En España tenemos una escasa tradición de prensa libre, plural e independiente
esde hace cuatro años y medio, escribo en los pergaminos del Rincón. Aquí, en este humilde blog, desnudo mis pensamientos ante los ojos de los otros. Pensamientos alejados del sesgo editorial de los medios de comunicación y, pensamientos – perdonen por la redundancia – desprovistos de intereses económicos y partidistas. A través de esta bitácora, realizo una crítica al modelo de periodismo mediterráneo que nos envuelve. Un modelo, como digo, caracterizado por el escaso desarrollo de su mercado; por los altos niveles de “partidocracia” y, por la falta de autonomía de los periodistas. Este modelo, común en España, Francia e Italia, está a años luz del que se practica en los países anglosajones. En tales lugares, se ejerce un periodismo marcado por la neutralidad política; la intensa profesionalización de los periodistas y la baja intervención estatal en el derecho a la información. Tanto es así, que muchos medios son financiados por la soberanía lectora.
En España, queridísimos lectores, tenemos una escasa tradición de prensa libre, plural e independiente. No olvidemos, que todavía pagamos la factura del Caudillo. Una deuda de cuarenta años de cerrojos a las voces ciudadanas. Así las cosas, no es extraño que la prensa que se cuece en los fogones españoles, esté en desventaja comparativa con respecto a Estados Unidos, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda. A esta debilidad – a los paréntesis históricos de las dictaduras – tenemos que sumar nuestros índices de lectura. Unos índices, como saben, muy reducidos en comparación con el resto. Somos – en palabras del sociólogo – el país que menos periódicos lee de Europa. Y muestra de ello: el cierre de varios rotativos en los últimos años. Aparte de leer poco, la prensa que nos envuelve está dirigida, en su mayoría, a las élites económicas, sociales y políticas. Unas élites que utilizan a los medios para transmitir sus mensajes desde trincheras enfrentadas.
Aparte de nuestra escasa tradición periodística, el modelo mediterráneo se caracteriza – como dije en el párrafo primero – por sus altos niveles de afinidad con los partidos políticos. Tanto es así, que el discurso de los medios es altamente predecible por el lector de la mañana. Esta condición es tóxica para la democracia, por la pérdida de independencia que ello supone para los escribas del ahora. La ideologización de los medios o, mejor dicho, la prensa de partidos; impide – en muchas ocasiones – que se construya una opinión pública con libertad para juzgar y criticar la información suministrada. La información está determinada por las líneas ideológicas de las tres o cuatro cabeceras que lideran el mercado. La grieta entre periódicos progresistas y conservadores impide a la España actual cerrar las heridas de la contienda. El "fracaso" de mi blog radica precisamente, en querer navegar contracorriente. Querer, como digo, construir una masa de lectores diversos y reflexivos; capaces de leer artículos y comentarios sin los prejuicios acostumbrados.
Desde la crítica debemos denunciar la injerencia del Estado en los medios de comunicación. No olvidemos que el Ejecutivo es propietario de cadenas televisivas – estatales y regionales -; reparte el abanico radiofónico y concede licencias audiovisuales. Algo bueno para la democracia – claro que sí – pero nefasto, cuando tales intervenciones sirven para construir discursos afines a intereses partidistas. Y, por último, hace falta – muchísima falta – dignificar la profesión. Hacen faltan más periodistas especializados; un código deontológico al unísono; menos parcialidad; más autonomía de los obreros de la información y, sobre todo, dotar de más poder real a las asociaciones profesionales. Solamente así, conseguiremos el modelo de periodismo anglosajón que tanto merecemos. Mientras tanto, mientras sigamos erre que erre en "el modelo de partidos"; seguiré escribiendo en el Rincón. Seguiré aquí, estimados lectores, con el martillo y el cincel; luchando contra el sistema y alzando la voz contra aquellos que han querido silenciarla y, sin embargo, no han podido.
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