Editorial Candaya. 189 páginas. 1ª edición de 2017.
Ya comenté la semana pasada que fui el primer comprador de Réplica
de Miguel Serrano Larraz (Zaragoza,
1977) en la caseta de la editorial Candaya de la Feria del Libro de Madrid, y
que me apetecía leerlo tras haber disfrutado tanto de la novela Autopsia. En la presentación de Réplica en Madrid acabé comprándome Órbita, y he leído los dos seguidos. Ya
comenté Órbita la semana pasada.
Si bien los cuentos de Órbita
eran nueve, los de Réplica son doce. El número de páginas es más o menos igual en
los dos libros, pero no el número de palabras, ya que mientras que las páginas
de Órbita contienen 30 renglones, las
de Réplica albergan 32. Lo he contado.
Sabía que tardaba más en leer las páginas del segundo libro que las del
primero. Así que en Réplica hay tres
cuentos más que en el otro libro y en general son algo más cortos.
Algunos de los cuentos de Réplica habían aparecido previamente en
revistas o en libros colectivos. Este detalle me parece importante, porque
marca la temática de algunos de ellos.
El libro se abre con Recalificación,
que habla del dueño de un pequeño comercio de barrio que verá amenazada su
supervivencia por la construcción cercana de una gran superficie comercial.
Recuerdo temáticas parecidas en algún cuento de Ignacio Martínez de Pisón. Me gusta mucho el cierre poético y
sorpresivo del cuento. Y sobre todo me gusta la seguridad que muestra Serrano
Larraz en su prosa, elegante y contundente, sin barroquismos, pero honda y
firme.
Un tiempo muerto es el
relato correcto que un profesional hace por encargo. Ya he comentado antes que
algunos de estos cuentos han aparecido antes en libros colectivos, y éste lo
hizo en Tiros libres. Relatos de baloncesto (Lucercalia, Alicante,
2009). No estoy seguro de que Serrano Larraz hubiera elegido esta temática si
escribiera pensando simplemente en publicar un volumen de cuentos. Me llama la
atención la temática deportiva, pero al final el autor lleva este elemento a su
terreno y la pista de baloncesto se transforma en una excusa para volver a sus obsesiones:
las relaciones familiares, la soledad, la búsqueda de la identidad y la
extrañeza.
Me encanta el tercer cuento, Oxitocina.
Es uno de mis cuentos favoritos del libro (o mejor dicho, de los dos libros, Órbita y Réplica). Es un cuento sutil sobre la relación entre un hombre
soltero y su sobrina de cuatro años. De fondo se insinúa, entre sombras, la
existencia de una enfermedad de la madre. El cuento incide en la extrañeza de
la vida y la familia de forma muy poética. Una delicia.
Central es un
cuento en el que se narran diversos momentos de la vida de una mujer. Me parece
un relato de temática un tanto dispersa, y el interés se acaba escurriendo
entre sus costuras. Después de leer Oxitocina,
Central me ha gustado bastante menos.
El protagonista del cuento El
payaso se llama Miguel. Un Miguel que el lector de la obra de Serrano
Larraz podría identificar fácilmente con el propio autor. De hecho, de forma
irónica parece estar hablando de su propia trayectoria literaria. En la página
56 leemos: «Hace unos años, cuando Miguel publicó Los gatos escaldados, su primer volumen de relatos, se produjo un
equívoco similar. Varias personas del mundo literario le dijeron que uno de los
cuentos plagiaba de forma descarada los procedimientos narrativos de Roberto
Bolaño. No supo cómo decirles que en realidad él había querido escribir una
parodia de los relatos de Roberto Bolaño». Podríamos pensar que el libro Los gatos escaldados es Órbita y el cuento del que habla podría
ser el primero del libro. Si Serrano Larraz, como se insinúa aquí, siguiendo el
juego propuesto en este cuento, quiso escribir una novela de humor con Autopsia, está claro que no lo
consiguió. Pero como se apunta en el propio cuento: toda literatura parte de un
equívoco. Me ha gustado este relato metaliterario.
Considero que la idea compositiva de
La
disolución, con una entrevista sugerida que se le está haciendo a un
par de ancianos que hablan de sus hermanos cuando todos eran niños, está por
encima de su resolución. Me ocurre igual que con el cuento Central: en estos relatos, Serrano Larraz parece escribir novelas
en miniatura, y siento que se dispersan los temas narrativos.
La tabla periódica, con sus
escasas tres páginas, me ha resultado demasiado corto y su intensidad dramática
no ha llegado a emocionarme.
Me gusta mucho Media Res, que es otro
cuento que ya apareció en un libro colectivo (Dopperlgänger: Ocho relatos sobre
el doble, Jekyll&Jill, 2011). Es un gran relato negro, algo que no
me esperaba encontrar en este libro. He agradecido esta rotura de mis
expectativas.
Azrael, sobre
la búsqueda de un libro en una librería que sólo vende las obras de autores
muertos, es un cuento muy bolañiano. Una amenaza incierta lo recorre de
principio a fin. Me gusta.
La frontera es un
cuento curioso sobre una chica inmigrante que narra sus vacaciones de Navidad
en España. Le sienta bien la no definición, la resolución nebulosa.
Logos me ha
parecido un claro homenaje al Stanisław
Lem de los cuentos de Máscara, que da la voz narrativa a
una inteligencia artificial. Es irónico,
pero me ha resultado demasiado distante.
El último cuento, el titulado Réplica,
con sus casi 40 páginas, podría ser considerado una novela corta. Contiene
algunas de las mejores páginas que he leído de este autor, y para mí es el
mejor cuento de sus dos libros de relatos. En la presentación de Réplica en Madrid, Serrano Larraz apuntó
que uno de sus temas narrativos predilectos era el de «la identidad». En este
cuento, un narrador que se puede identificar fácilmente con el autor habla al
lector de los diferentes personajes con los que le han confundido a lo largo de
su vida; en muchos casos se ha tratado de músicos con el pelo largo (un rasgo
físico que comparten narrador y autor). «En una etapa de mi vida, la más
importante (duró aproximadamente tres años), la gente, los desconocidos, me
confundía con Enrique Bunbury, el que había sido cantante del grupo Héroes del
Silencio. Es la más importante por su duración, por su frecuencia, por su
intensidad, pero también por la edad que tenía yo entonces, por lo que tuvo de
educación sentimental», leemos en la página 155.
Diría que éste es el cuento más
personal del libro y a la vez en el que quedan más latentes los intereses
narrativos de Serrano Larraz: su indagación en el «yo» de una forma paródica y
cómica que, sin embargo, no deja de ser desoladora. El cuento Réplica está englobado de forma clara en
el mismo mundo narrativo del que partía Autopsia;
y lo complementa y glosa de manera muy eficiente.
Ya he comentado que he leído
seguidos los dos libros de cuentos de Miguel Serrano Larraz: Órbita y Réplica. Han transcurrido ocho años entre la publicación de uno y el
otro, y entre medias ha tenido lugar la escritura de la novela Autopsia. Si Órbita era un libro de formación muy prometedor, con algunos
cuentos buenos, Réplica es una obra
de madurez, la confirmación de un talento que partía de forma demasiado
evidente, en algunos casos, de las poéticas de Roberto Bolaño o Julio
Cortázar. A pesar de que en este segundo volumen de cuentos nos encontramos
con piezas más logradas que otras, como suele ocurrir en un libro de relatos,
la sobriedad y la elegancia en el lenguaje de Réplica me ha parecido más conseguida que en Órbita. Réplica es un
libro de cuentos muy maduro, con algunos relatos (Oxitocina, El payaso, Media res o Réplica) muy valiosos.