“Algunas especies de termitas son capaces de mutar su aspecto temporalmente y adquirir el de otras especies para adentrarse en un entorno que no es el suyo y mostrar su verdadero aspecto solo cuando están asentadas. Tal vez también aquellos niños adoptaron –con la misma inteligencia preverbal de los insectos– esa estrategia e hicieron todo lo posible por parecerse a los niños Ñeê que nos resultaban familiares. Pero aunque así hubiera sido, la pregunta seguiría sin respuesta: ¿de dónde salieron? Y, sobre todo, ¿por qué tenían todos entre nueve y trece años?"
¿Qué tiene que suceder para que nos veamos obligados a redefinir nuestra idea de la infancia? La aparición de treinta y dos niños violentos de procedencia desconocida trastoca por completo la vida de San Cristóbal, una pequeña ciudad tropical encajonada entre la selva y el río. Veinte años después, uno de sus protagonistas redacta esta República luminosa,una crónica tejida de hechos, pruebas y rumores sobre cómo la ciudad se vio obligada a reformular no solo su idea del orden y la violencia sino hasta la misma civilización durante aquel año y medio en que, hasta su muerte, los niños tomaron la ciudad.
Andrés Barba Muñiz (Madrid, 1975) es un novelista, ensayista, traductor, guionista y fotógrafo español, licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, y ha ejercido como profesor en el Bodwin Collage en Estados Unidos, y la misma Complutense.
Barba ha destacado, sobre todo, como especialista en novela corta. Su obra se puede catalogar como de literatura existencial, abordando temas difíciles como las discapacidades mentales. A lo largo de su carrera ha ganado importantes premios, tanto de ensayo como de novela, como el Anagrama de Ensayo o el Juan March de Narrativa. Se dio a conocer en 2001 con La hermana de Katia (finalista del premio Herralde y llevada a la gran pantalla por Mijke de Jong). Colabora habitualmente en prensa desde hace quince años en medios como El País, El Cultural de El Mundo, Letra Internacional, y Revista de Occidente y como traductor ha publicado versiones de autores como Melville, Henry James, Joseph Conrad y Daniel Defoe entre otros muchos. Fue elegido por la prestigiosa revista Granta como uno de los mejores narradores jóvenes en español. También ha escrito varias novelas infantiles. "República luminosa" ha ganado el XXXV Premio Herralde de novela.
¿De qué va la novela?
Un narrador anónimo nos cuenta una tragedia vivida veintidós años atrás, cuando ya todo o casi todo está aclarado. Una tragedia que no fue solo suya, que fue de todos, de los habitantes de San Cristóbal.
Poco a poco nos va metiendo en la historia, desde su llegada a esa pequeña ciudad de provincias limítrofe por un lado con el río Eré y por otro con la selva tropical, donde vivió con su esposa profesora de violín tres años mayor que él, su hija de nueve y su puesto de director en el departamento de Asuntos Sociales.
El mismo río Eré con sus cuatro kilómetros de anchura me ha llegado a parecer en muchas ocasiones un gran río de sangre, y hay algunos árboles en la región cuya savia es tan oscura que es casi imposible pensar en ellos como vegetales. La sangre lo recorre todo, lo llena todo. Tras el color verde de la selva, tras el color marrón del río, tras el color rojo de la tierra, está siempre la sangre, una sangre que se desliza y completa las cosas.
Nos cuenta cómo de la noche a la mañana y surgidos de la nada empiezan a dejarse ver los 32 niños, tomando silenciosamente las calles, los parques, los supermercados. Niños sucios, con aspecto de indigentes comunicándose por medio de un lenguaje incompresible que solo ellos entienden.
“Niños de la calle” durante el día, que se volatilizan por las noches y no parecen estar organizados ni tener un líder claro, “los grupos no reproducen los movimientos propios de un complot, no parecen estar acordando entre ellos una estrategia ni planeando un programa de asalto. Todo lo contrario, la anarquía de los movimientos se asemeja más a un juego”.
Cuando llegamos al semáforo que quedaba a la entrada del centro vimos a un grupo de niños de entre diez y doce años pidiendo dinero. Eran y no eran como los de siempre. A diferencia de aquellos, sencillos y quejumbrosos al pedir, estos tenían una altivez distinta, casi aristocrática.
Intenta explicarnos como se convirtió en un problema que nadie supo valorar con antelación, que nadie fue capaz de identificar a tiempo ni de imaginar la gravedad de los altercados que vendrían después, cuando estalló el caos. De hecho, la mayoría de los que vivieron aquello, todavía hoy se preguntan por qué sucedió y cual pudo ser el desencadenante de los asesinatos, la huida, el deseo de venganza y de revancha, de tantas muertes inútiles.
Si todo hubiese quedado ahí, habría sido imposible no mirar esas imágenes sin sonreír, reproducen fielmente el sueño infantil por antonomasia: el levantamiento y la rebelión contra la organización de los adultos. Pero justo en ese instante la sonrisa queda congelada en el rostro. Comienza la carnicería.
La reseña de esta novela en el blog "Libros en estéreo" me puso los dientes demasiado largos como para que me olvidara fácilmente de ella, supe de inmediato que no iba a tardar en colar esta lectura, porque se me metió de lleno entre ceja y ceja. Por cierto, si no conocéis a Marcelo aprovecho para hacer las presentaciones, a mí me gusta visitarlo a menudo porque en su espacio suelo encontrar libros muy interesantes y distintos, libros que de otra forma quizás nunca se me ocurriría leer.
¿Qué me ha parecido? ¿Me ha gustado?
Sí, mucho. Esta novela cortita (282 páginas en mi ebook) que he leído en formato electrónico me ha parecido maravillosa, una lectura que he disfrutado mucho y me ha enganchado desde el prinicpio (y no es moco de pavo teniendo en cuenta lo que me cuesta ahora engancharme a algo que no sean series de televisión)
En sí la sinopsis ya me resulta bastante atractiva, todas estas palabras juntas: infancia, violencia, niños tomando la ciudad. Vale. . ., también un poco espeluznante. Imaginad que vivís en una tranquila localidad de esas donde nunca pasa nada y que un buen día empezáis a ver niños-preadolescentes por todas partes, que nadie sabe de dónde han salido. En principio se comportan con normalidad, solo piden dinero, pero poco a poco empiezas a ver cosas raras, comportamientos extraños, miradas extrañas. Los ves durante el día, pero por las noches desaparecen, se esfuman, nadie sabe dónde se meten.Y se rebelan, se levantan violentamente contra los adultos ¿No se os ponen los pelos de punta?
Es cuanto menos impactante, impacta comprobar hasta donde son capaces de llegar, porque . . ., aunque los niños solo son eso, niños y suele decirse que no tienen maldad, ¿alguien podría asegurar sin dudarlo que no pudieran llegar a ser asesinos, asesinos en potencia, de que sus pequeños cuerpos y cabecitas no puedan albergar barbarie y depravación? ¿Quién no ha pensado en alguna ocasión que pueden ser muy crueles?
Fue una pesadilla, No se puede explicar lo que ocurrió . . . El recuento: tres heridos por arma blanca y dos muertos, un hombre y una mujer. Pero sobre todo algo menos fácil de contar que las víctimas e infinitamente más palpable y seguro, un sentimiento parecido al espanto: la convicción de que aquello no era más que el primer paso de un proceso irreversible.
Pues esta novela hace precisamente eso, desmitificar esa inocencia atribuida por siempre a la infancia por el simple hecho de ser niño, toda una osadía.
Resumiendo: “República luminosa”, ganadora del XXXV Premio Herralde de Novela, me ha resultado una lectura sorprendente, una novela atrevida, porque el argumento se atreve a desmontar esa idea preconcebida que se tiene sobre la ingenuidad y candidez de nuestros menores. Bien escrita, con una prosa bonita y elegante, el autor nos obliga a plantearnos ese estereotipo que anida en la mente de los adultos, esa certeza de que los niños siempre son inocentes, aunque no lo parezcan.
Podrá parecer inverosímil, pero fue mirando aquel pájaro cuando me pregunté por primera vez si aquellos niños nos odiaban. Si nos odiaban como tal vez solo pueden llegar a odiar los niños.
Yo también os la recomiendo, no os la podéis perder. Mi nota esta vez como no podía ser de otra manera, la máxima:
“No siempre es fácil determinar si lo que nos amenaza tiene más influencia sobre nosotros que lo que nos seduce. La propia naturaleza de esas dos cosas a veces no es contrapuesta sino casi indistinguible”