Hoy, 14 de abril, se cumplen 87 años de la proclamación de la Segunda República en España, una fecha que ha sido enterrada en el olvido por los autores y herederos de una sublevación de militares fascistas, encabezados por el general Francisco Franco, que se levantaron contra ella e impusieron una dictadura, tras llevar al país a una cruenta Guerra Civil, que anestesió a los españoles contra el recuerdo de un régimen democrático durante todos estos años.
Todavía hoy, derrotado el franquismo ideológico en las urnas y recuperada la democracia formal, la espesa niebla de la desmemoria y el miedo a la verdad impiden que una Ley de Memoria Histórica rinda tributo a las víctimas que defendieron la legalidad republicana y aquella democracia, siendo sacrificadas, enterradas en fosas comunes, despojadas de su dignidad, represaliadas y condenadas al olvido por los vencedores de una guerra fraticida que tildan de venganza a simples actos de justicia y reconciliación.
La Segunda Repúblicaespañola, con todos sus defectos y problemas, constituyó el más noble y serio intento de hacer de España un país moderno, progresista y democrático de todos los del entorno en su tiempo. El voto femenino, los derechos sociales, la laicidad del Estado y la separación de poderes no fueron tolerados por los defensores de privilegios que enseguida se confabularon y combatieron contra ella desde la burguesía, la iglesia, los latifundios de los terratenientes, el poder económico y los cuarteles.
Hasta el presente, más de ocho décadas después, la República como forma de Estado, en un país de ciudadanos libres, comprometidos mediante su voto a gobernarse pacífica y democráticamente, sin tutelas de ningún tipo, ni religiosas ni monárquicas, sigue siendo víctima de los herederos de quienes la derrocaron y la amordazaron con pretensión eterna. Por eso hoy es un día para el recuerdo y el homenaje, siquiera individual, de aquella República de valores cívicos que cimientan nuestra democracia.