Revista Coaching

reputación profesional

Por Bitacorarh

  reputación profesionalimagínate que tienes una empresa y necesitas seleccionar a alguien; ¿estarías dispuesto a contratar a Madoff o a Jerome Kerviel?. La respuesta depende de a qué te vayas a dedicar, pero suponiendo que a algo lícito, podría garantizar que ambos candidatos no pasarían ni el primer filtro del proceso de selección. Y si te pregunto por qué no los contratarías, casi seguro que harías referencia a su reputación profesional.

Al igual que nuestro DNI sirve para identificarnos como personas, nuestra reputación profesional avala nuestro trabajo y sus resultados. Se trata del resumen que nuestro entorno hace de nuestros actos y decisiones. El tiempo consolida sus trazos a través de los hábitos y de la repetición, y son esos patrones los que van dibujando nuestra reputación. Son las huellas de un viaje que se hacen más profundas según pasa el tiempo.

La arquitectura de la reputación profesional es muy curiosa. Es importante diseñarla pensando en cómo te gustaría ser recordado o cómo te gustaría ser visto y tratado. Cuando lo tienes claro, es momento de ponerse manos a las obra. Suele ocurrir que este orden lógico sobre el papel nada tiene que ver con la realidad. La realidad es que la reputación se construye de una manera inconsciente, donde el día a día manda y la urgencia es la que nos lleva por donde quiere. Actuamos por impulsos, dejándonos llevar, y cuando herramientas como el feedback 360º nos muestran una foto de lo que los demás piensan de nosotros, solemos llevarnos sorpresas. El resultado no nos gusta, o no encaja con lo que nosotros pensamos. He ahí una gran muestra de lo difícil que resulta saber construir la reputación profesional que queremos. 

Hay un alto grado de inconsciencia en lo que se refiere a la reputación. Las personas poseemos el don de la adaptación que es el causante de dar por hecho cosas que no lo son. Un claro ejemplo sucede cuando alguien sale de su empresa, hasta ese momento creamos una autoimagen a la que nos acostumbramos rápidamente, pero el día que esa relación laboral finaliza parte de nuestro “poder” desaparece y parte de nuestra autoimagen cambia. Aquella capacidad para negociar, aquellos contactos que me hacían la ola cada vez que levantaba el teléfono, aquellos colegas que me admiraban por lo que hacía, ese trato de favor que recibía por mi gran trabajo,... desaparecen de mi vida y la creencia de que todo ello me pertenece por ser quien soy se desvanece. Una parte de lo que yo creía que era, resulta que se queda en la empresa y será la herencia para quien me sustituya. 

Este tipo de inercias nos hacen olvidar quiénes somos realmente y es nuestro rol el que pasa a dominar nuestra reputación. Aquellos derechos adquiridos por la posición desaparecen, y ahora estamos solos con nuestros actos, desnudos y desprotegidos sin el disfraz que nos aportaba nuestra posición. ¿Y ahora qué?. Es momento de hacer cuentas, y puede ocurrir que el saldo sea negativo y que nuestro rol profesional haya destruido parte de nuestra reputación. 

Una buena forma de construir la reputación deseada es jugando, para ello podemos pensar en la reputación como en un avatar. El avatar es esa personalidad virtual que desarrolla nuestro personaje. Ese personaje tiene que realizar toda una serie de pruebas para poder aumentar sus poderes y capacidades. Por el contrario, hay determinadas aspectos que hacen que el avatar pierda parte de los poderes y dones adquiridos. El tema de la reputación funciona de una manera similar: hay determinadas cuestiones que suman puntos mientras que otras restan:

Suman: decir la verdad, ser honestos, practicar la coherencia, dar a cada persona su espacio, saber compartir, ser generoso, potenciar los dones del otro, comportarse con educación, escuchar, ser humilde, practicar la buena empatía, el buen humor, olvidar poses ridículas, ser auténticos,... 

Restan: el egoísmo, la mentira, el malhumor, el yo en vez del nosotros, utilizar palabras vacías, fingir, el ordeno y mando, imponer, la queja constante, el pesimismo, la envidia, la ira, el enfado por sistema, las disculpas, la cobardía, la prepotencia, mirar por encima del hombro, creer que uno tiene la verdad absoluta, ...

Hay un dicho que dice: “crea fama y échate a dormir”. La reputación está sometida a la inercia, algo muy peligroso porque puede hacer que nos acomodemos. Es mejor planteárselo como un juego y tratar de poner en práctica todas aquellas cuestiones que suman. Cada uno decide lo que quiere ser, así que cada uno decide lo que suma y lo que resta.


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