La política democrática ha devenido en un ritual donde los procedimientos se dan por supuestos sin que nadie se plantee seriamente innovar en algo. Una democracia inteligente comienza, sin embargo, por no hacer experimentos en el vacío y por adoptar todas las cautelas necesarias. Pero también por tomar nota de qué es lo que no funciona. Y aquí salta a la vista que el problema principal reside en la creciente desafección de los ciudadanos hacia la clase política, la falta de confianza en el liderazgo.
Fernando Vallespín, La democracia estúpida, El País, 13 de octubre de 2011