e incompleta, sino que se deja a una doble subjetividad: la de escoger entre unas lecturas que ya nacen de un apriorismo que, con seguridad, deja fuera obras que son interesantes. Siempre digo que las listas que más me gustan son las que más alejadas están de mi gusto porque me descubren lecturas a las que difícilmente me hubiera acercado motu proprio. Pero resumiendo, lo de siempre: que esto no deja de ser una lista personalísima, casi seguro intransferible, que debe ser usada no como un canon sagrado e incontestable, sino como una simple guía más. El orden, como siempre, no es orientativo, puede que las diez primeras me hayan gustado más que las diez últimas, pero podría cambiar la posición de casi todas las obras presentes en esta lista sin ningún problema (y sí, hay cambios respecto a la de EL PAÍS, por la sencilla razón de que ha pasado casi dos meses desde que escribí aquella y he leído más, he reflexionado más…¡Y que uno es así de voluble, qué le vamos a hacer! Y sí, me falta muchísima lectura de manga, cuya ausencia deja coja la selección).
- Warbug and Beach, de Javier Olivares y Jorge Carrion (Salamandra)
- Todo bajo el sol, de Ana Penyas (Salamandra)
- Romeo Muerto, de Santiago Sequeiros (Reservoir Books)
- Los grandes espacios, Meurisse (impedimenta)
- La isla, de Mayte Alvarado (Reservoir Books)
- Polen dorado, de Heiichi Hayashi (Gallo Nero)
- Saqueo, de Peeters (Astiberri)
- Piel de hombre, Hubert y Zanzim (Norma)
- El futuro que no fue, de Daniel Torres (Norma)
- El pacto, de Paco Sordo (Nuevo Nueve)
- El secreto de la fuerza sobrehumana, de Alison Bechdel
- Hoops, de Genie Espinosa (Sapristi)
- L’accident de caça, de Charles L. Carlson y Landis Blair (Finestres)
- Giganta, de Nuria Tamarit (Norma)
- Bradley de él, Vonnor Willumsen (Alpha Cómic)
- El fin del gran arte, de Julio César Pérez (Belleza Infinita)
- Ethel y Ernest, de Raymond Briggs (Blackie Books)
- La mentira por delante, de Lorenzo Montatore (Astiberri)
- Nick Carter y André Breton , una pesquisa surrealista, de David B (impedimenta)
- Travesti, de Edmond Baudoin (Impedimenta)
- A la tercera resucitó, de Abraham Martínez (Bang)
- Maganta, de Lola Lorente (Astiberri)
- No siento nada, de Liv Stromquist
- Medea la deriva, de Fermin Solís (Reservoir Books)
- Hola, Siri, de Marta Cartú
- Arrabal, de Laura Pérez Vernetti (reino de Cordelia)
- Tótem, de Laura Pérez (Astiberri)
- Fiuuu & Grac, de Max (La Cúpula)
- Vida Rana, de Roberto Massó (Apa Apa)
- La tempestad, de Alan Moore y Kevin O’Neill (Planeta)
- Georgia O’Keefe, de María Herreros (Astiberri)
- Us, de Sara Soler (Astiberri)
- Holms y Piorot, de Jali (Diábolo)
- El dibujado, de Paco Roca (Astiberri)
- Visión, de Julia Gfrörer (Alpha Cómic)
- En la cabeza de Sherlock Holmes, de Cyril Lieron y Benoit Dahan (Norma)
- Garafía, de Elías Taño (Oveja Roja)
- Contrapaso, de Teresa Valero (Norma)
- Monsters, de Barryu Windor Smith (Dolmen)
- Pulp, de Ed Brubaker y Sean Phillips (Panini)
- El hombre que plantaba árboles, de Sandra Hernández y Jean Giono (Bang)
- Rorschach, de Tom King y Jorge Fornés (ECC)
- Los locos del gekiga, de Masahiko Matsumoto (Satori)
- Hambre, de Martin Ernsten (Nórdica)
- Celestia, de Emmanuel Fior (Salamandra)
Bonus:
– Forn de Calç (Extinció edicions)
– La cruda negra (La Cúpula)
Tengo claro que una de las grandes lecturas del año ha sido Warbug and Beach, de Olivares y Carrion (Salamandra), una obra poliédrica, metalectura si se quiere, en la que se crea un espacio de convivencia de aquellos que idolatramos el libro como parte fundamental de nuestras vidas. Lo nuevo de Ana Penyas, Todo bajo el sol (Salamandra) confirma el talento de una autora superlativa, que usa el cómic para reflexionar con lucidez sobre un tema tan actual como la turistificación, pero siendo sincera ante las dificultades que cualquier argumentación bien construida se encuentra. Romeo Muerto, de Santiago Sequeiros (Reservoir Books) es una de esas obras sobre la que planeaba con fuerza la sombra de la decepción tras 25 años de espera. Pero lo de este autor es de otro planeta y consigue crear un discurso visceral lleno de sensaciones y sentimientos que se te pegan al alma.
Otra que no falla es Catherine Meurisse, que a diferencia de Sequeiros deja a un lado las emociones con las que se enfrentó a su anterior obra para, precisamente, racionalizar aquellas sensaciones y sentimientos en Los grandes espacios (Impedimenta), dando sentido al arte y la cultura como expresión de nuestro ser. La isla, de Mayte Alvarado (Reservoir Books) es pura poesía de la ausencia a través de formas y colores, sensaciones a flor de piel como las que consigue Heiichi Hayashi en Polen dorado (Gallo Nero), transformando la cultura popular y las leyendas a modo de haikus visuales. Otra obra que podría entrar en ese ámbito de la poesía gráfica es Saqueo, de Peeters (Astiberri), un grito salvaje y desagarrado que desde el silencio de las imágenes que atruena en nuestras cabezas denunciando las injusticias de nuestro tiempo.Piel de hombre, Hubert y Zanzim (Norma) es una de esas obras que te dejan encantado y maravillado, deliciosa en su lectura, amena y delicada en sus dibujos, pero que deja un poso de reflexiones que van creciendo con fuerza hasta que nos rendimos ante sus realidades. Con El futuro que no fue (Norma) Daniel Torres vuelve al mundo de su querido Roco Vargas, pero permitiéndose un gozoso spin-off con el que perderse por sus referentes y claves, pero también reflexionar sobre ellas. El pacto, de Paco Sordo (Nuevo Nueve) es una brillante reflexión sobre la creación desde la sátira que no renuncia al homenaje a las leyendas de nuestro tebeo. Tras hablar de su padre y de su madre, Alison Bechdel tenía que enfrentarse necesariamente al reflejo que le devuelve el espejo. Y lo hace con inteligencia y sinceridad en El secreto de la fuerza sobrehumana, de Alison Bechdel (Reservoir).
Hoops, de Genie Espinosa (Sapristi) es el debut en la narración larga de una autora sorprendente que aprovecha la estructura clásica de Alicia para desarrollar un potente relato de identidad, empoderamiento y amistad. L’accident de caça, de Charles L. Carlson y Landis Blair (Finestres) es tan compleja en sus ambiciones como brillante en su resultado, convirtiendo el espacio de una celda en el escenario de la reivindicación de la cultura como redención y espejo de la vida. Con Giganta, de Nuria Tamarit y JC Deveney (Norma) crean una fábula moderna de tanta belleza formal como potencia en su discurso de empoderamiento e igualdad. Bradley de él, Connor Willumsen (Alpha Cómic) es uno de esos tebeos que te dejan completamente descolocado con un planteamiento sinuoso que termina siendo un relato hipnótico.
El fin del gran arte, de Julio César Pérez (Belleza Infinita) toma un clásico infantil como Babar para deconstruirlo en misil dirigido contra las preconcepciones del arte y la creación. Pocos autores tienen la capacidad de cargar cada trazo con bombas de emotividad y empatía como Raymond Briggs, que en Ethel y Ernest (Blackie Books) recrea la vida de sus padres para dejarnos una hermosísima historia de amor. En La mentira por delante (Astiberri) Lorenzo Montatore consigue alejar la biografía del canon para, desde las referencias de los grandes de la generación del cómic del 27 o de la Bruguera de los 50, recrear la vida de Umbral desde sus apariencias con un poso reflexivo inédito. Mezclar la cultura popular con la alta cultura desde la deconstrucción simbólica puede parecer una ambición desmedida, pero David B lo consigue en una obra tan divertida como inabarcable en Nick Carter y André Breton, una pesquisa surrealista (Impedimenta).
Adaptar a Mircea Cărtărescu se nos antoja una empresa imposible, pero Edmon Baudoin lo consigue con nota dialogando con su obra y el autor en Travesti (Impedimenta). A la tercera resucitó, de Abraham Martínez (Bang) es una bomba de demolición ideológica que expone las incoherencias y peligrosas debilidades de nuestro pensamiento consensuado al recordarnos que es nuestra sociedad la que crea sus demonios. Una década después de su anterior obra Lola Lorente vuelve en Maganta (Astiberri) a su personalísimo universo para encontrar que todo ha cambiado, que las ambiciones se trocaron en decepciones y que la vida ha pasado con amargura. Liv Stromquist es una autora especialista en poner sobre la mesa discursos de profunda inteligencia desde la deconstrucción pop del mito y en No siento nada (Reservoir Books) apunta a uno de los fundamentos de la utopía de la felicidad, el amor romántico.
Fermín Solis parte de la tragedia de Eurípides para reivindicar la figura femenina en Medea la deriva (Reservoir Books), brillante traslación del lenguaje teatral al cómic desde la ósmosis expresiva. Hola Siri, de Marta Cartú (Autoedición) es una lúcida reflexión sobre la sociedad hiperconectada que se permite llevar al lenguaje del cómic elementos de la nueva comunicación digital con éxito. Arrabal (Reino de Cordelia) es el choque de trenes de dos monstruos, Laura Pérez Vernetti y Fernando Arrabal, una explosión creativa incontenible donde el trazo de la dibujante copula con los versos del poeta en un orgasmo intelectual. Con Tótem (Astiberri) Laura Pérez vuelve a explorar esos espacios íntimos donde impera la extrañeza y la otredad. El amor y la amistad como único anclaje de realidad en una realidad que no se distingue de la ficción.
Fiuuu & Grac, de Max (La Cúpula) toma el slapstick como base de una espectacular reflexión sobre el lenguaje del cómic y sus posibilidades desde la brillantez gráfica y la ironía incontenible. Cuando el cuento clásico de Grimm se encuentra con la vida moderna nacen obras como Vida Rana, de Roberto Massó (Apa Apa), sorprendentes reescrituras de la tradición que obligan a la reflexión. Con La tempestad (Planeta), Alan Moore y Kevin O’Neill cierran su etapa de La Liga de los Extraordinarios Caballeros para revelarla como lo que siempre fue: una reflexión sobre las ficciones como fundamento de la existencia de la humanidad. En Georgia O’Keefe (Astiberri), María Herreros se acerca ala vida de la famosa artista desde la sinceridad y admiración personal para proponer un relato de descubrimiento personal disfrazado de biografía.
Us, de Sara Soler (Astiberri) es pura sinceridad y honestidad en el relato de la transición de su compañera y, como tal, un ejemplo de tolerancia que debería leerse por obligación. Holms y Piorot, de Jali (Diábolo) es una delicia que recupera a dos de los grandes de la novela detectivesca para hacer un homenaje y, a la par, un tebeo maravilloso. El dibujado, de Paco Roca (Astiberri) lleva al papel la experiencia única de la exposición del IVAM, una proyección en dos dimensiones de un proyecto tridimensional, pero que retiene fuerza suficiente como para ser subversivo. Julia Gfrörer tiene la extraña capacidad de conseguir que sus historias sean desasosegantes desde un planteamiento clásico en lo gráfico, dejando toda la fuerza en los tiempos y silencios, como hace en un inquietante escenario victoriano con Visión (Alpha Cómic).
En la cabeza de Sherlock Holmes, de Cyril Lieron y Benoit Dahan (Norma) es un delirio gráfico que aprovecha todas las posibilidades del lenguaje del cómic para convertir las deducciones de Holmes en un reto gráfico. Garafía, de Elías Taño (Oveja Roja) es una lectura de la inmigración palmera a América que va más allá del relato histórico para reflexionar sobre las redes rurales que se establecieron para aguantar a las familias. En Contrapaso (Norma), Teresa Valero debuta en un relato largo que arriesga a la hora de tratar muchas temáticas con un guion tan bien armado como su dibujo. Monsters, de Barry Windsor Smith (Dolmen) es una obra hercúlea en donde el dibujante americano toma mitos fundacionales del género y del propio cómic para reflexionar sobre la realidad social de su país.
Pulp, de Ed Brubaker y Sean Phillips (Panini) sigue el estilo detectives que con tan buen tino clavan sus autores, pero en este caso aporta una sugerente reflexión sobre la historia del medio. El hombre que plantaba árboles (Bang) es una maravillosa adaptación del cuento de Jean Giono por parte de Sandra Hernández, reflexiva en su fondo, pero con esa frescura que puede llegar a cualquiera. Yo era de los que pensaban que volver al universo Watchmen era un absurdo, pero Tom King demuestra en Rorschach (ECC) no solo que es posible, sino que puede aportar reflexiones interesantes, sobre todo si se acompaña a los lápices del espectacular Jorge Fornés. Los locos del gekiga, de Masahiko Matsumoto (Satori) nos lleva a ese momento clave en el que el cómic se vuelve adulto en la experiencia pionera del gekiga.
Una de mis sorpresas personales, porque en Hambre (Nórdica), Martin Ernsten consigue traducir la durísima obra de Hansum a la fuerza del blanco y negro. Y no puedo ser objetivo con Celestia (Salamandra) y la capacidad de Emmanuel Fior para crear espacios de emociones privados desde la admiración por el arte. Maravilloso.
Y no me gustaría acabar sin destacar dos iniciativas necesarias en forma de revista: Forn de calç (Extinció Edicions), brillante selección de una generación de jóvenes autores y autoras que cambiarán nuestro cómic y La Cruda Negra (La Cúpula), nueva encarnación de una revista que rompe los límites de las posibilidades expresivas de la ilustración y el cómic.
Seguimos en breve con lo mejor de los clásicos y reediciones