María Alejandra Díaz
En 1972 los Tanques de pensamiento, encabezados por Kissinger y Nixon con su histórica visita a China, sentaron las bases de la globalización cuya objetivo fundamental era derribar la URSS e incorporar a China al “mundo civilizado”, léase, globalizado. Hoy, más allá de ser la ‘fábrica del mundo’, para algunos aparece como régimen eficaz, capaz de contener una epidemia agresiva, mientras Occidente no sabe cómo responder a la imparable aceleración de contagios. “Avanza así la progresiva erosión de lo que se denomina el Consenso de Washington: el modelo político-económico que se basa en la democracia capitalista, con poderes estatales limitados, y continúa ganando peso el ‘Consenso de Pekín’ (capitalismo de Estado, apertura al exterior, autoritarismo político, gran capacidad de innovación y flexibilidad), porque ofrece estabilidad y altísimas tasas de crecimiento económico”. (Rueda). Se transforman, cambian de piel y con ropajes nuevos, simulan y engañan los mismos amos, lobos vestidos de ovejas. Es la globalización de nuevo cuño: “la gobernanza global”, expresión de reglas, procesos, sistemas, actores e instituciones que rigen el planeta, intervienen en la toma de decisión de los Estados Nación, debilitando las soberanías. Todo acompañado de un nuevo ordenamiento de los espacios económicos: mercado global de capitales, códigos e instituciones que hoy constituyen un régimen internacional de derechos humanos, ámbitos parajurídicos que tienen el poder y la legitimidad para hacer responsables a los gobiernos nacionales. (Sassen) Son nuevas “formaciones predatorias: combinación de élites y capacidades sistémicas con el capital como posibilitador clave, que empujan hacia una concentración aguda, adoptando formas extremas” (Sassen). Su alcance planetario ahora se extiende no sólo a estos ámbitos, sino que asume como banderas comunes: la seguridad, resolución de conflictos, la defensa de “la casa común” y los temas de moda: sanitarización, cambio climático, contaminación, gobernanza energética y de recursos, migraciones, biodiversidad, desarrollo sostenible, control de la natalidad, producción económica, monedas digitales, finanzas, tecnologías disruptivas, desarrollo y papel de la industria armamentística. En medio del caos y el inducido cambio civilizatorio de la cuarta revolución industrial a la quinta, avanza paralelamente una operación bioterrorista militar estratégica global de comando sobre las personas y las economías nacionales con el COVID19 como tapadera-disparador para, en medio del pánico y la engañosa percepción de “catástrofe sanitaria” construida por los medios -GAFATM- y autoridades sin legitimidad alguna, pues ella no emana de los pueblos, sino de un ámbito de representación abstracto: multilaterales (ONU, OMS), universidades (imperial College Universidad Jhon Hopkins), comisiones de expertos, sustituir a los gobiernos nacionales legítimos y sus centros de estudios nacionales y saberes populares, por la gobernanza global de las multilaterales. Sistema de sacrificio de las libertades por las llamadas razones de seguridad, condenándonos a vivir en un perpetuo estado de miedo e inseguridad, luchando contra una fuerza invisible, inatribuíble, ambigua, sin comienzo ni final, ni enemigo delimitado, despolitización de la guerra, convirtiéndola en operaciones sanitarias humanitarias: guerra inmuno-humanitaria, poder atroz que niega todo conflicto, imponiendo la pacificación por medios tecnocráticos para controlar y dominar, en lo molar y molecular, irrigándose como biopoder totalitario sobre todos y en todo. Virus utilizados contra nuestra cotidianidad; la ingeniería biológica, el enemigo, infecta el mundo natural y cotidiano. Ortopedia social por shock y espanto (minimal), haciendo primero un vaciamiento por trauma, para instalarnos las coordenadas de la nueva civilización. Colapso del capitalismo fiduciario, hacia el nuevo capitalismo, dónde la tecnología impactará todo, bioeconomía zombi de una nueva explotación ya no de la fuerza de trabajo como plusvalía, sino de tú conatus enfermo: la enfermedad como nueva forma de extracción. Instalación de una máquina que anula toda libertad toda potencia, tiranía tecnocrática de expertos. Desde la ciencia oficial se impone el terror a diario: conteo de enfermos y muertos, ciudad por ciudad, país por país, maquinaria de manipulación que junto a la dictadura ecológica del Club de Roma opera en condición de ejército de superstición: uso de pacificación para desmovilizar poblaciones. He allí el giro fundamental de la estrategia de la gobernanza global: sanitarizar las hipótesis de conflicto para disolver la guerra, delineando a su vez la propia disolución de la doctrina de defensa y seguridad. Sin hipótesis de conflicto se acaban la geopolítica y las soberanías, diluyendo Westfalia, donde la OTAN, brazo armado de la gobernanza, asume desde 1999 el concepto estratégico de “seguritización” como doctrina para la salvación de los intereses corporativos: organización global que puede actuar en cualquier lugar, contra cualquier amenaza, por vía implícita, explícita y expansiva donde la defensa colectiva actuará cuando consideren esté en peligro la seguridad del área transatlántica del neo imperio. La idea de esta gobernanza global sobre la “pacificación” es: neutralizar lo político y desoberanizar los Estados Nación para establecer regiones económicas en función de intereses privados, a través de intervenciones humanitarias, con la excusa de proteger derechos humanos de poblaciones civiles, frente a gobiernos y Estados fallidos y forajidos, frágiles e insuficientes para atender crisis humanitarias, mediante un sistema de cooperación para atender problemas globales, interés común para beneficio corporativo. Con el COVID19 como acelerador del proceso de restauración neoimperial contra las Repúblicas, mutan en su estrategia pues no se lucha contra un enemigo visible: terrorismo, narcotráfico u otro Estado, sino contra otro enemigo, sin personalidad jurídica, ni política, ni siquiera criminal, a quien responsabilizar, sino a un virus, una enfermedad, un desastre natural, el cambio climático, y terminan esos Estados debilitados, indefensos, vencidos, disolviendo fronteras, naciones, estableciendo protocolos obligatorios supranacionales supervisados y dirigidos desde multilaterales sin legitimidad real. Destrucción de lo político -ius bellis-, por el ius corporativo de la gobernanza global. Operación de destrucción de las soberanías locales en pro de la soberanía privada global, gobernanza neoimperial impuesta mediante la agenda 2030. Doctrina foránea que tributa a los centros de inteligencia “globales” con estrategias militares sanitarizadas: biologización de la política, bioeconomía a través de un Estado de emergencia mundial que esconde el estado de excepción global, decidiendo éste sobre la vida y la muerte, ya no desde la legitimidad de las Repúblicas sino desde los intereses de la corporatocracia mundial representada por los poderes privados de farmacéuticas y tecnológicas. Desde el dogma religioso y la ciencia como religión, pretenden implantar una nueva forma de explotar la población y sus cuerpos: extracción económica y control político, con instalación de dispositivos de obsolescencia programada, para asegurar quien está sano o no: apartheid sanitario planetario. Nueva etapa del capitalismo que estamos obligados a combatir para evitar la confiscación de los territorios, recursos y soberanía económica de los países. Impedir a toda costa la privatización del planeta, y proteger ante todo el dominio nacional e individual de las libertades de la población. No caer en la trampa de moda: bajo la excusa de la protección de lo común buscan aniquilar lo individual nacional y lo común humano. Condenemos el uso maniqueo de los derechos humanos y la lucha por el bien común global para destruir lo humano, lo planetario y ecológico.