Tengo la sensación de que este año ha sido menos espectacular en cuanto a novedades que el pasado. Es solo un pálpito, porque viendo la lista que he hecho de novedades, creo que hay obras sobresalientes, pero en la recámara queda otra entrada sobre las reediciones y recuperación de clásicos que han sido, a mi entender, algo absolutamente espectacular. Quizás también es que, más allá de polémicas, parece evidente que se está contrayendo el mercado. Los datos que avanza Tebeosfera en sus métricas así lo indican, una importantísima caída de las novedades durante 2024, pero recordemos que el conteo del número de novedades no da de ninguna manera una valoración real del sector. Si las tiradas hubieran aumentado, la cifra de facturación podría ser muy superior con un número más bajo de novedades, por lo que cualquier especulación desde el número de novedades es muy arriesgada. Sí es cierto que hay datos preocupantes, pero son aislados y difíciles de probar y argumentar: librerías que cierran, comentarios generalizados de reducción de facturación, editoriales que desaparecen… Pero son percepciones que pueden ser una simple corrección de la burbuja que, sin datos, es difícil evaluar.
En cualquier caso, voy a lo interesante: el listado de La Cárcel de Papel de los mejores del año. Un listado, como siempre, que hay que usar con las debidas precauciones: no deja de ser la expresión de un gusto particular y, por supuesto tan sesgado como limitado. Por mucho que yo lea al año, al final tengo acceso a una selección mínima y esto que veis aquí es, más o menos, desatacar un 10% de las novedades leídas. Que no está mal, por aquello de cumplir escrupulosamente la Ley de Sturgeon, pero ya se sabe que lo que para uno es un deleite y placer intelectual, para otra persona puede ser un mamotreto insoportable. Y oye, con todo el derecho del mundo, y aquí haya paz y después gloria, que nada nos obliga a compartir argumentos, y cada uno tiene sus razones.
A lo que vamos, mi lista de lo mejor del año. Recuerden que, si bien los 10 primeros se podría decir que son los más destacados, el orden es perfectamente intercambiable.
- Domingo flamenco, de Olivier Schrauwen (Fulgencio Pimentel)
- Una mujer de espaldas, de Yamada Murasaki (Salamandra Graphic)
- El color de las cosas, de Martín Panchaud (Reservoir Books)
- Mañana será otro día, de Kem Suk Gendry Kim (Reservoir Books)
- Roco Vargas. Memorias de un futuro que no fue, de Daniel Torres (Norma Editorial)
- Samuel & Beckett, de Jorge Carrión y Javier Olivares (Salamandra Graphic)
- Nocturnos, de Laura Pérez (Astiberri)
- El miedo, de María Hesse (Lumen)
- La casa de las magnolias, de Flavia Biondi (La Cúpula)
- ¡Universo 2!, de Albert Monteys (Astiberri)

Lo de Schrauwen es simplemente espectacular, no solo es una peculiar relectura de Joyce en términos de desidia dominguera transformada en apología del solipsismo, es que es un catálogo de recursos narrativos sorprendentes que demuestra que lo de “no pasar nada” en una viñeta es un imposible físico. La obra de Murasaki es, por el contrario, el relato de una toma de conciencia que define a la perfección cómo la mujer ha sido olvidada en la historia desde lo íntimo y cotidiano, que nos obliga a reflexionar sobre nuestras actitudes, sobre lo que vemos y aceptamos como normal. El color de las cosas es la sorpresa narrativa del año, una propuesta tan radical en su forma como tradicional en su fondo, como si Ken Loach fuese contado desde la abstracción más rabiosa, pero demostrando que el cómic está mucho más allá de lo que pensábamos. La obra de la coreana Kem Suk Gendry Kim es uno de los grandes descubrimientos de los últimos años, cada uno de sus tebeos es una joya, una delicia en la lectura que deja un poso amargo de reflexión, tan acertado como necesario. El que está instalado en el magisterio creativo desde hace años es Daniel Torres: su nueva incursión en el mundo de Roco Vargas es pura efervescencia de posibilidades para contar historias, un recorrido por las bambalinas de la creación desde la propia ficción, una metaficción, si quieren o mejor, una maravilla del noveno arte. Otros que cuentan sus colaboraciones por retos sorprendentes son Carrión y Olivares, que transforman la biografía de Beckett en un objeto poliédrico y fascinador que exprime el potencial de la historieta. También reta y logra mejorar en cada proyecto Laura Pérez, que en Nocturnos consigue refinar al máximo su capacidad de sugerencia, de insinuación que deja sensaciones que explotan en todos los sentidos. Maria Hesse me ha impactado en su hábil combinación de registros, usando texto, ilustración y cómic para transmitir ese miedo que nace del maltrato, no necesariamente físico, pero tan devastador en cualquier caso. De la obra de Flavia Biondi me ha impresionado su capacidad para llevarnos no solo por el duelo, sino por aquello que se queda enquistado en interior tras él, ese dolor que no tiene forma pero hace que la propia existencia se tambalee destrozando nuestra autoestima. ¿Qué decir de Monteys y su acercamiento a la ciencia-ficción? Yo personalmente no disfrutaba tanto del género desde Twilight Zone, y me parece que el catalán va un paso más allá al jugar con la forma y fondo sin olvidar que el humor es la principal herramienta de la reflexión y la crítica social.
- Lo que más me gusta son los monstruos 2, de Emil Ferris (Reservoir Books)
- Los pájaros que al surcar el alba, Luis Durán (Dolmen)
- El designio, de Laura Pérez y Javier Pérez Andujar (Autsaider Cómics)
- Los incorregibles, de Julia Wertz (errata naturae)
- Cartas a Vincent, Julio César Pérez (Zorro Rojo)
- Cosmo en el espacio, de Javi de Castro (Astiberri)
- Furiosa, de Monde y Burniat (Norma Editorial)
- Deep me, de Marc Antoine Mathieu (Salamandra Graphic)
- Aguagim, de Marina Sáez (Garvuix/Finestres)
- Sibylla, de Baitinger (Fulgencio Pimentel)

Emil Ferris ha cambiado el registro de su monumental obra y reduce su planteamiento coral a un relato íntimo donde todo cobra sentido y encuentra su lugar, donde comprendemos a Karen y los monstruos y descubrimos que ya forma parte de nosotros. A Luis Durán se le reconocerá, algún día, que es uno de los grandes del cómic en este país. Y no solo del cómic, sino un maestro de las ficciones, de crear obras que nos llevan por los vericuetos de las historias, que nos enseñan los mecanismos de la imaginación. El designio es puro goce referencial, una de esas obras que nacen del genio de escritor y autora para encontrar su espacio propio dentro de eso que llamamos cultura popular, transformando la narración y las viñetas en auténticos conectores con nuestra educación sentimental, esa que hicimos en los cines de reestreno y las librerías de segunda mano. Julie Wertz consigue que uno termine de leer su cómic y automáticamente la agreguemos a nuestra lista de amistade más queridas. Porque más allá del relato de lo cotidiano, Wertz nos abre su vida como si fuéramos un amigo más que se sienta en una tarde de invierno a tomar un café en una terraza para hablar de lo humano y lo divino. Julio César Pérez habla en cierta medida de lo cotidiano también, pero metiéndose en la mente del hermano de Van Gogh para comprender los engranajes íntimos de una mente que era inexplicable pero fascinante. Lo de Javi de Castro es de otra galaxia en todos los sentidos: primero porque es el tema, divertido y ameno, de su obra; y lo segundo porque lo que hace en este tebeo es tan difícil como sencillo aparece en las viñetas. Pero no, hacer esta genialidad es ingeniería narrativa y compositiva al alcance de unos pocos. Furiosa no es solo una actualización moderna de la trama artúrica, es demostrar que los mitos son eternos y que están hechos para reescribirse continuamente y mantener su esencia pese a que todo parezca cambiar. Marc Antoine Mathieu vuelve a romper todo esquema preconcebido en Deep me, un tour de forcé alrededor de una viñeta perenne en negro que resulta ser tan expresiva como el dibujo más alambicado y, si me apuran, más, porque consigue introducirse en las complejidades del yo y, de paso, en la actualidad de las IAs. Marina Sáez ha firmado una obra chispeante y vitalista pese a que sus protagonistas suman siglos de años a sus espaldas, dejando de lado prejuicios y vergüenzas para hablar de la vida con la tranquilidad de quien la ha vivido. Baitinger logra en Sibylla dejarnos epatados con la forma mientras va componiendo una historia donde la realidad conforma sus propias reglas hasta atraparnos también por lo que nos cuenta.
- Se está muy sola en el centro de la tierra, de Zoe Thorogood (Norma Editorial)
- La carretera, de Manu Larcenet (Norma Editorial)
- Los días felices, Zuzu (Barbara Fiore)
- Un barbero en la guerra, de María Herreros (Lumen)
- Este cocodrilo morirá en 100 días, de Yuuki Kikuchi (Fandogamia)
- La tierra yerma, de Carla Berrocal (Reservoir Books)
- El beso de la sirena, de Luis Yang y Uxia Larrosa (La Cúpula)
- El río, de Julie Doucet (Fulgencio Pimentel)
- Raíces de Ginseng, de Craig Thompson (Astiberri)
- Melodía sentimental, de Tadao Tsuge (Gallo Nero)

Sin duda, Thorogood es una de las autoras jóvenes más interesantes del cómic actual, brillante en su forma de acercarse a sus pensamientos. En La carretera, Larcenet consigue la mejor adaptación que se ha hecho en cualquier medio de la obra de McCarthy, transformado su trazo en pura visceralidad. Una autora que seguir, Zuzu, que vuelve a demostrar esa particular forma de traducir en el dibujo conceptos complejos desde un simbolismo en apariencia sencillo, pero demoledor. María Herreros consigue con la historia de su abuelo ese equilibrio tan complicado entre lo personal y la Historia, entre la memoria de los hechos y la memoria de los sentimientos, logrando un tebeo excelente. Kikuchi me ha dejado arrebatado con su obra: su relato de lo cotidiano, de una felicidad tan sencilla como frívola, casi, se convierte en un relato asfixiante que, cuando cerramos su última página, recordamos que es el que vivimos cada día de nuestra existencia. En La tierra yerma se nota que Berrocal se encuentra a gusto volcando esa mezcla de pasión cinematográfica por el western para romper la obligatoriedad que parece presidir nuestro presente de etiquetar cualquier creación. La única posible en esta obra es “Libertad”. Yan y Larrosa nos recuerdan el poder de las historias, de las leyendas, de los cuentos, de esos relatos que las abuelas cuentan a los niños para entrar en el mundo de los sueños que, quizás, son también el tejido de nuestras identidades. Julie Doucent abraza en este lleporello un obra-río en su sentido más estricto, un relato continuo desde lo personal para recordarnos que la memoria no es fragmentaria, sino una realidad construida como un fluido en constante movimiento. Raíces de Ginseng no llega a dejar atrás los miedos adolescentes de Thompson, pero les da forma y sentido para entroncarlos con la propia construcción de la sociedad de la América profunda, de ese cinturón de óxido que tan ajeno nos resulta. Nos olvidamos del otro Tsuge siempre, pero es un autor que evita la poética de su hermano para ir directamente al puñetazo reflexivo, sin florituras ni adornos. Tadao es algo así como el reverso tenebroso de Yoshiharu, pero no pueden existir el uno sin el otro.
- El hermano pequeño, de J.L. Tripp (Norma Editorial)
- El buen ciudadano, de Andrés Magán (Apa Apa Cómic)
- Las primaveras, de Adrien Parlange (fulgencio pimentel)
- Lo sabes aunque no te lo he dicho, de Candela Sierra (Astiberri)
- Flight, de Kuniko Tsurita (Gallo Nero)
- La madriguera, de Femimutancia (Liana)
- Fungirl, de Elizabeth Pich (Fandogamia)
- Muera la inteligencia, de Jorge García y Gustavo Rico (Norma Editorial)
- El arte de llorar, de Pepita Sándwich (Lumen)
- Dr Extraño, Amanecer de Otoño, de Tradd Moore y Heather Moore (Panini)

Tripp es un autor que muchos de nosotros ligamos con una forma de entender la aventura, pero en esta obra nos deja totalmente impactados: el duelo como algo que se extiende por toda la vida hasta llegar a construir al sujeto. Magán es uno de esos autores que nunca hay que dejar pasar: su nueva obra es un desafío que nace del humor absurdo para encontrar lugares propios que dinamitan cualquier principio establecido. Las primaveras consigue jugar con el objeto para transmitir el paso del tiempo de una forma íntima y personal de la que es imposible evadirse. Candela Sierra logra una de esas obras que resumen la vida cotidiana y nuestra actualidad desde un humor irreverente y sutil que nos obliga a repensar el concepto de relación personal. Tsurita es una desconocida en nuestro país, una pionera absoluta que rompió moldes no solo en el feminismo, sino en un planteamiento poético de la historieta que se adelanta a genios como Seiichi Hayashi. La madriguera es un valiente relato sobre los sentimientos entre una hija y su madre que sabe tejer conexiones con la realidad que las circunda, desde la actualidad a la cultura popular. Lo de Fungirl es pura experiencia catártica, una de esas lecturas que te meten el cerebro en una licuadora hasta destrozar cualquier idea que tuvieras sobre la existencia sin dejar de reír. Jorge García y Gustavo Rico no lo tenían fácil, pero acercarse a la figura del fundador de la Legión era un osado ejercicio lleno de filos cortantes del que salen con éxito. Llorar es un arte, y quizás no solo deberíamos llorar más, sino entender porqué lo hacemos: para aquellos que quieran dar ese paso, El arte de llorar es su tebeo. Parecía imposible recuperar esa sensación lisérgica del Dr Extraño de Ditko, pero los Moore consiguen en su acercamiento un acertado matrimonio con la psicodelia que se convierte en un viaje de peyote por una concepción chamánica del superhéroe de Marvel que no puede ser más sugerente.
- Migas, de Javier Castañeda (Aristas Martínez)
- Los X-celentes, de Mike Allred y Peter Milligan (Panini)
- Si bailáis entenderéis mejor las letras, de Lorenzo Montatore (Ecc)
- Parque Ciudad, de Carlos G Boy (apa Apa Cómic)
- Maleficio, de George Wylesol (Libros Wal
- Los Pizzlys, de Jérémie Moureau (Norma Editorial/Finestres)
- Las personas de los apartamentos dorados, de Park Kun-woong (Tengu Ediciones)
- Etileno, de Carmen B. Mikelarena (autoedición)
- Perpendicular al sol, Cuny y Le Calle (Salamandra Graphic)
- Trufa, de Glàfira Smith (Pagés Editors)

Javier Castañeda debuta con una obra tan arriesgada como bien resuelta, un relato de la migración a las ciudades que sabe ligar con los sentimientos y sensaciones del desarraigo. Siempre decimos que el cómic tiene capacidades sinestésicas, pero no siempre es fácil sacarlas adelante con la facilidad con la que Montatore nos trae las melodías de Talking heads y nos obliga a bailarlas mientras leemos. La propuesta de Parque Ciudad es tan inclasificable como refrescante, a medio camino entre la reivindicación de los videojuegos de 8 bits y la construcción de universos propios, pero siempre atractiva. Wylesol plantea en Maleficio una subversiva revisión del mito del fantasma desde una perspectiva de experimentación formal con ecos de Vaughan James. Con Los Pizzlys, Jérémie Moureau firma una excelente reflexión sobre la necesidad de levantar el pie del acelerador de nuestras vidas, desde una idea tan literal en su argumento como subyugante en lo visual de su propuesta gráfica. Considerado un clásico, la obra de Park Kun-Woong es una sorprendente aproximación a la historia de su país desde una mirada crítica y comprometida. Carmen B. Mikelarena es un valeroso relato de la búsqueda personal que no evita las aristas, pero apuesta por una mirada esperanzadora. Mike Allred y Peter Milligan siguen haciendo en sus aproximaciones al subgénero mutante una vitriólica disección de nuestra realidad actual. Perpendicular al sol es una de esas obras que nunca deja indiferente, por ser un relato que habla de un tabú social, por ser una creación que se atreve a transgredir la norma con propuestas sugerentes. A primera vista, Glàfira Smith firma en su cómic un rendido homenaje a esos seres peludos que nos acompañan y que forman parte de nuestra vida, pero la dibujante sabe dejar de fondo una historia de amor que acaba por apropiarse del relato con una fuerza arrebatadora.
