CALIFATO DE CÓRDOBA CON ABDERRAMÁN III
Dos años antes de la muerte de Al-Hakam II, comenzaba el movimiento de regresión dogmática por parte de los Fuqahas, que estaban esperando una oportunidad para imponerse sobre sus adversarios, entre ellos los filósofos, los científicos y los artistas. El califa sufría una grave enfermedad y, aterrorizado por la idea de la muerte, concedió todas las exigencias de los fuqahas a cambio de que estos exculparan sus pecados de tolerancia dogmática.
Tras él, Al Zubaydi de Sevilla, preceptor del califa Hisham II y consejero teológico de Al Mansur, publicó un panfleto contra aquellos islámicos díscolos:“Hay que arrancar la máscara a los impíos”. Enseguida tomó la palabra el tradicionalista Abu Omar Ibn Lub de Salamanca, que escribió un voluminoso tratado con el fin de“desenmascarar la impiedad”.

La inquisición de los fuqahas malekitasse desencadenaba y eruditos, filósofos, artistas y todo aquel que no se sometió a la disciplina dogmática del Islam sufrió la persecución y la represión. Muchos musulmanes prefirieron la convivencia con los cristianos del norte que estar sometidos a los bárbaros africanos traídos por Almanzor, los almohades o los almorávides.
El gran geómetra Abd er Rahman, conocido como el“Euclides español”, tuvo que exilarse de Córdoba. Saïd el Himar, de Zaragoza, autor de un tratado de música y de una iniciación a la filosofía tituladaEl árbol de la ciencia, fue encarcelado acusado de ateísmo, y obligado a retractarse de sus ideas hasta que pudo refugiarse en Sicilia.
En tiempos de los reinos de Taifas, ya descompuesto el Califato de Córdoba, la escuela sufí de Ibn Masarra fue obligada a la clandestinidad. Sus últimos discípulos, reunidos en Almería, fueron los únicos en protestar cuando los fanáticos fuqahas quemaron las obras de Ghazali por orden del sultán almorávide Yusuf Ibn Tashfin en el año 1106.
Toda la grandeza del pensamiento islámico de Occidente estaba en contradicción con la de estos fuqahas. Estos sacerdotes, que formaban una oligarquía jurídica, se convirtieron en un auténtico tribunal inquisitorial. Fueron ellos quienes prepararon la invasión extranjera de los almorávides en el año 1086, y fueron ellos los principales responsables de la decadencia y la derrota del Islam en la península Ibérica.
Su ortodoxia islámica degeneró hacia un formalismo sin alma y un ritualismo arcaico. Era un Islam de beatos, serviles con el poder, promotora de delaciones a la menor inobservancia de los ritos, predicadora del fatalismo y la resignación, que no podía extenderse como una idea vivificadora y que si lo había hecho el Islam primitivo, abierto y creador.
Un ejemplo de intransigencia religiosa de losfaqihs que terminó causando una reacción en su contra fue la expulsión de los mozárabes de Al-Ándalus a tierras del norte de África en 1095, con el acuerdo del almorávide Yussuf. Esos mismos cristianos, en el año 1125, pidieron ayuda al rey aragonés Alfonso I el Batallador, para que los rescatara de aquel exilio.

Los reyes Moctádir y Motamin, de la taifa de Toledo, hospedaron al Cid Rodrigo Díaz de Vivar durante su destierro y se distinguieron como filósofos y matemáticos. Y cuando los almorávides invadieron la península, Valencia y Zaragoza buscaron en el Cid su protección contra los africanos.
Quien también estuvo desterrado en Toledo fue el rey leonés Alfonso VI durante el reinado de Mamún. Esta era una práctica habitual: cuando los caballeros y príncipes cristianos eran desterrados por sus señores, solían refugiarse en las cortes musulmanas. Alfonso pudo conocer la obra de las escuelas toledanas, sus bibliotecas y su jardín botánico, permitiendo que tras su reconquista, la cultura hispano-árabe entrara en Castilla con todo su carácter andalusí.

