A Santander se le reconoce en el ámbito nacional como un destino de aventura y de paisajes, especialmente por la imponente presencia del Cañón del Chicamocha y por las calles empedradas de algunos pueblos coloniales.
No obstante, el departamento tiene mucho más para ofrecer al mercado nacional y debe apuntarle, en paralelo, a un turismo internacional. Pero para ello debe hacer algo muy difícil: Desaprender. Sí, esto es abandonar las ideas que tenemos a veces de que el turista tiene un rol meramente contemplativo.
El turista de hoy ha cambiado radicalmente en los últimos diez años: Llega informado y a veces sabe más que los guías. Autogestiona su experiencia y si el intermediario no le ofrece valores agregados, lo desecha. La compra de tiquetes aéreos y la reserva de alojamientos es un buen ejemplo.
Ese nuevo turista quiere vivir experiencias, sumergirse en lo local; no se conforma con llegar al parque principal de alguno de nuestros hermosos pueblos, sino que quiere comer lo que come el del lugar y ser guiado por alguien o por una ruta sugerida. La historia no solo hay que verla sino sentirla. El turista de hoy quiere vivir experiencias más especializadas y es aquí donde, como destino, debemos prepararnos más. El avistamiento de aves es un turismo que deja millones de dólares al año en todo el mundo y en Santander tenemos todo el potencial; los recorridos en bicicleta de montaña han llevado a crear hoteles especializados donde es más importante contar con un mecánico que con un maitre. Este turista es hiperconectado, valora más las zonas wifi que las zonas húmedas…
Estos nuevos horizontes nos plantean desafíos como acelerar nuestro sentido de servicio al cliente para brindar calidez de hoteles 5 estrellas aunque seamos anfitriones en un hostal; pensarnos como región y no solo como municipios aislados. Para el turista es indiferente si pasa la frontera invisible entre la provincia comunera y la guanentina; lo que quiere es sentir que en un radio pequeño puede vivir varias experiencias.
Allí las regiones deben ver cómo se sacan adelante aeropuertos para servir a varios municipios y evidentemente hay que mejorar vías terciarias y el abastecimiento de agua. Es ahora o nunca para ponernos en el mapa mundial.
Nota: columna publicada originalmente en Vanguardia el día 30 de mayo de 2019