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Un estudiante de Ciencias Ambientales de 21 años diseñó la bóveda de Sol - Arquitectos y urbanistas analizan la estética y filosofía constructiva de la acampada
PATRICIA GOSÁLVEZ - Madrid
Alberto Araico, el 'arquitecto del 15-M'- BERNARDO PÉREZ
Alberto Araico de Brito tiene 21 años, estudia segundo de Ciencias Ambientales y ha proyectado una de las construcciones más comentadas del momento: la bóveda de palés de la Puerta del Sol. Es el puesto de información del Movimiento 15-M. "El barrancón", lo llaman algunos, incluido su autor, pero el nombre no gusta en Sol, porque suena a militar.
La acampada ha sido muchas cosas, entre ellas una acampada. Es decir, un asentamiento físico, que más allá -o mejor, más acá- de mensajes y símbolos, ha tenido sus procesos constructivos y su estética. Un experimento de improvisación, reciclaje, bricolaje, diseño colectivo y apáñate como puedas que ha llamado la atención de arquitectos y urbanistas profesionales. Para algunos fue una lección de arquitectura efímera y apropiación ciudadana, para otros un caos sin potencia estética, un poblado chabolista.
Lo que queda es esta simple bóveda de palés, que también es arquitectura urgente, sin duda, pero no tan improvisada como cabría pensar.
Sentado a lo indio frente a su obra, Araico explica que estaba en Valdegrulla, un pueblo fantasma de Soria, cuando se enteró del 15-M. "Lo que estaba pasando en Sol nos pareció mazo de chulo... pero pensamos que el campamento, estéticamente, no estaba a la altura de las ideas".
"El campamento no estaba a la altura de las ideas", dice el autor de la bóveda
"Queríamos mejorar la estética siendo fieles al espíritu de las asambleas"
Constructivamente podría aguantar 30 años en pie, asegura el creador
La estructura se introdujo en Sol camuflada el día del desmontaje
Habla en plural porque pertenece a la asociación neorrural Beatus Ille (Feliz Aquel), que se dedica a revivir pueblos abandonados. Son una docena de amigos del barrio del Pilar, estudiantes de arquitectura, carpinteros, soldadores... "Queríamos mejorar la estética de la acampada siendo fieles al espíritu de las asambleas", dice Araico, que se plantó en Sol con el Proyecto Manzana bajo el brazo.
En la portada hay un dibujo de una bomba con una manzana dentro (es un juego de palabras con el Proyecto Manhattan, que desarrolló la primera bomba atómica). No es la única ironía del documento: entre las 50 páginas hay una con el lema "Nuevo chabolismo ilustrado".
El Proyecto Manzana se redactó para la Universidad Autónoma. Hace meses, sintiendo que le faltaban "horas de vuelo" en bioconstrucción (combinación de calidades constructivas tradicionales y nuevos materiales), Araico se dispuso a "hacer algo con palés" en un solar olvidado del campus. "¡Y me salió el Guggenheim!", se ríe mostrando en el móvil las fotos de aquel primer proyecto: una caseta con tejado a un agua impermeabilizado con tetrabriks (que recuerdan a las planchas de titanio del museo de Gehry).
La caseta llamó la atención de Ecocampus -un organismo del vicerrectorado que promueve el pensamiento ecologista en el campus- y le encargaron que hiciese algo parecido en el huerto y vivero universitario. "Como la caseta perdía calor por el tejado, diseñamos una bóveda con un arco de medio punto, que disgrega la carga y una cercha circular que soporta espacios diáfanos", dice Araico, que firma el proyecto con el diseñador industrial Carlos Martín Ponz y el estudiante de arquitectura José Luis Moreno Muñoz.
El Proyecto Manzana tiene planos, cálculos y un presupuesto (6.471 euros, aunque "está algo hinchado", admite el autor). La estructura se completaba con un aislamiento de tetrabriks, pilastras de neumáticos usados, unos vanos de luz de lunas de coche y una cubierta vegetal. "Comparado con el proyecto original esto es una caseta de feria", dice Araico señalando la bóveda de Sol.
Cuando los neorrurales presentaron su proyecto al 15-M les llevaron "de comisiones". "Fue un proceso largo", suspira Irene Rodríguez, arquitecta técnica de 24 años y miembro de la disuelta Comisión de Infraestructuras. La idea gustó pero había suspicacias: "La gente asociaba la bóveda al desmantelamiento de la acampada y a cierta legalización del movimiento". Es decir, para algunos reducir el campamento a un punto informativo era "venderse". También se consultó con Legal el problema de seguridad, ya que la policía había subrayado que no quería estructuras permanentes.
Mientras las comisiones discutían, "Infra" decidió ir tirando. En una sala prestada en Tabacalera, un equipo de hasta 50 personas se propuso construir en tiempo récord y con los materiales disponibles la bóveda. Unos buscaban palés tirados por la ciudad, otros comprobaban los cálculos y triangulaciones. Subiéndose encima y zarandeándola se hicieron las pruebas de carga. "Con lo que teníamos, hicimos lo que pudimos", dice Rodríguez. "Esta experiencia me ha dado la creatividad que nunca me dejaron tener en la carrera, y me ha hecho preguntarme cosas como ¿por qué se alargan siempre tanto las obras? Aun con recursos limitados, si tienes sentido común, puedes ser eficaz", añade.
La estructura se desmontó y se plegó marcando cada pieza con un código para volver a montarla en Sol como un puzle (en los palés se puede leer: G7, H6...). El día que se desmanteló el campamento, camuflada en las mismas furgonetas que sacaban material ("por si no nos dejaban meterlo"), la bóveda entró en Sol. Tras un parapeto de lonas azules para que la policía no se percatase, se volvió a montar discretamente. Se apretaron los tornillos con los palés de canto y se levantaron los arcos a pulso, "como lo hacían los romanos", según la técnica. Luego, los tirantes, "como en las bóvedas bizantinas". Todo entre las 2 de la tarde y las 10 de la noche del sábado 11 de junio. Aquella primera noche, tras el concierto de inauguración, Alberto Araico hizo el primer turno de guardia en su obra.
A la bóveda le faltan algunos detalles: barniz ignífugo, aislamiento de tetrabriks, flores en la cubierta "para que quede más bonita"... Eso en el plano estético; en el otro, queda por definir para qué servirá, cómo se gestionará, quién la atenderá... Pero sobre todo, la duda es: ¿cuánto tiempo durará en la plaza? "Constructivamente esto podría aguantar 30 años, lo que aguanten los materiales", dice Araico. "Pero también te digo que se puede desmontar en una tarde".