“Porque nosotras necesitamos poner en palabras nuestros sentimientos y ellos no saben nombrar nunca lo que sienten. Porque a ellos les aterra hablar de sus emociones, y a nosotras nos espanta no poder compartir nuestras emociones verbalmente. Porque lo que ellos dicen no es lo que nosotras escuchamos, y lo que ellos escuchan no es lo que nosotras hemos dicho” Rosa Montero
Hoy quiero dedicar esta entrada al padre. A la paternidad prenatal. A ese señor, joven, maduro, inquieto, inexperto, ilusionado, asustado que cumple un papel esencial en el proceso de la maternidad. Un hombre en ocasiones injustamente ignorado y apartado.
Cada vez hay más estudios que hablan de la influencia del padre en las decisiones que toma la madre respecto a todo lo concerniente al embarazo, parto y lactancia. Sin embargo toda nuestra atención se dirige en exclusiva hacia la madre. ¿Por qué? Bueno, culturalmente el hombre en la familia cumple un rol protector de los miembros más débiles. La preñez, la crianza y esas cosas, siempre se han tomado como asuntos de mujeres. Por suerte hoy sabemos que la función del padre se complementa con la de la madre para lograr el bienestar del bebé.
Empoderar al padre. Esa es la palabra.
Si miramos con atención, vemos como el esposo, el amigo, el compañero, el amante y confidente, permanece en un segundo plano. En lo maternal, él resiste a la sombra de las poderosas figuras femeninas que pueblan el universo de la mujer. Cuando puede y lo dejan, el varón reclama cada vez más un lugar importante durante la gestación de su compañera.
David Chamberlain, uno de los pioneros en el campo de la psicología del nacimiento, habla de tres aspectos esenciales en la paternidad prenatal:
- Alimentar un cuerpo físico sano.
Cuidar y favorecer que su compañera se alimente correctamente durante el embarazo.
- Crear cimientos emocionales.
Las vivencias de la madre dependen en gran medida de la relación con su entorno. Su pareja es el principal soporte emocional.
- Establecer una conexión rica con el niño.
El bebe intrautero escucha y capta el tono emocional de las conversaciones. Ya sabemos que cuando nace puede recordar música, ritmos musicales y otros sonidos. El padre puede y debe hablar al pequeño que está dentro, seguir sus movimientos y sus patadas acariciando la tibia piel de su compañera.
Estas y otras conductas son recomendables y hasta terapéuticas, aunque vistas desde fuera las veamos ñoñas o ridículas. En la intimidad los gestos de afecto y ternura deben prodigarse y dejarse prodigar. A pesar de esa coraza muda y tenaz, en el fondo de su corazón, los hombres son tan vulnerables y sensibles como nosotras. En este enlace podéis leer un articulo sobre los sentimientos del padre actual en la etapa perinatal. Y es que todo ese entramado de emociones, temores y sentimientos contradictorios forman parte de la paternidad. Sé bienvenido.