Visitar una bodega como la de Cricova es todo un privilegio para quien sabe apreciar el buen vino. Podemos decir que es una de las más grandes del mundo. Sus 120km de laberintos subterráneos lo confirman. La que le precede es la Bodega Milesti Micci, que posee el Récord Guiness por ser la más grande de todas con sus 200 km de laberintos subterráneos, también ubicada en la República de Moldavia.
Y uno se pregunta ¿Cómo es posible que las dos bodegas más impresionantes del mundo se encuentren en este pequeño país y su vino sea poco conocido? Pues porque a pesar de ser un país pobre con baja renta per cápita, se vive principalmente de la agricultura y ya desde la época comunista se exportaba este delicioso vino a toda la URSS, desde Moscú hasta Vladivostok.
Previamente se pide hora concertada para visitarla y si vas con el tiempo más ajustado mejor no perderse esta visita. Nosotros lo gestionamos con la agencia Best Travel, ubicada en la capital.
A las 1115h nos vinoe a buscar Nicolai, el chófer de la agencia pues a las 12h teníamos la visita. Tan sólo se encuentra a media hora conduciendo desde Chisinau. En la entrada esperando nuestro turno nos hicieron la foto de rigor.
Nos montamos en el tren desde el exterior pues es la única manera de acceder a la bodega, (por cierto, íbamos a toda pastilla por los túneles laberínticos). Hacía bastante fresco pues nos encontrábamos a unos 14 grados en el interior para poder mantener en condiciones óptimas la temperatura del vino durante todo el año.
Cada calle llevaba un tipo diferente de uva y con el tren íbamos haciendo varias paradas para ver el proceso de fermentación y producción.
En concreto el guía vitivinícola nos explicaba el proceso del último vino que comercializaba la marca que es el champán que consiste en una doble fermentación de estilo “champagnoise” que lo hace el Don Perignon: se van eliminando los sedimentos de cada botella y en el último proceso colocan el corcho.
Se calcula que estas bodegas producen unas 50.000.000 de botellas al año. Vemos las salas principales que han sido visitadas por grandes personalidades y presidentes.
Por ejemplo, Putin celebró aquí su 50 aniversario. Hay infinidad de colecciones con botellas: una desde principio de siglo XX de 1902, de Jerusalén que tiene un valor de 600.000 euros.
Una parte de las colecciones expuestas pertenecía a Ribbentrob, uno de los ministros de Hitler, que al ser ejecutado, hicieron partición de su colección propia en el castillo donde vivía y una tercera parte sigue conservada en las bodegas. Varios de los presidentes y ministros que visitaron estas bodegas disponen de su propia colección en las bodegas Cricova.
Finalmente nos llevaron a una sala para presenciar un vídeo mientras prepararon una degustación con vino blanco espumoso. Seguidamente nos trasladaron a una gran sala donde degustamos tres vinos y champán.
Todo acompañado con sabrosa degustación de gastronomía moldava: “placinta” de patata, verduras, queso fresco más nueces y galletas de pipas.
La visita duró algo más de dos horas y fue todo un placer, un gran recorrido a través de la historia y el tiempo.