© 1996 photo RMN / Hervé Lewandowski (Museo del Louvre)
La representación de la mujer cantando, tocando instrumentos musicales o bailando es recurrente en el mundo grecorromano y no todo son escenas cruentas o mitológicas, como la de los cantos de sirenas que conducen, según Homero, a los peores abismos o las de los bailes de las gaditanas que, según narra Suetonio, son la antesala de la prostitución. Se cuentan por cientos las escenas sencillas de mujeres practicando música, o cogidas de la mano cantando en coros, que podemos ver representadas en vasijas, candelabros, frisos y mosaicos; sin embargo, la impresión que todos tenemos de la mujer músico en Grecia y Roma es la imaginaria: diosa, musa o sirena, pero no madre, hija, o amiga.
La bibliografía sobre la música en la civilización griega es abundante y fecunda pero considera al músico sin distinción de género o en masculino y sólo en caso excepcionales (por ejemplo en el estudio de los coros de jóvenes doncellas) en femenino. Los impecables estudios sobre notación, teoría u organología, entre tantos otros, no inciden en la relación entre la mujer y la música. En el caso de Roma la situación es ligeramente distinta. Con demasiada frecuencia, y en parte porque es verdad, pero también porque quizás faltan datos, se considera que la música romana no existe como tal y bien se estudia como derivación y continuación de la helénica, bien como un préstamo de la música etrusca que, tampoco se suele impartir y considerar como una entidad en sí misma. En cualquier caso, e igual que pasa con la música griega, no se ha tratado hasta ahora la relación de la mujer y la música. Y esta situación nos lleva a preguntarnos cómo abordar el estudio de la mujer y la música en Grecia y Roma. Si nos inspiramos de los estudios sobre la mujer o la condición femenina en la Antigüedad topamos con el mismo tipo de problemas: impresiones que no se confirman o falta de concordancias entre fuentes iconográficas y/o literarias. Como anuncia Claude Mossé, en el prólogo de La mujer en la Grecia Clásica, a primera vista da la impresión de que la mujer estaba excluida de las actividades fundamentales de la sociedad griega, pero, un estudio profundo demuestra que no podemos ser tan categóricos. Por otro lado, Mossé recuerda que son hombres los que ponen voz a los personajes femeninos de los textos clásicos, pero que aún así debemos estudiarlos como fuentes de la representación de la mujer. Finalmente, compartimos la conclusión de su prólogo: «hay que tener en cuenta las representaciones de la mujer y el lugar que éstas ocupaban en el mundo ideal de los griegos de la Antigüedad, a fin de evaluar, en la medida de lo posible, cómo dichas representaciones reflejan una realidad que sólo podemos aprehender a través de ellas.»
La iconografía grecorromana, base de la reconstrucción de tantos aspectos de su cultura, es también una fuente de primer orden en este tema y debe observarse y contextualizarse a la luz de las referencias literarias e históricas. Pero ni en las abundantes representaciones visuales ni en las claras referencias escritas encontramos una serie de enunciados exactos que nos expliquen cómo la mujer aprendía, cómo estudiaba la música, dónde, cómo y por qué la practicaba, cuál era su público, sus fuentes de inspiración, etc. Probablemente los estudios de musicología combinados a los de género y salpicados de metodología histórica o filológica nos descubrirán en los próximos años un decorado mucho menos excitante: la mujer practicó la música en Grecia y Roma tanto en el ámbito doméstico como público, y que quizás en este segundo su papel sí fue relevante.
Entre tanto, voy a dedicar una serie de entradas a comentar una parte de la paleta de probabilidades y se esbozaré las posibilidades de un tema poco investigado. Partimos de lo que vemos, el campo de la representación, de gran belleza y variedad, que muestra instrumentos, posiciones de las manos o del cuerpo al tocar o bailar, da idea del movimiento y del ritmo de la música, incluso de una cierta gama de sensaciones que produce la música, casi del ethos de la música griega que los teóricos exponen con gran exactitud en los tratados musicales. Siguiendo el esquema clásico de considerar a la mujer en el ámbito imaginario, en el doméstico, en el público o en el de la ciudad y en el teatro.